Opinión

QB de bolsa, una especie en extinción

QB de bolsa, una especie en extinción

QB de bolsa, una especie en extinción

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Terminaba la primera mitad del encuentro entre San Francisco y Miami cuando, tras una pobre actuación de un Jimmy Garoppolo totalmente fuera de ritmo después de haber estado fuera por dos semanas debido a una lesión, el coach Kyle Shanahan le informó que lo relevaría para la segunda mitad. No había mucho que agregar ni defender; el juego estaba prácticamente decidido y Jimmy G había tenido un mal día en el campo.

Dejando a un lado la golpiza que los Delfines propinaron a los 49ers, algo me quedó más que claro: la evolución de los sistemas ofensivos y no precisamente de atletas o posiciones, ha decretado el peligro de extinción para los quarterbacks de bolsillo, esos hombres de aplomo a toda prueba que soportaban hasta el último momento para ganar con el poder de su brazo antes que con la agilidad de sus piernas. Eso se acabó.

Garoppolo es de esa clase de pasadores, y todo parece indicar que mientras el sofisticado sistema ofensivo de Shanahan insista en hacer de Garoppolo un pasador que use la movilidad, sus altibajos continuarán.

Sin embargo, lo anterior no es una crítica para este mariscal de campo que, hay que reconocerlo, tiene cualidades, pero su perfil no parece ser el indicado para la nueva tendencia de sistemas ofensivos en la NFL.

Muchos podrían no estar de acuerdo y pedir inmediatamente la crucificción para Garoppolo al ser una y otra vez cuestionado por un desempeño que no termina de convencer a algunos a pesar de haber llegado al Super Bowl la temporada anterior.

LA SELECCIÓN NATURAL DE LA EVOLUCIÓN

No obstante, Jimmy es una víctima más de la evolución del juego que pide u obliga a un cambio de perfil atlético a los jugadores, porque así como dicha evolución ha hecho desaparecer desde hace ya un buen rato a esos corredores que eran verdaderos tractores como Earl Campbell (Houston), Larry Csonka (Miami), Pete Johnson Cincinnati) o Franco Harris (Pittsburgh) en los setenta; Otis Anderson (San Luis), John Riggins (Washington) o Robert Newhouse (Dallas) en los ochenta; Christian Okoye (Kansas City), Jerome Bettis (Pittsburgh) o Shaun Alexander (Seattle) en los noventa o hasta un Leonard Fournette (Tampa Bay) en la actualidad, para convertirlos en más pequeños, rápidos y elusivos como el nuevo prototipo, así de la misma manera esta sucediendo cada vez más en la posición más importante del futbol americano: la de quarterback.

Si observamos detenidamente a los equipos ofensivos más exitosos de la Liga encontraremos un común denominador: cuentan con el modelo actual que demandan esos sistemas ofensivos: un pasador con gran movilidad, cualidad que no debe confundirse con un mariscal corredor, ya que son dos cosas muy diferentes.

Mientras que el primero sabe moverse dentro de la bolsa para alargar la jugada y en determinados casos recurrirá a sus piernas para ganar yardas, el segundo tiene como primera opción el salir por piernas antes que conectar con sus receptores.

Actualmente los dos mejores ejemplos de lo anterior son Patrick Mahomes con Kansas City y Russell Wilson con Seattle; ambos echan mano de su enorme movilidad para ganar tiempo y encontrar a sus blancos. En otras palabras su prioridad siempre será primero lanzar el balón que acarrearlo.

Y teniendo como parámetro a estos dos super jugadores es precisamente hoy día que la tendencia estratégica de los sistemas ofensivos requieren esas cualidades, lo cual no significa que los mariscales de bolsa de protección sean malos, simplemente que la evolución natural ha dejado a un lado a estereotipos como Dan Marino (Miami) , Dan Fouts (San Diego), Joe Namath (NY Jets), Ken Anderson (Cincinnati), Bernie Kosar (Cleveland), Ken Stabler (Oakland), Steve Bartkowski (Atlanta) y hasta Jim Everett (LA Carneros), tipos que ganaban partidos con la potencia de su brazo, no con su movilidad.

