Opinión

La fertilidad del suelo, elemento básico para la sustentabilidad

La fertilidad del suelo, elemento básico para la sustentabilidad

La fertilidad del suelo, elemento básico para la sustentabilidad

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Una de las más grandes preguntas que nos hacemos los que trabajamos en la producción de alimentos del campo es la fertilidad de los suelos. Hemos mencionado lo importante que es entender este concepto que es básico para poder proponer el modelo que debemos activar para asegurar la alimentación de la población

Debemos recordar la importante contribución que hizo Fritz Haber, un alemán que en 1913 inventó una técnica que se conoce como el proceso Haber-Bosch para la producción de fertilizante artificial a gran escala, mediante la síntesis de amoníaco a partir de hidrógeno y nitrógeno bajo condiciones de alta temperatura y presión. El proceso fue escalado para producir grandes cantidades y se comercializó por empresas como BASF.

Su contribución fue tan importante que en 1918 le fue otorgado el premio nobel de química. La producción anual a nivel mundial de fertilizante sintético se estimaba alrededor de 100 millones de toneladas. El impacto de esta tecnología para la población fue enorme ya que le aseguraba producción de alimentos. Antes de la síntesis de fertilizantes químicos había la costumbre de aplicar fertilizantes orgánicos Chile por ejemplo era un gran productor de nitrato de sodio que era depositado por las aves en las costas de ese país. Ha sido reportado que el trabajo de Haber afectó de manera significativa la economía del citado país que a principios del siglo XX ocupaba alrededor de 60 mil trabajadores que colectaban 2.5 millones de toneladas de fertilizante orgánico.

Estamos en la actualidad con serios problemas para mantener la fertilidad de los suelos. La aplicación del fertilizante químico nos ha llevado a ensalitramiento de los suelos. De tal forma que el modelo seguido durante el siglo XX debe de modificarse para poder tener una tasa elevada de productividad en el campo.

A mediados del siglo XX por invitación de uno de mis compañeros de Irak, me interesé mucho en la historia del área entre los ríos Tigris y Éufrates. Su trabajo doctoral era lo que actualmente se define como land reclamation. En mi visita a ese lugar que es famoso porque se piensa que ahí se originó la agricultura, me llevé la gran sorpresa de lo que es la pérdida de la fertilidad de los suelos y el ensalitramiento de los mismos. Independientemente de los recorridos por esos lugares de antiquísima historia en la producción de alimentos, visité algunos otros lugares en Asia menor y también en otros países, en los que pude constatar que la constante era que ahí estaban establecidas las grandes culturas que reseña la historia.

Si revisamos nuestro país, podremos darnos cuenta de que estamos promoviendo una agricultura basada fundamentalmente en fertilizantes químicos. Es verdad que hemos sido favorecidos por grandes espacios de tierra fértil que cuentan con excelentes sistemas de riego, si a esto se le agregan los fertilizantes químicos, los herbicidas y otros pesticidas, no tendremos oportunidad de restaurar la fertilidad de los suelos.

Independientemente de nutrientes como el nitrógeno, también aplicamos potasio, fósforo y otros micronutrientes. El campo de la fertilidad de los suelos ha permitido establecer fórmulas para reponer la fertilidad que se pierde cada vez que se levanta una cosecha. No olvidemos que, además, en muchos de nuestros campos agrícolas se riega con aguas fósiles, las que llevan elevado contenido de sales que al aplicarlos a los suelos favorece el ensalitramiento de los mismos.

En nuestro país existen notables instituciones que han trabajado en este campo y que han establecido cursos y también laboratorios para medir el grado de ensalitramiento de los suelos.

