Opinión

México necesita una nueva reforma energética

México necesita una nueva reforma energética

México necesita una nueva reforma energética

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Nicolás Domínguez Vergara*

México necesita una nueva reforma energética cuya meta principal sea aumentar el bienestar de la población, lo que implica que debe tener como resultado energía eléctrica y combustibles —gasolina, diésel, gas natural y gas LP— limpios, seguros, suficientes y económicamente accesibles para los mexicanos.

La reforma energética de 2013 fracasó porque su objetivo principal no fue aumentar el bienestar de la población, por eso no se lograron precios suficientemente bajos de los combustibles y la energía eléctrica; tampoco creó más o mejores trabajos en el sector energético que se prometieron y ni siquiera aumentó la seguridad energética que fue otra de las promesas que hicieron sus promoventes.

Parte del fracaso de esa reforma se debió al bajo precio del petróleo que causó que disminuyera el interés de compañías privadas de invertir en la industria petrolera prácticamente desde el año 2014 a la fecha, pero ese escenario posible que se materializó debió haber sido considerado por los promotores de la reforma.

La reforma de 2013 benefició mucho a algunas compañías privadas lo que condujo, en parte, a pérdidas económicas de Petróleos Mexicanos (Pemex) y de la Comisión Federal de Electricidad (CFE). En México, algunas de las trasnacionales en el sector energético además de obtener ganancias que migran a otros países podrían haber financiado a partidos políticos nacionales con el fin de obtener contratos convirtiéndose, en los hechos, en electores determinantes en la elección de funcionarios públicos del más alto nivel y promotores de políticas energéticas que les convenían, como parece ser el caso de Odebrecht o sus filiales en las elecciones presidenciales del año de 2012 y su posible influencia para la aprobación de la reforma energética de 2013 y sus leyes secundarias en el año de 2014. El gobierno mexicano ha cometido un error al beneficiar con contratos a compañías privadas y no obligarlas a promover apreciablemente el desarrollo de ciencia y tecnología en el país o a financiar instituciones de investigación y desarrollo tecnológico como si lo han hecho algunos países.

Debido al fracaso de la reforma energética del año 2013, a la pandemia del coronavirus, a los bajos precios del petróleo, al aumento en la producción petrolera de Estados Unidos, al decrecimiento económico mundial, a la recesión de la economía mexicana, a los bajos precios de la electricidad de algunas fuentes renovables de energía, a los bajos precios de la gasolina, del diésel y del gas natural en Estados Unidos, a la importación de más de 67% de gas natural que se consume en el país, al cambio climático, a la devaluación del peso frente al dólar, a las pérdidas Pemex de 606 mil 500 millones de pesos en los últimos 2 trimestres del año 2020 y a la deuda de Pemex, es necesario replantear la política energética de México que se sostenga en un marco jurídico apropiado que podría establecerse en una nueva reforma energética que evite acciones legales por parte de algunos de los actores privados en el sector en respuesta a decretos del actual gobierno para recuperar los negocios de Pemex y la CFE.

Una nueva reforma debe considerar que en el futuro se privilegiará el uso de combustibles que emitan menos bióxido de carbono, azufre y otros contaminantes. El uso de energía de fuentes renovables aumentará mucho más, si sus costos disminuyen todavía más y si se desarrollan mejores tecnologías de almacenamiento de electricidad como mejores baterías o tecnologías para producir, almacenar, transportar y usar el hidrógeno.

Una nueva reforma debe tener objetivos claros, medibles y alcanzables, además de ser técnica, económica y socialmente viable, los cuales debieran ser consensuados con actores nacionales de la política, la sociedad, los negocios, la academia, las instituciones de investigación y desarrollo tecnológico y de la población en general, no nada más entre los funcionarios del gobierno y los líderes del partido en el poder, para que sea más probable que sean continuados por gobiernos futuros. Uno de los objetivos principales podría ser aumentar el bienestar de la población, la propiedad, la seguridad y la soberanía energéticas del país.

En la discusión de una nueva reforma energética se deben contemplar al menos dos escenarios, uno en el que Pemex continúe como un monopolio como lo era antes de la reforma de 2013 y otro en el que no lo sea y se permitan negocios privados en casi todas las áreas del sector petrolero. En el último caso Pemex sería más pequeño que como se le conoce actualmente. También deberían plantearse al menos dos escenarios, uno en el que se dedique solamente a los hidrocarburos y otro en el que amplíe sus negocios a otras fuentes de energía. Una nueva reforma debería definir el grado de integración de Pemex como de la CFE, así como la integración entre ellas. También debe definir la interacción de Pemex con el estado mexicano y el grado de autonomía futura de los actuales órganos reguladores del sector energético como la Comisión Reguladora de Energía y la Comisión Nacional de Hidrocarburos.

El actual gobierno federal basa su éxito en el sector energético al año 2024 sobre dos cuestiones: en la producción de petróleo y la producción de petrolíferos en el sector petrolero y en recuperar de los privados parte del mercado de la producción de electricidad en el sector eléctrico. Sus aspiraciones son cortoplacistas y parte de ellas poco realistas; por ejemplo, en el programa sectorial de energía 2020-2024 de la Secretaría de Energía se establece que se llegará a la independencia tecnológica en el sector energético, que no es viable y menos al año 2024. El gobierno debiera impulsar ya el desarrollo de propuestas en diferentes sectores de la población respecto al cambio en el marco legal del sector energético nacional. La reforma podría ser suave o dura. Una suave únicamente corregiría algunos de los grandes errores de la reforma de 2013 y una dura se enfocaría a reordenar todo el sistema energético nacional para navegar hacia un futuro, como siempre incierto, pero esperanzador.

*Profesor-investigador del Departamento de Sistemas de la Unidad Azcapotzalco de la Universidad Autónoma Metropolitana

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