PEYTON MANNING, EL EJEMPLO PERFECTO

Uno de los casos que mejor demostró esta hipótesis bien podría ser la que convirtió a Peyton Manning, de una temporada a otra, de un pasador veterano de gran nivel a un anciano como lo etiquetaron muchos.

Manning jamás fue un mariscal de movilidad, era un pasador nato de bolsa de protección, así desarrolló todo su potencial en Indianápolis. Cuando pasó a Denver el coordinador ofensivo, Adam Gase, (el mismo que ahora dirige a los NY Jets), diseñó un sistema ofensivo a la medida de Peyton, donde su trabajo era pararse en la bolsa de protección detrás de una gran línea ofensiva y hacer lo que mejor sabía: leer defensivas y lanzar el balón. No fue casualidad que Manning tuviera la mejor temporada de su carrera (estadísticamente hablando) a los 37 años lanzando 55 pases de anotación y 5,477 yardas. No en vano el receptor Emmanuel Sanders llegó a calificar sus años al lado de Peyton en Denver como “el cielo para los receptores”.

Sin embargo, una vez que despidieron al entrenador John Fox y todo su staff, llegó Gary Kubiak como head coach y su sistema ofensivo, exitoso a todas luces, pero muy diferente. La consigna dada por John Elway, gerente general del equipo, era ganar el Super Bowl a como diera lugar.

A Kubiak poco le importó la nula movilidad de Manning e implantó su sistema que demandaba mucho movimiento del pasador detrás de la línea. Peyton lo intentó pero era notoria su incomodidad para ejecutarlo. De una temporada a otra sus números se desplomaron estrepitosamente y sufrió una lesión en un pie que lo mandó a la banca varios encuentros. Dicho de otra manera, no era un quarterback para correr, sino para lanzar desde su bolsa de protección. En ese 2015 Denver ganó el título, Manning jugó lo mejor que pudo en el incómodo (para él) sistema de Kubiak y se retiró. Eso fue lo que acabó con Peyton, no otra cosa. Obvio, la gente no repara en esos detalles y lo criticó duramente durante toda la temporada.

LA NUEVA OLA

Con este ejemplo de uno de los mejores quarterbacks de la historia bien podemos sostener esta idea de que es la evolución de los sistemas ofensivos la que ahora requiere otro tipo de mariscales, y las pruebas ahí están, más contundentes que nunca: Mahomes y Wilson como estandartes, Lamar Jackson (Baltimore), Baker Mayfield (Cleveland), Deshaun Watson (Houston), Dak Prescott (Dallas), Killer Murray (Arizona), Josh Allen (Buffalo) y próximamente Tua Tagovailoa (Miami). Si existen dudas, basta decir que estos equipos son los que dominarán la década en gran medida por esa cualidad de sus pasadores.

De los demás hay joyas como Aaron Rodgers (Green Bay) con una movilidad muy decente y una brazo privilegiado que le permite estar entre los mejores; el veterano Ben Roethlisberger (Pittsburgh) que se las ingenia para ganar tiempo a pesar de ser muy pesado, y que decir de dos que pueden ser la excepción: Tom Brady (Tampa Bay) y Drew Brees (Nueva Orleans). Brady es un fuera de serie que se mueve dentro de la bolsa como ninguno con una maestría sólo dando pasos laterales o Brees que ante una menor movilidad por la edad la compensa con la velocidad para encontrar sus objetivos.

En conclusión, el caso de Garoppolo es de llamar la atención, porque a pesar de tener grandes cualidades, Shanahan insiste en hacerlo jugar bajo un sistema que exige mucha movilidad. Lo hizo con Matt Ryan (Atlanta) cuando fue el coordinador ofensivo de los Halcones, pero Ryan era mucho más joven y más móvil.

Muchos se preguntan ¿entonces por qué Jimmy G no ha podido jugar tan explosivamente como en ese final de temporada de 2017 cuando llegó a San Francisco, ganó cinco juegos en fila y convenció a la directiva para que le dieran un contrato de 127 millones de dólares?

La respuesta es sencilla, ante la premura de probarlo, Shanahan le montó un sistema más básico donde la mayor parte de la efectividad del ataque dependía de la visión y talento de Garoppolo detrás de la línea, sin exigirle tantos engaños y desplazamientos que no van con el tipo de quarterback que es él.