En fechas recientes se ha anunciado la reducción de aplicar pesticidas a los suelos, me parece importante sumar la variable que estamos anotando de la fertilidad de los suelos. Esperemos que las autoridades responsables de mantener en óptimas condiciones la fertilidad de suelo para enfrentar el reto de producir alimentos para la cada vez más grande población humana, acepten que no necesariamente lo urgente es incrementar el rendimiento por hectárea por año, sino el mantener la productividad producto del potencial natural del suelo. De no poner atención en un corto tiempo vamos a apreciar la reducción de la productividad de las plantaciones de aguacate, maíz, trigo, arroz y de otros cultivos que dan seguridad alimentaria a nuestro país.

Otro modelo cercano, es el utilizar el sistema de roza, tumba y quema, para poder restituir la fertilidad de los suelos. Por ejemplo, en Yucatán se reporta que existen aproximadamente 35,000 milperos que cultivan cada año 150,000 hectáreas para su alimentación, practicando el sistema agrícola tradicional llamado milpa. Por su importancia fue que el pasado 24 de abril del 2019, se asignaron cerca de 5 millones de pesos a un proyecto relacionado con la sustentabilidad agrícola denominado “Establecimiento de una estrategia integral para impulsar la milpa maya en Yucatán incrementando sus capacidades productivas y contribuyendo a su conservación, preservación y revalorización”. El recurso fue aprobado dentro del esquema de los fondos mixtos y ciertamente ha dejado un buen sabor de boca porque después de 40 años de no apoyarse la investigación de este sistema de producción agrícola, se retoma por la importancia que ha cobrado recientemente. El objetivo central del proyecto está definido en su título, y se desarrollará en los próximos tres años con la participación de investigadores de tres instituciones del estado. Resalta el señalar que el proyecto tiene como propósito diagnosticar y proponer opciones para su mejoramiento productivo, ecológico y social. Además, para reducir la problemática de la milpa que desde hace más de medio siglo ha venido reduciendo sus rendimientos, ocasionada por el deterioro de las condiciones ambientales y sociales de la región, principalmente por la pérdida de la fertilidad del suelo. En el pasado se dejaba que la selva creciera durante 15 años, después se tiraba y se quemaba la vegetación para que la milpa pudiera desarrollarse en esas tierras con la fertilidad que daba la tumba y la quema. En la actualidad no se respetan los 15 años y en la mayoría de las ocasiones la selva se corta cuando tiene cuando mucho 5 años.

La milpa o kool en lengua maya, es el sistema agrícola practicado por los campesinos mayas desde antes de la conquista para la producción de maíz, frijol y calabaza, entre otros, y que por limitantes ­edáficas como la baja fertilidad de los suelos establecieron la práctica de roza, tumba y quema para restituir dicha fertilidad, como se ha mencionado en el párrafo anterior. La milpa es un sistema agrícola exitoso para el autoconsumo familiar que incluye además un conjunto de actividades productivas que demandan el conocimiento del ecosistema para su manejo y aprovechamiento integral del mismo, entre los que destacan además de la producción de granos, la caza, la extracción de leña y maderas para la construcción de casas y actividades paralelas como la obtención de miel, etc. Cuando por excepción hay excedentes de la milpa hay venta de los productos a nivel de la propia comunidad.

La milpa demanda la participación de la fuerza de trabajo familiar de manera intensiva ya que no se utiliza maquinaria como serían los tractores, por ejemplo. Conviene anotar que el interés sobre este sistema agrícola específicamente en Yucatán no es nuevo. El estudio más formal que recordamos sobre este sistema fue el que estableció a finales de la década de los 70 del siglo pasado, el fundador de la línea de pensamiento llamada agricultura tradicional, y de la etnobotánica en México, el profesor Efraín Hernández X. Él inició y condujo el proyecto de largo aliento Dinámica de la milpa en Yucatán, desde el centro de Botánica del Colegio de Postgraduados en Chapingo por más de una década.

Esperemos que se ponga atención a no ensalitrar los suelos y perder la fertilidad de los mismos, en aras de levantar grandes cosechas que de ninguna manera serán sustentables después de varios años de explotación.