Opinión

El difícil adiós de las leyendas en la NFL

El difícil adiós de las leyendas en la NFL

El difícil adiós de las leyendas en la NFL

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Hasta hace un mes no había duda de que Adrian Peterson sería el corredor titular de Washington, sus números en las últimas dos temporadas lo avalaban: casi dos mil yardas por tierra y más de dos mil de manera combinada. Sin embargo, hace apenas unos días el equipo decidió prescindir de sus servicios. Ni él ni nadie lo esperaban. Es verdad que no era la dinamita que fue con los Vikingos de Minnesota (2007-16) hace más de 10 años, pero el tipo hacia el trabajo y de manera muy consistente. No obstante, el coach Ron Rivera argumentó que preferían dar continuidad a su proceso de reconstrucción y renovación en el equipo con gente más joven.

Peterson, quien obviamente aún se siente productivo, decidió firmar con quien le ofreciera la oportunidad de continuar en el campo, sin importar si se trababa de un conjunto contendiente o un mero participante en la temporada. Así firmó un acuerdo por un año con los Leones de Detroit, donde cualquier cosa puede pasar.

Lo anterior viene a colación por una pregunta: ¿vale la pena seguir aún a sabiendas de que muchos dueños y coaches ya no sienten interés por los servicios del jugador y éste se empeña en continuar, ya no por el hecho de probar algo, sino por el mero gusto de jugar?

Cuando Brett Favre por fin se retiró en 2010 dijo una frase que se quedó muy marcada en la memoria: “¿Y ahora qué voy a hacer de mi vida si lo único que sé hacer es jugar futbol americano?

Muy cierto. Gran cantidad de jugadores al retirarse se enfrentan a esa tremenda encrucijada. Actualmente, muchos de ellos se convierten en comentaristas de radio y televisión. La cadena NFL Network ha sido un paraíso para muchos ex jugadores. En otras épocas eso no era posible y pocos lograban destacar en otros aspectos y a la mente nos llegan Roger Staubach, quien tiene una empresa de construcción a nivel mundial (Staubach Company), Terry Bradshaw que antes de ser un comentarista famoso ya era criador de caballos, Drew Pearson, el receptor de los Vaqueros, que creó su firma de gorras deportivas, entre otros más.

Pero lo realmente intrigante es qué pasa por la mente de esos jugadores que a pesar de haber tenido una carrera muy destacada no pueden alejarse de los emparrillados: ¿La fama, el dinero, el ambiente, la competencia o el simple gusto? Quizá un poco de todo, pero me atrevo a pensar que más que nada es el ambiente, la competencia y el gusto, después de todo, son tipos que es a lo único que se han dedicado desde que son niños: a jugar.

Dado lo anterior, nos hace pensar en varios casos que, hay que decirlo y aceptarlo, fue triste ver su final, ya que fue la realidad, el olvido, o el consejo de algún coach lo que les hizo pensar en el adiós.

TRES QB LEYENDA AL OLVIDO

El primero fue Johnny Unitas, el único que le pelea a Joe Montana y Tom Brady el título como el mejor pasador de la historia. Con los Potros de Baltimore (1956-72) lo ganó todo, incluso “El Más Grande Juego de Todos los Tiempos” en 1958 por el título ante los Gigantes de Nueva York. Sin embargo, para 1973 los Potros ya no lo contemplaban en sus planes. Lejos de pensar en el retiro aún en la cúspide como una leyenda, se fue un año a los Cargadores de San Diego donde pasó desapercibido y olvidado. Acabó la campaña y se fue.

Le siguió Joe Namath, el ícono de los Jets de Nueva York (1965-76), el hombre que le dio credibilidad la vieja Liga Americana al ganar el Super Bowl III a Baltimore y al mismo Unitas. Cuando llegó el momento de ser suplente ante la llegada de un prometedor joven llamado Richard Todd, Namath prefirió seguir a pesar de sus acabadas rodillas. Firmó con los Carneros de Los Angeles en el 73, donde pronto fue a la banca. Fue tal la frustración de Namath que, como él mismo lo cuenta, se negó a ayudar a su equipo al final del juego de playoff ante Minnesota cuando aún estaban a una anotación de siete puntos para empatar y en el mismo Coliseum de Los Angeles.

“Sé que había una oportunidad a pesar de quedar poco tiempo, teníamos la ofensiva y el coach (Chuck) Knox volteó hacia mí como buscando mi mirada y respuesta para entrar y tratar de salvar el juego. Me di cuenta, volteé, lo miré y desvié mi cabeza a otro lado, no quería saber nada, pues hasta ese momento fue cuando se acordaron de mí. Quizá estuvo mal, pero así lo decidí en su momento”.

Después de ese juego, Namath se fue del equipo y de la NFL por la puerta de atrás.

