Opinión

Metralla graneada sobre el Acorazado Sheinbaum

Si viviéramos en un mundo ideal, los debates entre candidatos presidenciales serían civiles, con un intercambio ágil de ideas, en donde las propuestas para la población y el diseño de proyectos de nación llevaran todo el peso de la discusión. En esa realidad alternativa, los debates moverían algo la brújula de las decisiones electorales, a favor de quien mostró más conocimiento y temple, y propuso mejores cosas.

Claudia Sheinbaum en el segundo debate presidencial 2024

Claudia Sheinbaum en el segundo debate presidencial 2024

Cuartoscuro

Pero no vivimos en ese mundo, que se vuelve todavía más utópico en un contexto de polarización política y social. Lo que solemos encontrar es un listado de buenas intenciones y ofertas al por mayor, que a veces ni siquiera se alcanza a distinguir en medio de una batalla constante de descalificaciones, mofas, desprecios y agravios. Después de eso, una carrera para decir quién “ganó” el debate y quién fue arrastrado, en el que cada bando vio una cosa totalmente diferente. Al final, poco efecto sobre un electorado que, al final, decide con base a otros elementos.

Pero es lo que hay, y siempre sirve para estudiar el talante de los contendientes, darse cuenta de algunas diferencias importantes entre ellos y, de esa forma, saber un poco más de lo que le espera al país en el futuro inmediato y en el mediano plazo.

Podemos decir, comparándolo con el primero, que el segundo debate presidencial estuvo más movido, que Xóchitl Gálvez se vio bastante más suelta, pero mucho más agresiva; que Claudia Sheinbaum se ajustó al guion, pero tuvo momentos en los que se hizo evidente su incomodidad y que Jorge (Álvarez) Máynez hizo menos uso de su sonrisa falsa, y pareció más libre y más propositivo. Por lo general, cada quien vio ganar a la persona que prefería desde el principio.

La temática favorecía, en principio, a Claudia Sheinbaum: es más fácil mentir sobre el estado de la economía, engrandecer los avances en el combate a la desigualdad y hacerse pato con los temas de infraestructura y sustentabilidad, que defenderse en

asuntos con tan malos resultados como la salud, la educación y el combate a la corrupción (cuando Xóchitl perdió la oportunidad).

Pero resulta que de esos temas se habló relativamente poco, y lo que privó entre las candidatas punteras fue el intercambio de acusaciones de corrupción y la lluvia de epítetos. A diferencia de la vez anterior, Xóchitl logró que Claudia en algunos momentos se enganchara y a los espectadores les quedó claro que, si en algo no estaban actuando, es en expresar una animadversión no sólo política, sino también personal.

Sobre la economía, Sheinbaum presumió el incremento a los salarios reales, y lo aderezó con mentiras respecto a la deuda, el crecimiento y la inflación. Gálvez, en vez de subrayar algo tan elemental como que la economía mexicana es una de las que menos ha crecido en el mundo en los últimos seis años, apuntó al papel de la extorsión criminal en el alza de precios e hizo un par de ofertas de difícil aplicación. La más populista de ellas es no cobrar impuestos a quien gane menos de 15 mil pesos mensuales: sería un desplome importante del ISR, que no se financia disminuyéndole el subsidio a Pemex, y menos en el corto plazo.

Máynez, por su parte, puso énfasis en las iniciativas sobre trabajo que ha manejado su partido: el salario mínimo, los permisos para padres, las vacaciones dignas. E insistió en la semana laboral de cinco días. Ahí, Xóchitl Gálvez hizo un paso en falso al responderle: dijo que estaba de acuerdo con la reducción de la semana laboral, si a los empresarios les rebajaban impuestos (como si fueran exorbitantes, o como si aceptarían cualquier conquista laboral de buen grado).

El candidato de Movimiento Ciudadano en este debate fue claramente más agresivo hacia la candidata de la coalición PAN-PRI-PRD que hacia la de Morena, lo que le ha ganado el enojo de los partidarios de Gálvez, que de esquirol no lo bajan. Todo indica que la estrategia de MC está más en buscar a posibles morenistas desencantados que a otros opositores, que parecen inclinarse por el Frente en un voto ya cristalizado. El lenguaje de Máynez alternó entre el que usan los morenistas (“prianismo”), y el de la tecnocracia progre: (“justicia intergeneracional”, “sistema nacional de descanso”). Lo curioso es que de Morena no sale ningún ataque a Máynez, a pesar de que sí tiene potencial de quitarles votos. La estrategia del desprecio.

Esa estrategia del desprecio fue la que siguió Claudia Sheinbaum ante señalamientos reiterados sobre supuestos casos de corrupción en su entorno, y en el del Presidente, que hizo Xóchitl Gálvez. “No,

no, no y que presenten la denuncia”, respondió como quitándose unas pajas del vestido. Tal vez haya servido para efectos del debate, sobre todo entre sus incondicionales, pero deja una imagen preocupante: la de quien es sorda a las críticas y ni se molesta en intentar responderlas.

Los dos temas finales, sobre infraestructura y ecología, fueron complicados para Sheinbaum, quien tuvo que defender el elefante blanco de Dos Bocas (pero no defendió a Rocío Nahle), al Tren Maya y al AIFA (que está “lleno”, según ella). Y tuvo que defender la política ambiental de AMLO, que es precisamente de ningunear el medio ambiente, atribuyéndole al programa Sembrando Vida cualidades que no tiene. Lo que sí, es que -a diferencia de López Obrador- Sheinbaum hizo hincapié en el uso de energías renovables.

En ese bloque le fue mejor a Gálvez, porque es imposible defender la política ambiental de AMLO sin justificar el uso del combustóleo y es imposible defender cosas como la desaparición de Conabio, Y la candidata del PAN-PRI-PRD tuvo el tino de subrayarlo, y además hacer una descripción de muchas y pequeñas obras de infraestructura como “mis obras faraónicas, cerca de las personas”.

Máynez fue el más radical en términos de defensa del medio ambiente, con una crítica fuerte a Pemex y al mito que rodea a esa empresa, con apuestas al ecoturismo y con la idea, novedosa para México, de que hay que buscar prosperidad, no desarrollo, pues se trata de cosas distintas. Echó a perder su cierre con la cursilada de su niño, cuyas palabras son muy tiernas… a oídos del papá.

Pude escribir diez párrafos con lo que se discutió en el debate. Pero la mayor parte del tiempo lo que hubo fue una lluvia de acusaciones. Xóchitl lanzó metralla graneada, dispersa, que salpicaba para todos lados, tuvo un par de buenas puyas, pero ningún bombazo que hundiera el Acorazado Sheinbaum. Claudia, que fue pionera en eso del desprecio, nos reiteró que puede decir mentiras tan bien como Andrés Manuel y es igual de buena ninguneando a los otros. Y que también se enoja. Esos son algunos detalles que hay que ver con los debates que nos tocó vivir.

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fbaez@cronica.com.mx

Twitter: @franciscobaez