Opinión

La moral de rebaño

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La moral de rebaño

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

La moral, según Kant, es un asunto personal, íntimo, que se sustenta en la razón autónoma del hombre. Una moral no autónoma, que se guía por la opinión de los demás, es una moral heterónoma, o, como decía irónicamente Nietzche, una “moral de rebaño”.

Pretender enseñar la moral a hombres libres e inteligentes —como somos todos los mexicanos—, además de un insulto, significa poner en práctica una torcida pedagogía paternalista que trata de educar a un pueblo al que se considera inmaduro o menor de edad.

Eso es lo que se intenta con la Guía ética para la transformación de México del presidente López Obrador. Un panfleto superficial, contrahecho, improvisado, plagado de faltas y de enunciados erróneos tanto por su estructura lógica o como por su contenido ético.

AMLO pretende —ingenuamente— regresarnos a la Colonia. El principio de que el gobierno debe educar moralmente a la sociedad proviene del mundo colonial o feudal en donde reinaba un Código Ético único —en el caso de México Colonial—, el código ético de la religión católica. Pero los liberales, con Benito Juárez a la cabeza establecieron en las leyes el laicismo que consagró la inalienable libertad de conciencia.

Esta libertad es el fundamento de la sociedad moderna y democrática. La libertad es signo distintivo de la ilustración. La ilustración, dice Kant, es liberar al hombre de su culpable incapacidad --ésta incapacidad significa la imposibilidad de servirse de su inteligencia sin la guía de otro y es culpable porque su causa no reside en la falta de inteligencia sino de decisión y valor para servirse de ella sin la tutela de otro.

La incongruencia de AMLO y que además pone en evidencia su insinceridad, es que, por un lado, proclame día con día, la idea de que tenemos un pueblo sabio, culto, rico en valores y, por otro, intente educar a ese pueblo como se educa a los menores de edad tratando de enseñarles el ABC de la ética y con un instrumento de pésima factura.

Aunque la Guía repite lugares comunes de la moral universal como cuando dice que “No se debe humillar a nadie”. Al afirmar ese principio elemental se tiene un acierto y se incurre en un —involuntario—desaguisado. Porque gracias a las conferencias de prensa, los mexicanos somos testigos todos los días de que el presidente de la república humilla, insulta, agrede, anatemiza, descalifica y —simbólicamente—hace pedazos a sus enemigos.

La Guía es un total disparate que ilustra, una vez más, la idea muy pobre que el Presidente tiene del pueblo de México. No soporta el análisis lógico: ¿cómo decir, por un lado, “evitemos imponer nuestro mundo al mundo de los demás” cuando lo que pretende el escrito es, precisamente, hacer lo que literalmente está negando.

Pero en cuanto a sus contenidos hace recordar a cualquier sermón religioso. Su énfasis en el amor, la culpa, el perdón, la redención, etc. y la ausencia notable en ella de los conceptos básicos del laicismo (libre albedrío, moral común, derechos humanos, juicio imparcial y pensamiento crítico) nos conduce a pensar en la visión religiosa de un Pastor que dirige a su rebaño, el pueblo bueno, dócil, hacia la Tierra Prometida.