Opinión

La Cuarta Transformación vestida de olivo

La Cuarta Transformación vestida de olivo

La Cuarta Transformación vestida de olivo

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

El discurso del señor general secretario de la Defensa Nacional, Cresencio Sandoval del pasado viernes, ha sido quizá el más esperado de todos cuantos hayan sido pronunciados por un alto jefe militar en los últimos años.

El hecho mismo de haberlo anunciado cuatro días antes como punto estelar del mermado programa conmemorativo del aniversario de la difunta Revolución Mexicana y el regreso a México de su antecesor, Salvador Cienfuegos, acusado en Estados Unidos de narcotráfico, conspiración y lavado de dinero, teñían la ocasión de morbo amarillo.

Todos sabíamos cual iba a ser la palabra más repetida: lealtad.

Sin embargo, esa virtud, esa conducta, ese supremo valor, sobre cuyo cumplimiento se cimenta toda la estructura militar contemporánea desde 1913 de manera invariable, ha sufrido en esta ocasión un cambio de matiz.

Si bien el señor general se ha pronunciado por la lealtad institucional, también ha confesado tenerla hacia un programa meramente político: la Cuarta Transformación.

De acuerdo con su dicho las Fuerzas Armadas han estado presentes en las anteriores transformaciones nacionales —lo cual es inexacto—y de manera decidida y abierta, quieren estarlo ahora en esta nueva etapa de la historia. O mejor dicho del proyecto de historia.

La “Cuarta Transformación” es —en el mejor de los casos— un anhelo en la estrategia personal del presidente de la República. Se lograría (y aquí el verbo en futuro hipotético), si todas las demás políticas públicas y actos de gobierno se culminaran de manera eficiente y suficiente, hasta invertir la pirámide social y lograr el bienestar de todos, principiando por los pobres, cuando dejen de ser pobres y se instale el reino de la bondad, la justicia, la fraternidad y todos esos elementos tantas veces explicados por el presidente en sus discursos, arengas, homilías y fervorines.

Por eso llama la atención este fragmento del discurso del general Sandoval:

“…Quienes somos parte de las Fuerzas Armadas provenimos de poblaciones de todo el territorio nacional y esto es muestra fehaciente de que nuestra institución nació del pueblo, se nutre del pueblo y trabaja por el pueblo.

“No hay forma en que esta realidad pueda cambiar, tenemos presente que las Fuerzas Armadas han cumplido un papel trascendental en cada una de las transformaciones nacionales y eso nos motiva a seguir contribuyendo con la que actualmente vive nuestro país…”

¿En cuáles transformaciones nacionales habrá pensado el orador uniformado de gala y en cuyo desarrollo las Fuerzas Armadas hayan cumplido un papel “trascendental?”.

Obviamente no en la prolongada guerra de Independencia. No veo a estos militares ni a ninguna institución antecedente de la actual en las batallas del Monte de las Cruces o en el sitio de Cuautla.

Tampoco están en el Cerro de las Campanas. Ni bajo al mando del héroe del 2 de abril o La Carbonera.

El Ejército vencedor en la Revolución Mexicana fue el Constitucionalista; no este cuya organización vino un tanto después.

Dicho así, la participación del Ejército Nacional en las labores cuya desembocadura sería el puerto feliz de la Cuarta Transformación de México es la sujeción a un programa de gobierno; no al Estado Nacional a secas.

Hoy la “IV-T” no deja de ser sino un anhelo, una invocación, una utopía para mover la historia, en todo caso.

“…Con esa subordinación al poder civil cumplimos las misiones generales que tenemos asignadas y trabajamos en proyectos prioritarios encaminados al desarrollo de nuestro país, sin que ello signifique perder nuestra naturaleza o razón de ser.

“Por ello, es importante recalcar que, en coordinación con la Armada y de acuerdo a las atribuciones que su ley orgánica le otorga, es la cuarta misión establecida en la Ley Orgánica del Ejército y Fuerza Aérea la que sustenta nuestra participación en los proyectos prioritarios ya que mandata lo siguiente, cito: ‘Realizar acciones cívicas y obras sociales que tiendan al progreso del país’, fin de la cita…”

No se debe confundir la cuarta misión, con la cuarta transformación. Es otra cosa y se refiere a la multiplicidad de funciones.

