Opinión

De animales a dioses

De animales a dioses

De animales a dioses

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

¿Cómo logramos los Homo sapiens posicionarnos en la cúspide de la cadena trófica y conquistar el planeta? Y, a la vista de nuestra capacidad de influir en procesos a escala planetaria de la biosfera y en la genética, ¿cómo podemos imaginar nuestro horizonte evolutivo? Éstas son las cuestiones centrales que aborda el magnífico libro «De animales a dioses. Breve historia de la humanidad», de Yuval Noah Harari, un cuarentón profesor de historia en la Universidad Hebrea de Jerusalén, especialista de procesos macro-históricos, antes conocido solamente entre sus colegas hasta que publicó esta obra en 2013, convertida en best seller.

Sus respuestas son apasionantes. Constituyen un excelente material para reflexionar profundamente sobre nosotros mismos a escala evolutiva y ecológica. Entre ellas, sin duda, la más interesante es que Homo sapiens constituye la única especie de humanos que configuró una revolución cognitiva con la que elaboró grandes ficciones sobre sí misma, lo que le permitió cooperar y prosperar como ninguna otra especie de Homo. Y es que las bandas originales de humanos no podían ser de más de unas cuantas decenas de individuos; porque más allá de una centena se complica la organización del grupo, de la caza, de las jerarquías. Pero gracias a que creemos en dioses, religiones o naciones, los Homo sapiens somos capaces de actuar en concierto por millares y mucho más.

Los humanos (género Homo) aparecimos en África Oriental hace alrededor de 2.5 millones de años. Nuestros orígenes están acompañados por la fabricación y uso de instrumentos de piedra: primera gran revolución para diversificarnos en múltiples especies del género Homo. Luego, del uso del fuego existen registros fósiles de hace 1.4 millones de años, en tanto que de su uso cotidiano hace alrededor de 400 mil años; segunda gran revolución, que nos potenció para defendernos mejor frente a los grandes depredadores (posicionados en lo alto de la cadena trófica), calentarnos alrededor del hogar, socializar, chismorrear y —determinante para el curso de nuestra evolución—, cocer los alimentos. La cocción permitió que, de la energía total necesaria para el metabolismo, los humanos pudiéramos adjudicar proporcionalmente menos al sistema digestivo y más al sistema nervioso, con lo que el cerebro continuó acrecentándose y alcanzando mayores grados de complejidad. Los mamíferos que pesan alrededor de 60 kilogramos tienen un cerebro de 200 centímetros cúbicos en promedio; los primeros Homo ya poseían un cerebro de 600 centímetros cúbicos; hoy día es de 1,300 en promedio. Pero hasta ese entonces, los Homo eran especies posicionadas en las inmediaciones de la cadena trófica.

El registro fósil permite reconocer nuestro linaje: Homo rudolfensis (el más antiguo, del Lago Rodolfo), Homo habilis, Homo erectus, Homo antecessor, Homo heidelbergensis, etcétera. Sabemos así que grupos de Homo se aventuraron una y otra vez fuera de África desde hace más de dos millones de años. Asia primero, Europa después, Australia y América más tarde. Homo erectus sobrevivió en las regiones orientales de Asia durante casi dos millones de años, haciendo de ella la especie más longeva de entre todos los humanos. Homo neanderthalensis habitó Europa durante 200 mil años; Homo denisovianus otro tanto en Asia; y el recientemente descubierto Homo floresiensis, descendiente de humanos llegados a la isla de Flores hace 800 mil años.

Nosotros, Homo sapiens, aparecimos hace apenas 160 mil años. Comparados con Homo erectus no somos una especie especialmente longeva. Pero somos los únicos que no nos extinguimos de entre todos ellos. ¿Por qué? Porque además de utilizar utensilios de piedra, de madera y fibras, así como controlar el fuego, configuramos una «revolución cognitiva» —hace unos 70 mil años, indica YN Harari. No era el primer lenguaje de humanos, pero nos hizo pensar de manera diferente. Además de poder comunicar información sobre el entorno natural y materialmente existente: leones, árboles, ríos, montañas, mamuts; empezamos a comunicar ficciones sobre cosas que no existen: leyendas, mitos, tótems, dioses, religiones, moral, naciones, dinero. Ficciones que creemos firmemente y nos permiten un grado de cooperación único entre todos los Homo.

Hace 150 mil años Homo sapiens ya se posicionaba en lo alto de la cadena trófica. A donde llegó transformó ecosistemas, indujo extinciones masivas de megafauna y de las otras especies de Homo. La revolución agrícola ofreció un nuevo nivel de poderío y la revolución industrial catapultó nuestra presencia destructiva a escala global. Nos encontramos en la cúspide de la cadena trófica y producimos la sexta gran extinción masiva en la historia biológica del planeta. Empezamos a dominar la genética. ¿Hacia dónde nos dirigimos, en términos evolutivos y ecológicos? Continuará...

*Coordinador Editorial del Centro Interdisciplinario de Biodiversidad y Ambiente

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