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El “Sufragio efectivo” de Francisco I. Madero no contemplaba a la mujer

El lema de la revolución “Sufragio efectivo, no reelección” no contemplaba la inclusión de las mujeres, a pesar de que ellas lucharon y contribuyeron a la causa.

El “Sufragio efectivo” de Francisco I. Madero no contemplaba a la mujer

El “Sufragio efectivo” de Francisco I. Madero no contemplaba a la mujer

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Las revoluciones no han sido exclusivas de hombres, al contrario, las mujeres han participado activamente y fueron clave para la resolución de distintos movimientos, a pesar de que al escribir la historia siempre se les ha invisibilizado. En México, antes de que se consagrara la revolución hace 110 años, las mujeres ya habían liderado movimientos sindicalistas, además de que eran parte de clubes políticos en la capital y dentro de la periferia, donde no sólo abogaban en contra de la dictadura, sino que también exigían el derecho a votar y el respeto a sus derechos laborales.

Durante la lucha, no se limitaron a las tradicionales labores del hogar y sus cuidados, sino que también empuñaban armas y estaban en el frente de batalla, aunque eran maestras normalistas y soldaderas en su mayoría. Además, así como hoy en día la propaganda feminista se puede ver en pintas en las paredes, en ese entonces ellas salían a escondidas por las noches para pegar propaganda antirreeleccionista.

Propagandistas, oradoras de mítines, periodistas expresando sus inconformidades, agentes confidenciales entregando mensajes secretos, las mujeres siempre estuvieron presentes, incluso si tenían que usar seudónimos masculinos para infiltrarse en las filas. Tal fue el caso de Ángela Jiménez, que en 1911 presenció cómo soldados federales intentaron violar a su hermana, quien con una pistola primero mató al soldado para después dispararse a sí misma. Tras la tragedia, Ángela se hizo llamar Ángel y se unió a la Revolución, posteriormente consiguió el título de teniente.

Sin embargo, aquellas muestras de rabia y entrega eran pasadas por alto, regresándolas al papel tierno y conciliador del hogar. Tal como expresó Francisco I. Madero en un discurso dado en San Pedro de las Colinas en 1910:

“(...) Aunque a la mujer no se le considere el derecho de inmiscuirse en los asuntos políticos, ella está siempre lista para inculcar el amor a la patria y a la libertad en el corazón de los niños, que serán los ciudadanos del mañana”.

Al respecto, el entonces diputado Félix Palavicini escribía en 1910: “Somos partidarios de la instrucción de las mujeres, pero no quisiéramos la multiplicación de las cerebrales”.

Tras el triunfo de Madero y con la esperanza de ver un cambio verdadero en la política, las mujeres reclamaron ante él y el presidente interino su derecho a votar, argumentando que no estaban excluidas de las leyes dictadas en la Constitución de 1857, pues nunca se hacía hincapié en el sexo de los votantes. Pero Madero falló en resolver sus demandas, al igual que pasó en otros sectores, por lo que inició la rebelión zapatista y las mujeres, nuevamente, se incorporaron dentro y fuera de las trincheras.

El lema de la revolución “sufragio efectivo, no reelección” estaba hecho para favorecer a los hombres, pero aquella batalla tampoco fue en vano para las mujeres, porque, paralelo a eso, la lucha feminista sentó sus bases en las mexicanas.

Salir a las calles en protesta, llenar de propaganda las paredes y gritar las inconformidades para exigir derechos, sí son formas cuando hay tantas vidas de por medio y se busca un cambio, una revolución.