Hoy la lealtad ha sido definida en cuanto a la participación del instituto armado en los “proyectos prioritarios” del gobierno. Esa participación los ha convertido en contratistas y proveedores de servicios: constructores de sucursales bancarias, aeropuertos, carreteras, distribuidores de combustibles y todo cuanto ya sabemos. Esas son obras de gobierno; servicios públicos, proveedurías y pretendidamente escalones a la transformación de la historia.

Y no esta mal su participación. Lo saben hacer y lo pueden hacer. Tienen ingenieros y talento. Pero la lealtad a la nación no puede confundirse ni mezclarse con la lealtad a un programa de gobierno. Se debería distinguir entre lo esencial y lo circunstancial.

No escuchamos nunca al general Antonio Riviello, secretario de la Defensa durante el periodo de Carlos Salinas de Gortari, pronunciarse en favor de las privatizaciones neoliberales y modernizadoras del entonces presidente.

Tampoco puso el secretario militar del expresidente Luis Echeverría, Hermenegildo Cuenca, la obediencia y lealtad del Ejército al servicio de los países del Tercer Mundo como era grotesca moda sexenal.

Hay más ejemplos, pero no tienen caso ahora. Son obviedades. El Ejército de tiempos de Peña, no firmó el “Pacto por México”.

Cada presidente ha ofrecido un lema adaptado en programa para lograr su anhelo de convertirse en cruce de caminos de nuestra historia. Y lo logran casi siempre por sus fracasos, no tanto por sus éxitos. La historia se va a escribir de todos modos, con o sin su gloria.

Una leve alusión tuvo, por otra parte, el general secretario acerca del penoso asunto de su antecesor:

“…nuestro especial reconocimiento y agradecimiento a los que hacen aún más sólida esta fortaleza institucional con su respaldo ante cualquier circunstancia que afecte a nuestro instituto armado…”

En estos días la única afectación ha sido esa.

Pero el mismo día cuando el general proclamaba su adhesión a los proyectos prioritarios del gobierno, el Señor Presidente —sable en mano—, la emprendía contra tirios y troyanos con motivo del punto al cual ha llegado la pandemia en México, cuyos cien mil muertos son parte de una cifra intrascendente, según ha dicho el mejor epidemiólogo del mundo, Hugo López-Gatell, conocido entre la banda, como “Gatinflas”.

Pero el presidente ha puesto el punto final a cualquier duda. Nadie la reclamará ahora. Y como los muertos no hablan, pues… menos.

“…Y es muy lamentable también en que en esta situación, esta circunstancia de dolor, se viva una temporada de zopilotes o se padezca de una temporada de zopilotes.

“Nosotros vamos a seguir cumpliendo con nuestra responsabilidad, lo han hecho muy bien los médicos, las enfermeras; muy bien los responsables de llevar a cabo esta estrategia; son de los mejores del mundo. Nunca se había tenido un secretario de Salud con tanto conocimiento…”

Así pues, como dijo Siqueiros, no hay más ruta que la nuestra. Ni pensar en cambios. Ni por qué, ni para qué.

Los zopilotes denunciados por el Presidente, se parecen en esta alusión, a los drogadictos en Estados Unidos en los tiempos de Gustavo Díaz Ordaz.

Cuando el gobierno americano acusó a México de ser el trampolín de las drogas hacia la Unión Americana, el expresidente respondió con ironía:

—Pues si no hubiera alberca tampoco habría trampolín.

En este caso si no hubiera muertos, tampoco volarían los gallinazos, como les llama Gabriel García Márquez a esos pequeños buitres mesoamericanos.

SPOTS

Cuando el gobierno de la República decidió combatir la drogadicción con spots melodramáticos en los cuales el mundo de las adicciones nunca es un mundo feliz, contrató histriones para leer textos a cual más lacrimógeno y conmovedor.

Un señor cuya vida dichosa se fue por el caño, una muchacha huérfana y por el dolor inducida a las malas compañías y el consumo de sustancias dañinas como la mariguana y luego otras más.

¡Ay!, los casos de la vida real. Ni Silvia Pinal los habría hecho con tan descarnada emoción.

Pero en el Senado estos anuncios sólo sirvieron para legalizar el uso lúdico, desmadroso y “recreativo” de la mariguana. Ahí si el mundo de las drogas es un mundo feliz.

“Prexta pa’ndar iguales”, ¿no?

rafael.cardona.sandoval@gmail.com

elcristalazouno@hotmail.com