Opinión

La ciencia y las teorías conspirativas en tiempos de COVID-19

La ciencia y las teorías conspirativas  en tiempos de COVID-19

La ciencia y las teorías conspirativas en tiempos de COVID-19

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

La negación de la ciencia

Como un minúsculo ejemplo del avance de la ciencia, consideremos al celular, del que podemos acceder a internet, tomar y transmitir videos, saber donde estamos y cómo llegar a nuestro destino. Pese al uso y beneficio cotidiano de la ciencia, un creciente número de personas desconfía de la misma y de los científicos. En cambio, cree que la Tierra es plana, que las vacunas dañan la salud o que la de COVID-19 en particular, contiene micro transmisores. Me aterra la facilidad con la que gente común, con una preparación y formación educativa, están aceptando y siguiendo las recomendaciones de las llamadas teorías conspirativas, que no son teorías sino conjeturas sin fundamentos reales o sólidos.

Las teorías no son hipótesis. Una razón de este recelo es el desconocimiento del cómo opera la ciencia y por qué el conocimiento científico es confiable.

Entendamos que una hipótesis y una teoría son conceptos diferentes. Una teoría es un cúmulo de conocimiento alrededor de un tema o fenómeno y es apoyado por el nuevo conocimiento que se genera.

Una hipótesis es una posible explicación a un fenómeno que se observa (basada en conocimiento, no es una simple ocurrencia), y se pone a prueba mediante el método científico. Si las observaciones, pruebas o experimentos no confirman la hipótesis, se pone a prueba una nueva explicación. Cuando una hipótesis se confirma, pasa a ser parte de la teoría del campo de estudio al que pertenece.

¿Por qué confiar en esas explicaciones científicas? El proceso científico de la prueba de hipótesis requiere del estudio a fondo del conocimiento existente alrededor del fenómeno, para pensar en explicaciones potenciales alternativas. Incluye también el llevar a cabo observaciones y experimentos, registrando meticulosamente todos los detalles que puedan influir en los resultados, desde la marca y modelo de los instrumentos utilizados, hasta las condiciones del lugar y quiénes los hicieron. Esto con la idea de que otros investigadores puedan replicar el trabajo y corroborarlo.

Los resultados son analizados, incluyendo pruebas estadísticas que permiten confirmar que lo encontrado no es producto del azar, y se comparan con estudios similares para determinar si son consistentes con lo que se ha reportado previamente.

Los resultados son comunicados mediante un documento de investigación que es enviado por la revista especializada en que se pretende publicar, a dos o tres especialistas en el tema para que lo revisen concienzudamente, buscando cualquier problema, debilidad o error en los métodos, análisis e interpretación de los mismos. Estas observaciones son enviadas a los autores, quienes tienen que responder todas y cada una, en un proceso que involucra varios envíos y recepción de observaciones y modificaciones, hasta que el trabajo es aceptado y se publica, o se considera que no cumple con los estándares necesarios y se rechaza.

Una vez publicado, está disponible para la comunidad científica y cualquier persona interesada, quedando disponible para pasar por el escrutinio de investigadores que encuentren una debilidad en el trabajo, y de ser este el caso, refutarse total o parcialmente mediante la discusión pública de las diferencias, en las revistas especializadas.

Además, los autores del trabajo de investigación deben declarar de dónde procedieron los fondos que les permitieron realizar su trabajo o si existen conflictos de interés que puedan influir el resultado de la investigación.

Por supuesto no es un sistema perfecto, y excepcionalmente los investigadores han publicado datos falsos o manipulados, pero el propio sistema permite eventualmente detectar estos problemas y por lo tanto corregirlos.

¿Por qué no se puede confiar en cualquier información que vemos en internet o en las redes sociales? Las teorías conspirativas no son teorías en el sentido de que no existe un cúmulo de información distinta que sea consistente con ellas y que se vaya apilando, dando más soporte a la idea. Son elucubraciones presentadas de una forma convincente a una audiencia, usando términos o argumentos pseudocientíficos, para dar la impresión de que quien la respalda sabe de lo que habla, y aprovechándose de la falta de pensamiento crítico o de conocimiento por parte de quién recibe el mensaje.

Como ejemplos de esto el movimiento anti-vacunas y los remedios para la COVID-19.

Cuando alguien utiliza un tratamiento médico recomendado en las redes sociales, no se tiene información respecto al número de personas que lo utilizaron, cuántas se curaron, no tuvieron cambios, sufrieron efectos adversos o murieron. Tampoco se tiene información sobre si la enfermedad fue confirmada y por que método. Además, se desconocen otros factores que pudieron influir en el resultado. Por lo que no se puede confiar en que funcione, ni en que sea inocuo.

El seguir remedios para la COVID-19 o cualquier enfermedad grave puede afectar negativa y permanentemente la salud de las personas, especialmente cuando se dejan los tratamientos convencionales que son efectivos (y sí, que pueden tener efectos secundarios negativos o desagradables) y solo regresan a ellos cuando ya es demasiado tarde para que tengan efecto. En todo caso, consulte con un médico la conveniencia de seguir el remedio particular recomendado.

El movimiento anti-vacunas está teniendo éxito al generar en la gente, temor infundado respecto a vacunarse contra el virus SARS-CoV-2. Sin embargo, al no haberse encontrado o desarrollado ningún tratamiento que cure la COVID-19, en este momento la vacunación es la mejor opción para poder, en algunos meses, regresar a la normalidad. Pero al igual que con otras enfermedades infecciosas, ésta sólo protegerá de forma efectiva a la población si una mayor parte de la gente es vacunada, si no es así, continuará habiendo un riesgo importante de contagio.

Confiemos en la ciencia, su función es generar conocimiento y ponerlo disponible para la generación de conocimiento nuevo que ayude a la solución de problemas, teóricos o prácticos. La ciencia no trata de engañar ni avanzar una agenda escondida, pero ignorar las advertencias de los científicos tiene costos sociales, económicos y políticos.

Pensemos críticamente, dudemos de lo que escuchamos y busquemos datos o evidencias que apoyen la información que recibimos, y no compartamos información dudosa sin corroborar su veracidad.