Opinión

El discurso de Santa Claus

El discurso de Santa Claus

El discurso de Santa Claus

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Dentro de un mes miles de niños estarán entregando las cartas a Santa Claus quien, en un mes, llegará con trineo y renos a repartir los juguetes.

Pero ahora las cartas del gobierno, no son para pedir algo.

Ahora se escriben mensajes tan llenos de ilusión como en los años de la tierna infancia se garrapateaban peticiones de trenecitos (como el Maya), avioncitos de lámina (para la pista de Santa Lucía) y pelotas para jugar al beisbol.

Y esa carta, en forma de mensaje al mundo (al menos a la parte importante del mundo agrupada en el G-20) fue leída por nuestro Señor Presidente, con un tono magisterial, doctoral, podríamos decir, para sacudir al planeta.

El discurso es a un tiempo lección de economía y ética, pero también confesión internacional de éxito.

El Señor Presidente les ha restregado a los líderes del mundo reunidos virtualmente para confluir en Arabia Saudita, cómo a este país la pandemia, la crisis, la economía y todos los problemas existentes en el orbe, le hacen como el viento a Juárez.

Es más: le han venido como anillo al dedo, según dicen --cada quien desde su dedo--, no sólo el presidente sino la metódica (sin albur), secretaría de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval, quien nada tiene de original pues hace eco de las moralejas presidenciales. En fin.

El discurso presidencial pudo convertir el capital de la vergüenza, en el milagro por cuyo influjo se sostiene buena parte de nuestra economía. Y lejos de sentir pena, el gobierno se congratule y enorgullece por el volumen de las remesas, cuando la existencia misma de los emigrados es prueba de un prolongado ejercicio negativo de la economía.

Lea usted:

“…Esta estrategia (recortar el gasto y dispersar en programas sociales clientelares), coincidió con el milagro del aumento de las remesas enviadas de Estados Unidos de América por nuestros paisanos migrantes, remesas que envían nuestros paisanos a sus familiares, que este año, a pesar de la pandemia, llegarán a la suma récord de 40 mil millones de dólares, dinero que beneficia a 10 millones de familias pobres que están recibiendo en promedio 350 dólares mensuales...”

Más allá de la vergüenza por haber expulsado a quienes se fueron a buscar allá la vida negada aquí (culpa, obviamente del neoliberalismo, pues en los últimos dos años nadie se ha ido), sería conveniente buscar el significado de la palabra milagro.

—¿En verdad el aumento de las remesas es un milagro?

Pues entonces estamos ante el segundo prodigio y debería venir un taumaturgo a explicarnos si este asunto sobrenatural se parece al viejo “milagro mexicano” contado y recontado en los años dichosos del desarrollo estabilizador, cuyos resultados y actores (como don Antonio Ortiz Mena) el Señor Presidente, en sus muchas aproximaciones al tema en las interminables lecciones de economía mañanera como nos obsequia con evidente generosidad intelectual, tanto nos ha puesto como buen ejemplo,

Esa misma generosidad con la cual les dijo a los gobernantes de los integrantes del G-2=; cómo se debería comportar el mundo para mitigar los efectos de la pandemia y la consecuente crisis económica y financiera:

“…En lo esencial, nuestra propuesta consiste en lo siguiente:

“Uno. Hacer realidad el compromiso de quitar montos de deuda y del pago de servicio de la deuda a naciones pobres del mundo.

“Dos. Garantizar que los países de ingresos medios puedan tener acceso a créditos con tasas de interés equivalentes a las que están vigentes en países desarrollados…”

Uno de los dogmas de la IV-T, sin embargo, es no contratar deuda. No se entiende. entonces cual es el sentido de recomendar créditos con tasas “de interés equivalentes a las que están vigentes en países desarrollados…”

Quizá porqué en el lenguaje de la realidad, esto ha pasado con la deuda: no la contratamos, pero la vimos crecer en 20 por ciento.

“…aunque no contratamos deuda adicional, la consecuente pérdida de riqueza elevó la deuda pública de nuestro país, de 44.8 a 51.1 del Producto Interno Bruto nacional.

“Esto mismo ha sucedido en todo el mundo, la deuda creció a partir de la pandemia en un promedio del 20 por ciento, y si no abordamos este asunto desde ahora, en el futuro, se va a convertir en otra amenaza para la estabilidad económica y al bienestar social”.

Pero como es muy difícil persuadir al mundo de cualquier cosa, y más cuando se habla de dinero, pues entones atengámonos a los milagros.

Twitter: @CardonaRafael
rafael.cardona.sandoval@gmail.com