Opinión

Las vías de la desesperación

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Las vías de la desesperación

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Las vías de la desesperación

Si nada espero, pues nada

tembló en ti cuando me viste

y ante mis ojos pusiste

la verdad más desolada;

si no brilló en tu mirada

un destello de emoción,

la sola oscura razón,

la fuerza que a ti me lanza,

perdida toda esperanza,

es... ¡la desesperación!

Xavier Villaurrutia

El filósofo y teólogo danés Søren Kierkegaard adquirió notoriedad con el auge del existencialismo alemán y francés, a partir de las obras de Martín Heidegger y Jean Paul Sartre, quienes aprovecharon sus conceptos de individuo, subjetividad, libertad, angustia y desesperación, aunque les imprimieron una fuerte visión atea, totalmente ajena a la intención del pastor luterano de Copenhague.

En España la lectura de sus obras fue notable entre los escritores de la generación del 98 y, especialmente, se percibe su influencia en Miguel de Unamuno, que comparte el programa de Kierkegaard para renovar la práctica de un cristianismo convertido en una prédica vacía y politizada, más cercana a los poderes terrenales que a las enseñanzas de Cristo.

El pensador danés inicia sus reflexiones en un contexto dominado por el romanticismo alemán y el sistema filosófico de Hegel, a quien combatió y consideró un buen constructor de castillos que, de tan perfectos, resultaban inhabitables y, en consecuencia, se conformaba con vivir en el establo de enfrente, para contemplar su obra. Y es que acusaba al autor de la Fenomenología del espíritu de haber dejado fuera de sus elucubraciones al individuo, ese ser contradictorio, preso de la angustia y la desesperación.

Kierkegaard también abrió otro frente de batalla contra las prédicas y prácticas de la iglesia luterana de Dinamarca, convertida en una religión de estado, receptora de privilegios y dádivas de la monarquía, sujeta a los ritos dominicales y ajena al cristianismo primigenio. Desde luego, las opiniones de un teólogo en rebeldía, de un hombre austero, dispuesto a sacrificar su vida emocional y a flagelar su cuerpo, no fueron bien recibidas por la teocracia de su tiempo y murió trastornado por la persecución psicológica infringida.

Kierkegaard, Schopenhauer, Nietzsche y Cioran —sin olvidar a los filósofos cínicos de la antigüedad griega— fueron, quizá, víctimas de una amargura autoimpuesta que, con el paso del tiempo, se volvió realidad no solamente en sus discursos sino en sus propias vidas; las cuales se convirtieron, a fin de cuentas, en testimonios coherentes de una visión del mundo que pretendieron inculcar en sus contemporáneos.

En este contexto, Søren Kierkegaard considera que el hombre ha perdido las verdades absolutas, carece de certezas y del sentido de su existencia; ya que es evidente el fracaso del racionalismo y de sus sistemas filosóficos tradicionales, que han ignorado a la persona como un ser existente; producto de la síntesis de cuatro dimensiones intrínsecas: cuerpo y alma, finitud e infinitud, necesidad y posibilidad, tiempo y eternidad. Estas categorías conviven en el ser que ha caído en el mundo, desvinculado de sus orígenes y vive expuesto a la angustia y la desesperación.

Sin embargo, la angustia, unida con la desesperación, no representa una desgracia, sino un primer motor de la libertad y la posibilidad de elegir lo que se considere correcto para el desarrollo anímico personal. Aquél que se angustia y desespera podría salvarse de la enfermedad mortal, arraigada en la inconciencia o la enajenación que se produce después de la caída en el curso de la historia.

En consecuencia, los hombres y mujeres pueden avanzar a lo largo de las tres dimensiones que Kierkegaard considera como estadios del ser: estético, ético y religioso. En el primer caso, observa que el arte crea una falsa felicidad, mueve a una especie de narcisismo y vuelve a colocar al ser en el vacío, en este sentido, la postura del pastor danés es más próxima a Sócrates y Platón; en el segundo aspecto, se asocia el comportamiento ético con la honradez y la austera responsabilidad del protestantismo, donde la ética y la desesperación permiten el acercamiento al ideal religioso. Por último, aparece la fe como el principio esencial para que la criatura humana comparezca ante Dios. La fe es inexplicable por los métodos racionales; en cierto sentido representa una derrota de la razón.

Desde luego, el camino para llegar a Dios está pavimentado por la vida, pasión y muerte de Cristo, quien representa el tiempo como hombre y la eternidad en cuanto Dios; por eso se puede decir que Cristo es nuestro contemporáneo, pues acompaña a los penitentes en la búsqueda del consuelo, más allá de las iglesias y de sus intermediarios. Se trata, entonces, de un cristianismo vivo y caminante.

Por otra parte, la fe no es un estado de gracia al que se llega mediante la ejercitación lógica, es, más bien, un proceso de mutuas aproximaciones entre la divinidad y su criatura, es un acto de revelación, un salto súbito y también una parusía que funde a las dos identidades en una sola llama, como han presumido los poetas místicos más afortunados.

Para finalizar, debemos decir que Kierkegaard es vigente no tanto por la rigidez de su terminología ontológica o por su rechazo al arte, pues lo considera un espejismo de los sentidos, sino porque la angustia y la desesperación son estados del alma que nos permiten reflexionar sobre nuestra situación en el mundo. También nos incitan a conjeturar que la dura teología y la suave poesía no son discursos excluyentes, sino alianzas del espíritu, como sucede en este magistral poema novohispano : “No me mueve, mi Dios, para quererte/ el cielo que me tienes prometido,/ ni me mueve el infierno tan temido/para dejar por eso de ofenderte./ Tú me mueves, Señor, muéveme el verte/ clavado en una cruz y escarnecido,/ muéveme ver tu cuerpo tan herido,/ muévenme tus afrentas y tu muerte./ Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,/ que aunque no hubiera cielo, yo te amara,/ y aunque no hubiera infierno, te temiera./ No me tienes que dar porque te quiera,/ pues aunque lo que espero no esperara,/lo mismo que te quiero te quisiera./”

* Poeta y académico

benjamin_barajass@yahoo.com