Opinión

La Guerra Desigual

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La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

La vida pública de México se ha transformado desde que AMLO inició sus conferencias matutinas. El debate público perdió –si alguna vez la tuvo— su simetría y ahora se ordena en torno a la voz presidencial que actúa como el Gran Hermano ante un público que no sale de su desconcierto.

Parece que el presidente habla sin tener plena conciencia del poder real que tienen sus palabras. Ese poder es inmenso. Si realmente fuera consciente de ese poder, debería asumir que cada vez que ataca a sus adversarios, como lo hace todos los días, incurre en un abuso imperdonable.

Imaginemos a un elefante combatiendo con hormigas. Esta imagen, de total desigualdad, refleja de alguna forma la lucha que lleva a cambio diariamente el presidente contra sus enemigos. Porque es lucha, Nos es diálogo ni es un debate entre iguales, es un combate en forma.

El presidente no invita a dialogar, reflexionar, a buscar consensos; no, lo que hace es agredir, agrede diariamente, sin agotarse, como si estuviera en guerra interminable contra enemigos portentosos dotados de un poder formidable. No ahorra palabras, no se inhibe, no apela al autocontrol; habla mucho, lo hace con facilidad, con ligereza, con la confianza que le ofrecen los altos índices de aprobación que obtiene en las encuetas.

La violencia del presidente, desde luego, no es física. Él ha dicho, “yo no reprimo”. Pero desde el punto de vista simbólico, es obvio que el presidente no sólo reprime, aplasta, ejecuta, corta cabezas, destruye reputaciones, pulveriza empresas y liquida organizaciones civiles. Y todo eso lo hace con la impunidad que le da su poder.

Su agresión contra Nexos y Letras Libres fue una decapitación patibularia. Un abuso extremo contra dos de las más importantes instituciones culturales privadas de México acusadas de incurrir en el abominable crimen de vender publicidad a los gobiernos neoliberales –o sea, los gobiernos de los dos sexenios anteriores.

¿Vender publicidad y servicios al gobierno es un crimen? ¿De qué crimen se trata? No hay evidencia alguna de que las transacciones que realizaron estas empresas culturales con el gobierno se hayan realizado al margen de la ley. El presidente no ofreció ningún elemento para imputar a estas instituciones privadas de incurrir en alguna ilegalidad.

Pero se montó una escenografía con la intención de señalar a esas empresas como perpetradoras de una falta de lesa patria. Desde su excepcional tribuna, el presidente juzga y sentencia sin apelación posible. Se ha convertido en el Gran Juez que rige la moral y la opinión nacional.

Los resultados de esta guerra simbólica serán, en el lago plazo, desastrosos para México. Tendremos un país dividido por antagonismos profundos que no obedecerán a diferencias ideológicas, ni al desencuentro entre proyectos de desarrollo, ni a ningún otro factor racional; no, lo que dividirá a los mexicanos entre sí serán emociones encontradas: odio, sospecha, resentimiento, desconfianza, animosidad, hostilidad, intolerancia y prejuicios. Y, al final de esta historia tendremos, tristemente, un país moralmente más débil y más pobre.