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El Papa arremete contra el populismo y pide la reforma de la ONU en su encíclica más política

"Hay líderes populares capaces de interpretar el sentir de un pueblo. Pero deriva en insano populismo cuando se convierte en la habilidad de alguien para cautivar en orden a instrumentalizar políticamente la cultura del pueblo, con cualquier signo ideológico, al servicio de su proyecto personal y de su perpetuación en el poder", escribió Francisco.

El Papa arremete contra el populismo y pide la reforma de la ONU en su encíclica más política

El Papa arremete contra el populismo y pide la reforma de la ONU en su encíclica más política

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Tras casi ocho años de pontificado, el papa Francisco aprovechó este domingo la festividad de San Francisco de Asís para firmar su tercera encíclica que llamó “Hermanos Todos” (Fratelli Tutti, en italiano), en la que muestra su lado más político y social y en la que reafirma su crítica hacia los abusos de la globalización, el libre mercado y el resurgimiento de líderes populistas.

Mientras escribía el documento, explica el Papa, irrumpió la pandemia del coronavirus y esto "ha servido para demostrar que "nadie se salva solo" y que ha llegado el momento de "ser como una única humanidad en la que somos todos hermanos".

"La fragilidad de los sistemas mundiales frente a la pandemia ha evidenciado que no todo se resuelve con la libertad de mercado", escribe y abunda en el tema: "El mercado solo no resuelve todo, aunque otra vez nos quieran hacer creer este dogma de fe neoliberal. Se trata de un pensamiento pobre, repetitivo, que propone siempre las mismas recetas frente a cualquier desafío que se presente".

Para ello, urge a una necesaria reforma tanto de la Organización de las Naciones Unidas como de la arquitectura económica y financiera internacional", en una crítica al privilegio de veto de cinco potencias sobre el resto de países en el Consejo de Seguridad.

“Necesitamos de organizaciones mundiales que eviten una autoridad cooptada por unos pocos países; necesitamos organizaciones más eficaces, dotadas de autoridad para asegurar el bien común mundial, la erradicación del hambre y la miseria, y la defensa cierta de los derechos humanos elementales".

En una era marcada por el resurgimiento de líderes autoritarios, Francisco escribe: "Hay líderes populares capaces de interpretar el sentir de un pueblo. Pero deriva en insano populismo cuando se convierte en la habilidad de alguien para cautivar en orden a instrumentalizar políticamente la cultura del pueblo, con cualquier signo ideológico, al servicio de su proyecto personal y de su perpetuación en el poder".

Francisco muestra también su lado más pacifista al afirmar que hoy en día "es muy difícil sostener los criterios racionales madurados en otros siglos para hablar de una posible guerra justa".

Una parte del séptimo capítulo de este extenso documento se detiene en la guerra que dice "no es un fantasma del pasado" sino "una amenaza constante" y representa la "negación de todos los derechos", "un fracaso de la política y de la humanidad", "una claudicación vergonzosa, una derrota frente a las fuerzas del mal".

Advierte que "se están creando nuevamente las condiciones para la proliferación de guerras" y que "si se quiere un verdadero desarrollo humano integral para todos, se debe continuar incansablemente con la tarea de evitar la guerra entre las naciones y los pueblos".

Francisco recuerda que "el catecismo de la Iglesia católica habla de la posibilidad de una legítima defensa mediante la fuerza militar, que supone demostrar que se den algunas condiciones rigurosas de legitimidad moral".

Pero apunta que "fácilmente se cae en una interpretación demasiado amplia de este posible derecho".

Añade que "a partir del desarrollo de las armas nucleares, químicas y biológicas, y de las enormes y crecientes posibilidades que brindan las nuevas tecnologías, se dio a la guerra un poder destructivo fuera de control"

Y entonces, a pesar de lo escrito en el catecismo, afirma que "ya no podemos pensar en la guerra como solución, debido a que los riesgos probablemente siempre serán superiores a la hipotética utilidad que se le atribuya".

"Ante esta realidad, hoy es muy difícil sostener los criterios racionales madurados en otros siglos para hablar de una posible "guerra justa". ¡Nunca más la guerra!", señala.