Opinión

La revolución mexicana y la 4T

La revolución mexicana y la 4T

La revolución mexicana y la 4T

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Hoy 20 de noviembre hace 110 años, Francisco I. Madero, convocó a los mexicanos a levantarse en armas contra el dictador Porfirio Díaz. Diversos ejércitos acaudillados así procediero hasta que, finalmente, el autócrata presentó su renuncia como presidente de la república, el 25 de mayo de 2011; pocos días después llegó a Veracruz para embarcarse junto con su esposa en el buque Ypiranga rumbo a Francia. Como presidente interino quedó Francisco León de la Barra Secretario de Relaciones Exteriores (según lo prescribía en ese entonces la Constitución). Se convocó a nuevas elecciones. Ganó la fórmula integrada por Francisco I. Madero y José María Pino Suárez; tomaron posesión el 6 de noviembre de 1911.

Madero gobernó todo 1912. El domingo 9 de febrero el General Manuel Mondragón encabezó un alzamiento militar al mando de dos mil soldados. Este oficial liberó de prisión a dos generales que gozaban de prestigio en el Ejército Federal, Bernardo Reyes y Félix Díaz. Todos ellos se dirigieron a Palacio Nacional para tomarlo. La sede del Poder Ejecutivo estaba defendida por el General Lauro Villar; los leales no llegaban a doscientos soldados. El General Reyes se puso al frente de los sublevados y exigió la rendición de la tropa que estaba allí adentro. Como respuesta recibió un certero balazo en la cabeza que lo mató al instante y, enseguida se generalizó el tiroteo. Los rebeldes se refugiaron en la Ciudadela.

Azares del destino, el pundonoroso y leal General Lauro Villar, fue herido en la refriega; lo sustituyó el General Victoriano Huerta, quien se alió con los insurrectos para derrocar (el 19 de febrero, por eso se llama “La decena trágica”) y asesinar a Francisco I. Madero y José María Pino Suárez (22 de febrero de 1913).

El país, literalmente, se levantó contra el usurpador Victoriano Huerta. Al contario de lo que se dice, no hubo una, sino varias revoluciones mexicanas. El embate de las distintas facciones fue tan apabullante que el impostor se vio obligado a renunciar el 15 de julio de 1914; partió rumbo a Puerto México para abandonar el país. El Ejército Federal, es decir, el ejército porfirista, se rindió al firmar los Tratados de Teoloyucan el 13 de agosto de 1914.

¿Qué seguía? Pues que las distintas facciones revolucionarias se reunieran para ponerse de acuerdo y definir un nuevo rumbo para país. Y, en efecto, así sucedió: entre octubre y noviembre de 1914 se llevó a cabo la Soberana Convención Revolucionaria de Aguascaliente que, como dicen Arnaldo Córdova y Luis González, ha sido la asamblea más democrática que ha habido en México desde los tiempos de la independencia; allí se pusieron en claro las ideas de la Revolución Mexicana; callaron las armas y hablaron las razones.

El programa de la convención incluía entre otras cosas: la rehabilitación de la Constitución de 1857 que incluía un régimen parlamentario, derecho al voto de la mujer, protección a los niños y los ancianos, reparto agrario, derechos laborales, castigo al fraude electoral, un amplio programa de reformas sociales.

No obstante, Venustiano Carranza (Jefe del Ejército Constitucionalista y, autonombrado, Encargado del Poder Ejecutivo de la Unión), no estuvo de acuerdo en plegarse a esa Convención Soberna. Rompió abruptamente con ella y sobrevino la segunda etapa de la revolución (que casi siempre la historia oficial ha tratado de ocultar). La guerra de facciones. De ella salió triunfante la facción constitucionalista. En consecuencia, la Carta Magna de 1917 es producto de un conventio ad excludemdum, o sea, un acuerdo que excluyó a las otras facciones. Así se creó el sistema presidencial, el reconocimiento de reformas sociales controladas desde el Poder Ejecutivo.

Debemos reconocer, sin embargo, que el llamado Régimen de la Revolución logró pacificar al país, encaminarlo por la senda civilizatoria, dar el salto del militarismo al civilismo y, sobre todo institucionalizarlo.

No podemos pasar por alto que ese sistema autoritario se dio cuenta, a raíz del movimiento de 1968 que se había erosionado y que sus bases de legitimidad ya no eran las mismas que durante la época cardenistas; había que hacer adecuaciones. Y las hizo, dando paso a la transición a la democracia hasta que en 1997 perdió el control del Congreso y en 2000 sobrevino la alternancia en el poder.

Conviene señalar que, en efecto, el país ha registrado tres grandes transformaciones: la Independencia que comenzó en 1910 y que se plasmó en la Constitución de 1824, pero que fue trastocada por el régimen de un solo hombre, Antonio López de Santa Anna; la Reforma que se cristalizó en la Constitución de 1857, pero que fue alterada por la dictadura de Porfirio Díaz, y la Revolución Mexicana que quedó asentada en la Constitución de 1917, pero que hoy parece sufrir una grave desinstitucionalización y un retroceso hacia la personalización del poder con Andrés Manuel López Obrador.

Estaríamos, pues, no ante una 4ª Transformación, sino delante de una 3ª Regresión.

Lo procedente es recuperar la tradición democrática e institucional proyectada por Francisco I. Madero, la Convención de Aguascalientes, el 68 y la transición a la democracia.

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