Cultura

Desafortunadamente, en AL existe una violencia cíclica: Hugo Plascencia

Entrevista: El escritor habla de su reciente libro "Violenta sinfonía latinoamericana", un poema que narra estos excesos desde lo prehispánico a la actualidad. Fue un trabajo de una década y que fue ilustrado por Alec Dempster

Desafortunadamente, en AL existe una violencia cíclica: Hugo Plascencia

Desafortunadamente, en AL existe una violencia cíclica: Hugo Plascencia

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Violenta sinfonía latinoamericana (CEMCA / Del Lirio, 2020) de Hugo Plascencia (México, 1978) es un recorrido temporal y geográfico a lo largo de América Latina. Con un fuerte contenido social, Hugo se sumerge en esa herida aparentemente cíclica presente en nuestras sociedades, desde los tiempos prehispánicos hasta la ultramodernidad del siglo XXI. Escritor y poeta, Plascencia es autor de diversos libros y a propósito del más reciente charlamos con él.

—Violenta sinfonía latinoamericana parece recorrer con imágenes la historia de México y de la región, ¿por qué decidiste crear este poema de largo aliento?

—Comencé a escribir este poemario hace más de una década (gracias a una beca del Conaculta), y después el concepto del libro y los mismos textos fueron evolucionando en todo este tiempo, y fueron tomando su propio carácter, forma y voz. Siempre he sido afín a la poesía social y comprometida que no sea panfletaria; hay varios autores o poemas que me han marcado e influido, por su “abismo”, rigor (hablando de preceptos literarios), y que no sucumben en el plano estético.

Comento lo anterior, porque desde hace tiempo y de manera intermitente, sentía el filo de una daga en el estómago que no me dejaba y me decía: no puedes cerrar los ojos ante esta realidad, tienes que escribir de esto. Y desgraciadamente esto, ya ha permeado nuestras vidas, nuestra sociedad, y no se ve un destello de luz al final del oscuro camino.

Pero tampoco quería hacer una apología del tema, sino más bien una línea de tiempo, que a su vez fuera atemporal, y ahí es donde aparece lo histórico, lo social y lo antropológico de la violencia en México, Centro y Sudamérica, como bien comenta Mario Rufer si algo nos ha hermanado en la región ha sido el terror y la muerte, ejemplificados en los versos de Pablo Dumit: “ese dolor que fuimos buscando tumbas. Siempre buscando tumbas en primavera”.

Por lo que creo que ese largo aliento, es el tiempo de una violenta sinfonía dividida en tres movimientos, que a su vez representan las tres etapas: la primera durante la época prehispánica, la segunda instaurada en la Conquista y la Colonia; y la tercera en la época contemporánea desde las dictaduras y el Plan Cóndor, ejercidos por los Estados Unidos en la larga brecha geográfica que congrega a los países latinoamericanos, y a México con la violencia urbana, el crimen organizado y de Estado ejercidos desde el 68 hasta los 43 estudiantes.

—El poemario tiene diversas voces del pasado que se confunden y conectan con hechos del siglo XXI, ¿qué piensas al respecto?

—Creo que no, en ciertos ámbitos como la violencia en las sociedades, desafortunadamente la historia ha sido cíclica. A diferencia de Europa, América no tuvo el siglo XVIII de las Luces o la Ilustración, que a su vez se traduce en el siglo de la razón, porque estaba muy ocupada la Corona española con la Colonización. Después llegó la sangre de La Independencia, La Guerra de Reforma, las intervenciones, La Revolución mexicana, el 68, y un largo etcétera. Y en pleno siglo XX en Europa, con la Shoah o el genocidio judío del Holocausto, y el genocidio de Ruanda en África, representan la barbarie irracional del fracaso de la razón.

El filósofo Héctor Schumucler decía que “la pregunta por la memoria no es qué pasó, sino cómo fue posible”, y podemos sustituir memoria por historia. No quiero sonar pesimista, pero creo que los tiempos distópicos siempre han estado ahí, y es lo que pretendía abordar en el libro desde la voz un tanto primigenia de un Marakame, que se puede escuchar en los textos Dagas del “primer movimiento”, o en elementos simbólicos como los ajolotes, la serpiente, el Mictlán, Caronte, el Rarámuri, la metáfora de Pollock, y los rituales sagrados que dejaron su paso por medio de la decadencia a los rituales absurdos del “segundo y tercer movimiento”, parafraseando el maravilloso texto del poeta Ernesto Lumbreras que escribió para la contraportada.

—En los poemas utilizas diversas estructuras, tipos de versos y rimas y hasta juegas con las imágenes y la poesía visual. Háblame de la plasticidad de tus poemas.

—Debido a que fue un poemario que se fue urdiendo y fraguando a lo largo de diez años, tuve el tiempo y la oportunidad de jugar con algunas estructuras clásicas y tradicionales en los versos y las rimas, hacerle un guiño a lo abstracto y conceptual en los textos en prosa, y coquetear un poco con lo experimental en los caligramas y las imágenes de la poesía visual, ya que al ser un libro complejo en cuanto a las transversalidades temáticas, quería mimetizar o proyectar esa polifonía que va en varios sentidos, y que creo entendió a la perfección el poeta Ricardo Yañéz, en el prefacio del libro con su texto a manera de palimpsesto.

—El libro fue ilustrado por Alec Dempster, ¿qué aporta la gráfica de Alec a Violenta sinfonía…?

—Cuando Bernard Tallet, director del CEMCA y coeditor, me propuso que fuera un libro ilustrado, prácticamente no lo pensé dos veces, ya tenía al artista para ilustrarlo. Desde algún tiempo atrás, quería hacer un libro de poesía con grabados, como una especie de libro de arte-objeto. Ya conocía a Alec (éramos amigos) y su magnífica obra, ya había acudido a varias de sus exposiciones, y ya le había advertido que el próximo libro que publicara sería con sus grabados; conocía su técnica y me gustaba mucho los rasgos de estilo de su obra, pero nunca imaginé cómo sus xilografías iban a desarrollar a tal grado una compenetración con los textos del libro, como si fuese una obra “al alimón”, aunque en cierto sentido sí es a cuatro manos.