Cultura

Los espacios teatrales deben especializarse, como los restaurantes: Abraham Oceransky

Entrevista. Llegará un momento en que el teatro se especialice, ya sea en comedia, tragedia, cabaret, etc., para que el público sepa dónde ir, al lugar que se le antoje y ahí encontrará el tipo de producto, estética o mensaje que necesita para su día, comenta Oceransky

Entrevista. Llegará un momento en que el teatro se especialice, ya sea en comedia, tragedia, cabaret, etc., para que el público sepa dónde ir, al lugar que se le antoje y ahí encontrará el tipo de producto, estética o mensaje que necesita para su día, comenta Oceransky

Los espacios teatrales deben especializarse, como los restaurantes: Abraham Oceransky

Los espacios teatrales deben especializarse, como los restaurantes: Abraham Oceransky

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

"Creo que uno de los problemas actuales es que cada lugar está poniendo todo tipo de teatro y creo que los espacios teatrales deben especializarse. Como los restaurantes: hay japoneses e italianos, tendrás que ir al que se te antoja y ahí encontraras el tipo de producto, estética o mensaje que necesitas para tu día”, dice el director y productor teatral Abraham Oceransky, galardonado con en el Premio Nacional de Artes y Literatura 2019 en el campo de las Bellas Artes, en entrevista con Crónica.

El premio se le otorgó el pasado 12 de noviembre por su labor como formador de artistas en todas las ramas de las artes escénicas, aportaciones que han renovado al teatro nacional, así como sus contribuciones a la construcción y renovación de recintos teatrales en el país.

“Llegará un momento en que el teatro se especialice, ya sea en comedia, tragedia, cabaret, etc., para que el público sepa dónde ir”, comenta Oceransky, en perspectiva de las necesidades futuras del quehacer teatral, y resulta ensalzable. Sin embargo, desdde perspectiva del pasado, sus proyectos eran una locura.

“Veían muy raro que planteara que el teatro oriental podía ser importante para sumarse a las técnicas y posibilidades que tenía nuestro país. Sin embargo, insistía en eso porque veía que el teatro oriental tenía mucho que ver con la forma teatral que tenían los antiguos mexicanos.”

Comenta que ni el teatro ruso, con las técnicas de Stanislavsky, ni el teatro estadunidense tienen tanto que ver con nosotros como el teatro oriental, con el que encuentra similitudes profundas: “Quedan vestigios de cómo era la forma festiva o religiosa de cómo se hacía el teatro y es muy similar a lo que se hacía en Japón y en China”.

Agrega que tanto los sabores, la identidad y las lenguas originarias tienen más parecidos con oriente que con Europa. “A pesar que hemos sido conquistados por Europa tenemos más que ver con los pueblos orientales por la sencillez de la vida cotidiana y la importancia de la vida natural. Hay una mayor similitud en la comida, el amor, la estética de las cosas”, por lo que le parece que en estas culturas podemos buscar raíces cercanas, ya que las que nuestras fueron devastadas.

Retomando esas ideas, narra una conversación que tuvo con el padre Ángel María Garibay, “erudito sobre las cosas mexicanas” que escribía sobre teatro. El padre Garibay le dijo que, aunque no se puede decir exactamente cómo era el teatro, “porque la hispanidad mató todo”, sabía que había sido muy serio, muy llamativo, fuerte para el público y, quizás, terminaba en sangre.

Basado en las ideas del padre Garibay, Abraham Oceranksy trató de emular los pensamientos recibidos. “Estudié los libros que él había escrito, me iba a los museos a ver dónde estaban los vestigios del teatro. Veía en las piezas prehispánicas una especie de sacristán y una serie de personajes místicos, en el sentido de la expresión cerca del fantasma y cerca del espíritu. Y pues claro, todo lo que he leído de México y de Oriente está muy bien relacionado”.

Dice que pensó que si algún día lograba descifrar todo esto, haría un teatro mexicano muy bueno. Y “ahí empezó”.

Oceransky recuerda que comenzó a hacer teatro por ahí del 1968 o 1969, cuando hizo la Carpa Alicia, situada en el espacio de estacionamiento que tiene el Centro Cultural del Bosque, entre los recintos El Galeón y Julio Castillo. “Había alumnos, gente del extranjero, los mismos mexicanos que trabajábamos dando el taller lo hacíamos de manera gratuita. Y así empezó esta trayectoria que ahora me están premiando”.

Sobre el presente, comenta que el teatro de grupo y el teatro laboratorio se han desvanecido un poco, “por la cuestión económica y de sobrevivencia”.

Considera que su formación personal ha sido en búsqueda del arte, la profundidad y la expresión, “esto toma más que hacer cuatro o cinco obras para ganar dinero. No buscamos ganar dinero sino ganar credibilidad en lo que hacemos”. Sin embargo, reconoce que en el ambiente no todos son tan afortunados ni tienen el mismo enfoque.

“Se hacen muchas obras, la mayoría de las veces los actores están en tres o cuatro al mismo tiempo. Algunos logran profundizar y crecer en su quehacer escénico, y otros se van perdiendo por la cosa de buscar trabajo continuamente”, señala, y explica que esta gran muralla separa el teatro mexicano en grupos de actores: los que buscan trabajo y los que buscan trascender.

“Pero todavía los hay que están buscando hacer arte, no solamente generar una fuente de ingreso para su vida cotidiana”.

Por su parte, en tanto que artista independiente, declara que quiere al Estado como socio cultural, no como mecenas toda la vida.

Opina que para mejorar el paradigma actual, el Estado debería reconocer a los buenos artistas mientras logran un teatro propio, y luego darles su independencia. Mientras que a los grupos independientes que logren tener una relación fuerte con el público, debería apoyarlos con espacios. “Y de esa manera se sirve al Estado y el Estado se sirve de ellos. Es una simbiosis. El arte no puede estar separado del gobierno ni del pueblo, es el jamón del sándwich”, concluye.