Más tarde otro que nunca se dio cuenta de que ya no tenía más que ofrecer fue Ken Stabler, otro símbolo de los Raiders de Oakland (1970-79) En 1980 fue cambiado a los Petroleros de Houston donde su nula movilidad y un brazo acabado nada le permitieron hacer para mejorar al equipo. Con su estilo de vida poco edificante, pasó en 1982 a los Santos de Nueva Orleans donde era un auténtico anciano a pesar de no llegar ni a los 40 años. En dos años para el olvido, se retiró sin fanfarria alguna. De haber dicho adiós como un Raider otro recuerdo habría dejado.

CORRIENDO POR UN RÉCORD

Franco Harris era un caballo de batalla con los Acereros de Pittsburgh (1972-83). Cuatro Super Bowl ganados eran más que suficiente para marcharse por la puerta grande, después de todo ya en su último año en Pittsburgh su declive era notorio. Lo Acereros decidieron darlo de baja e increíblemente optó por continuar en la Liga. Los Halcones Marinos de Seattle lo firmaron sólo por un año (1984) para que intentara rebasar a Jim Brown como el segundo mejor corredor de la historia. Nunca lo logró, se quedó a 200 yardas, pero era triste verlo correr y la manera tan fácil en que lo derribaban.

De Earl Campbell, quizá el corredor más físico en la historia de la NFL, sólo detrás de Jim Brown, fue grosera la manera en que el coach “Bum” Philips se lo acabó en apenas seis temporadas con los Petroleros de Houston (1978-83). La realidad es que después de esas seis campañas, Campbell debió marcharse, pero erróneamente siguió a Philips en Nueva Orleans, donde nunca logró emular su poderoso estilo que tuvo en Houston.

Con los Vaqueros de Dallas curiosamente se dieron dos historias similares de éxito y de olvido. La primera fue con Tony Dorsett, fantástico corredor, quizá el más elusivo en la historia del equipo por encima de Emmitt Smith (al menos para mí). Tras 11 años en Texas (1977-87) decidió continuar para ser sólo un suplente con los Broncos de Denver en 1988. Nada pasó y Dorsett se fue sin el reconocimiento que merecía.

Poco después llegó Emmitt Smith, quien a la postre sería el corredor más productivo de los Vaqueros (1990-02), un auténtico semi dios entre la afición, pero que optó por seguir sumando yardas antes que cuidar la imagen de su legado. Se fue un equipo entonces archirrival de división, los Cardenales de Arizona (2003-04) donde sin representar un factor decisivo para el equipo, sólo se dedicó a apuntalar su récord como inalcanzable como el corredor con más yardas en la historia (18,355).

NEGÁNDOSE A MORIR

Durante sus últimos años con los Empacadores de Green Bay (1992-07), Brett Favre mantenía un suspenso sobre su continuidad con el equipo. Cada año que terminaba parecía que se retiraría y al final regresaba, hasta que el equipo le dijo que era suficiente y debían darle una oportunidad al hoy titular Aaron Rodgers. Dolido, tomó la oportunidad que le daban los Jets de Nueva York y firmó por un año en que arrancó como huracán y terminó como una llovizna. Era notorio que la fuerza del brazo se había acabado hacia el final de la temporada.

Sin resignarse a decir adiós, se fue al acérrimo rival de su ex equipo, a los Vikingos, donde más por coraje que por aptitudes físicas, llevó a Minnesota hasta el Juego de Campeonato de la NFC.

Después de una golpiza que le propinó la sucia defensiva de los Santos a sus 40 años, era el momento ideal para retirarse como un héroe, pero optó por jugar otro año, mismo en que sólo fue un suspiro. Se fue sin ningún reconocimiento en 2010.

Finalmente, nos encontramos con el triste final del que quizá sea el mejor atleta que ha pasado por la NFL, Jerry Rice.

Después de ganar tres Super Bowls con los 49ers de San Francisco (1985-2000) y agenciarse todos los récords como receptor, Rice decidió continuar aún a un elevadísimo nivel con los Raiders con quienes llegó a un Super Bowl (XXXVII). Sin embargo, a los 41 años y tras tres temporadas con Oakland, el equipo decidió canjearlo a Seattle, donde sólo fue un imán de taquilla, pues no era titular a pesar de mantener un nivel más que aceptable. Al finalizar la temporada fue cortado por el equipo y a los 43 años buscó una oportunidad con los Broncos de Denver en su campo de entrenamiento de verano.

Acostumbrado a usar siempre el numero 80 (de hecho, en Seattle pidió permiso al auténtico poseedor, Steve Largent, quien aceptó a pesar de ser un número retirado), en Denver se encontró con que Rod Smith, entonces receptor estrella del equipo lo usaba y no se lo cambiaría. Con tal de jugar, Rice aceptó usar el 19 y participó en los campos de entrenamiento de los Broncos.

Al final, Mike Shanahan, coach de Denver y su ex coordinador ofensivo en San Francisco, terminó con las aspiraciones de Jerry. No pasó el último filtro y quedó fuera del roster para la temporada 2005.

Nunca sabremos si Shanahan habló con Rice al respecto, pero de ser así, quizá era la persona más indicada para hacerlo. Aun así, Jerry insistía en que las ganas por jugar aún le quemaban por dentro y la capacidad física la tenía para desempeñarse a un alto nivel.

ijsm