Opinión

Martha Bárcena, embajadora (y humanista) eminente

Martha Bárcena, embajadora (y humanista) eminente

Martha Bárcena, embajadora (y humanista) eminente

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

En 2019 asistí a la Ceremonia de Graduación de los alumnos de licenciatura de la Universidad Iberoamericana (UIA) en la Ciudad de México. La invitada de honor en esa ocasión, encargada de dar un mensaje a los graduados, fue la embajadora de México en Estados Unidos, Martha Bárcena.

Escuché con atención su discurso que no eran solamente las palabras de una diplomática mexicana en el momento culminante de su carrera profesional, y una distinguida ex alumna de esa institución, sino también la voz de una humanista formada al cobijo de la educación universitaria jesuita, atenta y crítica a los fenómenos de nuestro tiempo.

En la mejor tradición del servicio exterior mexicano, que ha logrado incorporar a profesionales de la diplomacia con vocación y talante intelectual, aquella mañana la embajadora Bárcena nos ofreció una síntesis de su pensamiento filosófico y ético, de su visión de México y del mundo.

Egresada de la carrera de Comunicación de la UIA, profesora de su departamento de Relaciones Internacionales y alumna de la maestría en filosofía de esta universidad, Martha Bárcena fue discípula de Francisco Prieto, Rubén Jara, Miguel Mansur, Guillermo Sheridan y Alberto Almeida entre otros distinguidos profesores de la UIA. De ellos aprendió, nos dice: “el valor del lenguaje no verbal y de los símbolos y significados. También de los riesgos de la propaganda y de que la repetición de una mentira lleva a que se convierta en una verdad”.

Esta semana en la que simultáneamente conocimos su decisión de jubilaste tras 43 años de servicio, y su próximo nombramiento como embajadora eminente de México, comparto algunos fragmentos de aquella emotiva intervención:

De sus estancias diplomáticas en Dinamarca, Turquía, Italia y Estados Unidos, entre otros países, nos dice que aprendió el valor de la retroalimentación como concepto central: “escuchar al otro, aprender de él, comprenderlo, decodificar sus mensajes verbales y no verbales. Tal es la base para poder elaborar los mensajes que a la vez deseas enviar como diplomático, como representante de México, pero también de lo que quieres transmitir como ser humano”.

De sus años como profesora en la UIA aprendió a su vez “la relevancia de la cultura en las relaciones internacionales. Como marco de referencia, como fundamento de la proyección internacional de México.

En los momentos más difíciles para nuestro país, ante las imágenes de violencia e inseguridad, lo que distingue a México en el mundo y nos salva es nuestra grandeza y fortaleza cultural. Esa riqueza de la cultura de nuestras comunidades indígenas, esa riqueza cultural del Virreinato. (…) Esa dolorosa etapa de conflictos internos en el siglo XIX que nos llevó a perder la mitad de nuestro territorio. Y ese México del siglo XX, de la Revolución, pero también de referencia cultural para todo el mundo de habla hispana a través de nuestro cine, televisión y de instituciones como el Fondo de Cultura Económica”.

“Enseñar la materia de organismos internacionales ha sido mi pasión, porque soy una ferviente defensora y creyente del multilateralismo. Además, he tenido el privilegio de representar a México ante organismos internacionales de la relevancia de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), así como ante la Asamblea General de las Naciones Unidas.

"La defensa del multilateralismo es pilar esencial de la política exterior de México, de su acción internacional. El sistema de Naciones Unidas es fundamental para la construcción de regímenes internacionales de cooperación, que nos permiten avanzar en el logro de metas nacionales, evitar confrontaciones y equilibrar la relación bilateral más compleja y complicada que tiene México: la relación con los Estados Unidos”.

“A su vez, ser docente de Negociaciones Comerciales Internacionales me permitió formar varios de los actuales negociadores de México y, en este momento, poder defender con argumentos y conocimiento la importancia de la ratificación del TMEC”.

“La política exterior de México es un instrumento para transformar y anclar cambios en el país, a la vez que buscamos incidir en las negociaciones internacionales de temas que afectan y afectarán el desarrollo futuro de México. Baste señalar como ejemplo, la ratificación de los pactos de derechos humanos que son ahora referencia ineludible para la política interna en esta área y con base en los cuales nos hemos sometido voluntariamente y en ejercicio de nuestra soberanía, a la supervisión internacional en la materia.

Mención aparte merecen los tratados y normas en materias tan diversas como la seguridad aérea, la seguridad marítima, la inocuidad y seguridad de los alimentos, la preservación del patrimonio cultural, el acceso a posiciones en la órbita geoestacionaria y la lucha contra el crimen organizado, entre otros muchos temas”.

En el discurso mencionó sus estudios de filosofía en la la Pontificia Universidad Gregoriana en Roma, que la llevaron a su vez a cursar la maestría en Filosofía en la UIA y a dedicar sus investigaciones a un tema central: la identidad, ese vocablo que busca explicarnos ante los demás y ante nosotros mismos.

“He dedicado años a leer y analizar la obra de dos grandes filósofos contemporáneos: Charles Taylor, autor de Las Fuentes del Yo, el surgimiento de la identidad moderna ; y Paul Ricoeur, autor de Sí Mismo como Otro”.

“En estos momentos, en el mundo y en Estados Unidos vemos luchas culturales en torno al concepto de identidad: ¿Qué significa ser estadounidense?, ¿Cómo enfrentamos el enorme cambio demográfico en curso? Las migraciones en número y características sin precedente, llevan en muchos países a poner en el centro del debate político el tema de la identidad: ¿Quiénes somos?, ¿A qué aspiramos?”.

“(…) Debemos tener mucho cuidado en no construir una identidad basada en criterios étnicos o de pertenencia a clases sociales, porque ello nos lleva inevitablemente al conflicto. La construcción de la identidad, como lo plantean Taylor y Ricoeur, debe ser una construcción ética. Basada en valores. (…)

Les propongo que traten de guiar su comportamiento y que busquemos renovar el pacto social en nuestro país en la pequeña ética de Ricoeur: “La aspiración a una vida buena, con y para el otro, en instituciones justas”. Ricoeur hace un análisis filosófico de cada uno de los elementos de su propuesta, sobre lo qué es una vida buena, con y para el otro, basándose en grandes filósofos como Aristóteles y Kant, para llegar entonces al tema de la justicia: el gran tema pendiente en las relaciones internacionales, pero también en nuestro país. Un tema por lo demás, estrechamente vinculado al de la equidad”.

“Si alguna responsabilidad tenemos los egresados de esta Universidad, basada en valores, principios, es garantizar el respeto a los derechos humanos de las personas y lograr un México más justo y equitativo, en el que las diferencias sociales, étnicas, de ingreso, no sean tan profundas y dolorosas. Ese debe ser el México que todos debemos soñar y trabajar para lograrlo. Será un México basado en el respeto, en la confianza. Será un México en el que todos nos podremos sentir seguros y sabremos entonces que estamos viviendo «Una vida buena, con y para el otro, en instituciones justas»”.