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Jorge Flores Valdés (1941- 2020)

Su obra científica y de divulgación, su contribución como impulsor de la ciencia y su carrera fueron objeto de muchos reconocimientos (...) En verdad, nos ha dejado un gran amigo y hombre de ciencia excepcional

Jorge Flores Valdés (1941- 2020)

Jorge Flores Valdés (1941- 2020)

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy
Dr. Fernando del Río Haza, miembro del CCC

Me embarga la tristeza escribir en ocasión de la muerte de un gran científico y entrañable amigo por más de 60 años. Conocí a Jorge a principios de 1958, cuando comenzábamos nuestros estudios de física en la Facultad de Ciencias de la UNAM. Él fue un estudiante extraordinario gracias a su chispa intelectual y su habilidad para ir al meollo de los asuntos más intrincados, aunada a una espléndida memoria y un admirable sentido de la disciplina.

Esas mismas cualidades fueron la base de sus muchos logros como hombre de ciencia, creador de instituciones, maestro y apoyo activo de la ciencia y de su divulgación. Jorge realizó su doctorado en la UNAM bajo la dirección de Marcos Moshinsky, gran físico teórico, con quien conservó una estrecha liga de amistad y admiración; completó su formación con una estancia en la Universidad de Princeton.

Fue profesor y conferencista en muchas instituciones de renombre, como las Universidades de París y Princeton, pero la mayoría de sus estancias en el extranjero fueron más bien cortas; siempre regresaba a México y a la UNAM donde desarrolló toda su carrera profesional, en particular en el Instituto de Física. Por la UNAM siempre guardó sentimientos de lealtad y acendrado cariño.

El espíritu inquisitivo de Jorge Flores lo llevó a atacar una serie de problemas de física teórica que él doblegó con inusual visión y destreza matemática: estadística de reacciones nucleares, matrices estocásticas, espectro electrónico de nanopartículas, sistemas desordenados, sistemas complejos, vibraciones elásticas con resonancias gigantes y muchos otros.

Su obra científica quedó plasmada en cientos de artículos que han tenido fuerte repercusión en los medios científicos especializados. También hizo una contribución que trascendió el ámbito de los especialistas: el estudio de vibraciones mecánicas del subsuelo del Valle de México, realizado mediante técnicas matemáticas muy refinadas, que permitió entender cómo se distribuyeron los daños sísmicos mayores en el mapa de la Cd de México en el terremoto de 1985.

Como maestro, Jorge inspiró a muchos jóvenes por su entusiasmo en la búsqueda de la explicación más sencilla y profunda de un fenómeno, y los formó en el respeto al rigor intelectual.

Jorge Flores vivió comprometido con el futuro de su patria y convencido de que la ciencia tiene un papel fundamental en el bienestar de su población. La ciencia y México fueron su compromiso y pasión. Por eso es que no podía quedarse encerrado en el campo de la ciencia misma, por más atractiva que fuese ésta para su intelecto y curiosidad científica. Fue entonces que, movido por una vocación de servicio junto con la confianza en sus capacidades, emprendió tareas de dirección de instituciones académicas y de promoción de la ciencia y la educación.

Fue muy importante su labor como director del Instituto de Física y del Centro de Ciencias Físicas, ambos de la UNAM, para consolidarlos como centros muy activos de alto rigor. Y no podía dejar de impulsar las asociaciones de científicos: fue presidente de la Sociedad Mexicana de Física y de la Academia de la Investigación Científica –hoy Academia Mexicana de Ciencias– y, más recientemente, coordinador del Consejo Consultivo de Ciencias de la Presidencia de la República, tarea que desempeñó con singular valor al comunicar su entusiasmo a muchos de sus miembros para analizar el presente y futuro de la ciencia mexicana, obra que se publicó en varios volúmenes.

Su ambición por impulsar la ciencia y la educación en el país encontró una oportunidad de oro al ser nombrado Subsecretario de Educación Superior e Investigación Científica, siendo Secretario Jesús Reyes Heroles.

En ese puesto, preocupado por la endémica debilidad de las instituciones universitarias fuera de la Cd de México, Jorge desplegó sus dotes para concebir y echar a andar el Programa Nacional de Apoyo a la Educación Superior, que fue el primer esfuerzo concertado por parte del gobierno federal para mejorar la condición del profesorado de las universidades de los Estados de la República. Pero quizá la iniciativa que más ha trascendido en el medio científico mexicano fue la creación del Sistema Nacional de Investigadores, SNI.

Quizá muchos no comprendan hoy la situación que aquejaba a la comunidad científica mexicana en 1983. Debido a los graves problemas económicos y presupuestales que se sufrían, los ingresos de los investigadores de las instituciones mexicanas se habían literalmente desplomado. En consecuencia, ocurrió una fuga de cerebros de la investigación hacia el extranjero y actividades económicas comerciales; un buen número de investigadores y profesores-investigadores renunciaron a sus puestos y emigraron y se desmembraron muchos grupos de investigación.

La situación era cercana al desastre. Había que actuar, desde el gobierno federal, con prontitud y eficacia. Jorge, acompañado por Salvador Malo, a la sazón asesor de Reyes Heroles, y con la invaluable contribución de la directiva de la Academia de la Investigación Científica, se diseñó el SNI y se echó a andar en tiempo récord, con lo que se detuvo e invirtió la debacle.

Otra componente importante de sus preocupaciones y quehaceres fue la divulgación de la ciencia. Se inició como pionero en esa actividad como miembro del grupo de jóvenes científicos que fundó y mantuvo funcionando la revista Naturaleza, a partir de 1968. Años después fue director de Centro de Comunicación de la Ciencia, también de la UNAM, desde donde fue el creador conceptual y organizador de Universum, el grandioso museo de ciencias de la UNAM.

Jorge no sólo fue un impulsor de la divulgación, sino que la ejerció él mismo; escribió varios notables libros de texto y para el público general, además de dictar innumerables conferencias. ¿Cómo podía concebir y compaginar tantas actividades y llevarlas al cabo él mismo con eficacia? Eso sólo se explica por su extraordinaria capacidad de organizar el trabajo, propio y de los demás, unida a una voluntad inquebrantable.

Como ejemplo recuerdo la ya remota ocasión en que asistimos él y yo a una conferencia de divulgación en el Centro José Martí, a un lado de la Alameda de la Ciudad de México. Al salir, el papá de Jorge, que también había asistido a la plática, nos inquirió por qué no se hacía algo como eso para niños. Jorge tomó la pregunta casi como un reto y en poco tiempo había organizado dentro de la Academia de la Investigación Científica un ciclo permanente de pláticas para niños que ha durado más de treinta años y se ha extendido a gran parte de la República.

Su obra científica y de divulgación, su contribución como impulsor de la ciencia y su carrera fueron objeto de muchos reconocimientos. Muy joven obtuvo el Premio de la Academia de la Investigación Científica, después logró el Premio UNAM y el Premio Kalinga, presea internacional a la labor de divulgación de la ciencia, así como el Premio Nacional de Ciencia y Artes. Recibió también varios doctorados honoríficos.

En verdad, nos ha dejado un gran amigo y hombre de ciencia excepcional.