Opinión

En educación tecnológica, el futuro ya es presente

En educación tecnológica, el futuro ya es presente

En educación tecnológica, el futuro ya es presente

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Recientemente el máximo director ejecutivo de Amazon (CEO, por sus siglas en inglés), el multimillonario Jeff Bezos, anunció que abrirá una escuela preescolar gratuita para niños de bajos recursos en la ciudad de Washington, la que iniciará actividades el próximo 19 de octubre, con una inversión de 2 mil millones de dólares.

Esta obra forma parte de una red de escuelas preescolares gratuitas (cuyo modelo educativo se basa en el método Montessori), en las que se atenderán todo el año y en jornadas completas a niños de entre de 3 y 5 años de edad. Este proyecto será financiado directamente por Bezos Day One Fund, y, según el sitio de la fundación, “crea una oportunidad para aprender, inventar y mejorar la educación de la primera infancia”.

Siendo Amazon una compañía que tiene su mercado principal en el comercio electrónico y cuya historia la establece como una de las primeras compañías en ofrecer y vender bienes en internet a gran escala, es de esperarse que la visión del CEO Jeff Bezos guíe el proyecto de escuelas preescolares gratuitas para que contribuya, junto a otros frentes en favor de la protección y la educación de la niñez, a la formación de nuevas generaciones que consoliden la construcción de mejores sociedades, donde ser humano y nuevas tecnologías resultan ser, desde ya, un binomio armonizado e inseparable.

No obstante, la reflexión nos conduce a la posibilidad de que las plataformas educativas, en otros momentos, suplan las clases presenciales y generen o intensifiquen la comercialización de datos personales, es decir, la transformación de éstos en mercancía sujeta a la compraventa con fines de lucro, lo que la psicóloga social Shoshana Zuboff denómino “capitalismo de vigilancia”, concepto utilizado y popularizado desde el 2014.

Resulta interesante el crecimiento que han tenido en los últimos doce años las redes de Facebook, Instagram, Snapchat, Twitter, WhatsApp, entre otras, y de su instauración e impacto en la formación académica, sobre todo ahora que, si bien el desarrollo de las tecnologías de la comunicación y de la información fueron diseñadas para ayudar y facilitar las actividades humanas, éstas han pasado a la generación indiscriminada, exponencial y desordenada de datos, cifras, sucesos y noticias, a veces difíciles de discernir, que paradójicamente han conducido a la desinformación y la manipulación mediática.

Para la industria digital, además del pago por un producto, tú mismo eres un producto; lo que significa que nuestros datos personales obtienen un valor significativo, incluso para utilizar anímica y emocionalmente a las personas mediante algoritmos que se implantan en la plataforma digital y actúan de forma “inteligente”, ofreciendo al usuario información sensible y de fácil acceso, de acuerdo a busquedas básicas que correlaciona con datos almacenados, ofreciendo noticias, ideas, imágenes, sonidos, mensajes e información completa de empresas, instituciones, grupos culturales, religiosos, asociaciones y partidos políticos.

En los estudios realizados sobre diferentes instituciones educativas, se ha determinado que la plataforma más utilizada, por su disponibilidad en los celulares y su rápida conectividad con diferentes grupos, es el WhatsApp (a tal grado que han disminuido las llamadas telefónicas y los correos electrónicos), en donde participan alumnos, docentes y padres de familia para compartir documentos, videos y presentaciones, atendiendo así sus variados requerimientos.

Para alcanzar objetivos pedagógicos y dar seguimiento a los alumnos, ahora más que nunca contamos con herramientas tecnológicas que se pueden usar dentro y fuera del aula, como un ejercicio de democratización de la tecnología que trata precisamente de poner sus instrumentos y desarrollos de vanguardia al alcance de todos, ofreciendo a los usuarios prestaciones de calidad adaptadas a sus necesidades y a costos accesibles para la mayoría de población, además de garantizar la humanización de todos los usuarios, en especial la de los docentes.

Hace unos días presenciamos, en un video que se hizo viral, cuando una maestra de la Facultad de Psicología de la Universidad Juárez del Estado de Durango (UJED), contrario a cualquier principio y practica pedagógicos, reprendió a sus alumnos por no aparecer en pantalla de la clase virtual, sin tomar en consideración la posibilidad de alguna falla técnica o la disminución de la capacidad de la señal de internet para la transmisión de voces e imágenes, a lo que la institución educativa decidió separarla de su cargo sin goce de sueldo, aduciendo que no se podía tolerar este tipo de actitudes viniera de maestros, trabajadores administrativos, de confianza o incluso de los propios alumnos.

El dilema de las redes sociales entre beneficiar a quienes hacemos uso de ellas en la docencia (al generar interacción digital sin importar el lugar y la distancia; al desarrollar distintas competencias tecnológicas y de comunicación, y al fomentar la búsqueda de información y conocimiento significativo) y el riesgo que implica la falta de interacción fisca personal, de su dialogisidad, y del caos masivo, soledad y polarización de la sociedad, nos lleva a reflexionar profundamente sobre la utilización de estas herramientas, sin tener una posición negativa o de temor ante ellas, ya que su efectividad radica en los objetivos claros que se tengan en el desarrollo social y humano para los que originalmente fueron diseñados.

El internet y las redes sociales son inconmensurables ventanas al mundo, hacia un futuro ya presente entre nosotros, pero que, aunado a la alfabetización digital, es esencial fomentar acciones de prevención que eviten que la niñez se vea afectada por los riesgos que ello implica, estableciendo políticas de privacidad digital de los usuarios, como un derecho inalienable.

En memoria de la masacre de Tlatelolco. A 52 años y por el largo camino hacia la democracia en que aún resuena el eco de la consigna “2 de octubre no olvida”.