Opinión

Estados Unidos: Desafío a la democracia

Estados Unidos: Desafío a la democracia

Estados Unidos: Desafío a la democracia

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Hay mucho en juego este 3 de noviembre en Estados Unidos. Entre las posibilidades que se barajan a partir de hoy, no es descartable el descenso hacia el inframundo de la impugnación y la judicialización del proceso electoral. Sería también el viaje hacia el deterioro de la convivencia civil y de una democracia que ha querido presentarse como ejemplar.

Esa posibilidad depende, en mucho, de cómo vayan evolucionando los resultados de esta noche. Pero también del manejo de los medios, que requerirán tener un compromiso claro con la democracia, sus métodos y sus procesos.

Sabemos que el demócrata Joe Biden tiene casi asegurada la mayoría del voto popular, pero también que el sistema estadunidense de colegio electoral le da oportunidad al presidente Donald Trump de ganar, como lo hizo en 2016, aun con el voto minoritario, y reelegirse.

Como suele suceder, será la votación en un puñado de estados la que determine el ganador. En la gran mayoría de ellos Biden tiene ventaja en las encuestas, pero eso no basta. Si no gana ampliamente en ellos, las características especiales de este 2020, en el que un gran porcentaje de los votos ha sido por correo o anticipado, abren la puerta para que Donald Trump no reconozca su derrota y arme un conflicto postelectoral sin precedentes en la historia de la Unión Americana.

Desmenuzando el asunto, hay cuatro categorías de estados bisagra: los del norte, que allá llaman del “medio oeste”: Michigan, Wisconsin, Ohio y Pensilvania; los del sur, que serían en esta ocasión Carolina del Norte y Georgia; los del sureste, donde están Arizona y, sorprendentemente, Texas; y Florida, que es un caso especial. Todos fueron ganados por Trump hace cuatro años y sólo se puede dar el lujo de perder los dos que ganó por un pelito y en los que va claramente abajo en las encuestas en este año: Michigan y Wisconsin. Cualquiera de los otros que pierda significará que Biden ganó la elección.

Las encuestas nos dicen que Biden es favorito en Pensilvania, Carolina del Norte, Georgia, Florida y Arizona, que están prácticamente empatados en Ohio y que Trump tiene una ligera ventaja en Texas. Si, a pesar de los ajustes que han hecho los encuestadores para no repetir los errores de 2016 (específicamente, no ponderaron por nivel de escolaridad), volvieran a tener una falla de tamaño similar y en el mismo sentido, Biden ganaría de todos modos Pensilvania. La falla tendría que ser del doble para que no sucediera así.

En otras palabras, es improbable -aunque no imposible- que se repita el fenómeno electoral de hace cuatro años. Pero esto no quiere decir que no necesariamente vaya a haber problemas. Y pueden ser serios.

Sucede que más de 90 millones de electores, de los 240 millones del padrón estadunidense, ya votaron. Aproximadamente 60 millones lo hicieron por vía postal y el resto en casillas especiales abiertas con antelación. La pandemia de COVID-19 multiplicó el número de ciudadanos que prefirieron sufragar sin acudir personalmente a los centros de votación.

Como la pandemia se politizó mucho en Estados Unidos, se ha comprobado que la mayoría de quienes votaron por correo son simpatizantes demócratas, y se espera que la mayoría de quienes asistan este martes a las urnas serán simpatizantes republicanos. Hay estados que tienen experiencia con el voto postal anticipado y hay estados que no. Hay estados que empiezan a contar los votos desde que llegan; otros que sólo pocos días antes y otros que el mero día. Y hay estados que sólo aceptan los votos que llegaron antes de la fecha de la elección y otros que aceptan los votos que se depositaron ese mismo día, aunque lleguen una semana después.

¿Y dónde cabe Pensilvania? En la peor combinación posible. Sin experiencia en voto postal, que los empieza a contar hasta el día de la elección y que acepta incluso los votos con sello postal de este martes, aunque lleguen después.

Si tomamos en cuenta que la proporción de votos vía correo sobre el total es muy alta y que la mayoría son demócratas, resulta fácil colegir que -si las encuestas no están perdidas- cuando empiece el conteo en ese estado, estará notablemente del lado republicano, para darle la vuelta a favor de los demócratas, en la medida en que se vaya contabilizando el voto postal.

Esos vuelcos los hemos vivido en México, y la reacción fue la misma: la denuncia de un fraude electoral. Trump, fiel a su estilo populista, ha denunciado el fraude anticipado, aduciendo que el voto postal está amañado. Por eso es posible que, si gana la mayoría de los otros estados bisagra, no se espere a que haya resultados en Pensilvania para cantar victoria. Y lo más probable es que no habrá resultados en Pensilvania la misma noche de la elección.

Para completar el panorama, la altísima votación anticipada y por correo hace difícil el trabajo de las encuestas a pie de urna: los que acuden el martes no necesariamente son representativos del electorado en general. Y todos los ponderadores que se agreguen para buscar esa representatividad pueden ser fácilmente acusados de “cuchareo” (esa palabrita que aquí bien conocemos).

Todo esto significa que, para esta elección, tendremos que tener las entendederas bien puestas en lo que pasa en Florida, Georgia y Carolina del Norte, así como en Arizona, que, a menos de que la elección esté cerradísima podrán cantar ganador ese mismo día. Con una que se lleve Biden, no habrá manera de que Trump pueda armar un conflicto. Si cayeran Ohio o Texas en la buchaca de los demócratas, sería la cereza del pastel.

Pero si la elección está muy cerrada en todos esos estados, de forma tal que, por la necesidad de esperar el recuento total de los votos por correo, no se puede proclamar un ganador, la incertidumbre abonará para el intento de Trump de clamar victoria sin tenerla, de llamar a sus bases militantes a defender esa patraña, de mandar a su ejército de abogados a deslegitimar la elección y de pretender que la Suprema Corte, de mayoría conservadora, sea quien diga la última palabra.

Sería una prueba difícil para las instituciones democráticas en Estados Unidos. Porque en una democracia debe ganar quien quedó adelante cuando se contaron todos los votos, no quien dice que ganó o quien torció la ley para ganar. Ese desafío a la democracia en EU no se había visto en generaciones. Ojalá y no suceda, y el ganador sea muy claro.

fabaez@gmail.comwww.panchobaez.blogspot.comTwitter: @franciscobaezr