Opinión

Trump y las teorías virales de la conspiración

Trump y las teorías virales de la conspiración

Trump y las teorías virales de la conspiración

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

El 45 presidente de los Estados Unidos, el gran promotor de la inutilidad del tapabocas, el dirigente de una nación que suma más de siete millones de contagios por Covid-19 y más de doscientas mil muertes, ha dado –junto con su joven esposa– positivo a la prueba del contagio. Se presentó ayer el anuncio oficial faltando un mes para la elección que habrá de ratificarlo en el puesto por otros cuatro años, o que habrá de expulsarlo de la Casa Blanca. Vaya lío.

He leído en las últimas horas toda clase de tuits y de memes con diversas porras y ánimos… al virus. Lo que no he visto aún es que se desaten las teorías conspirativas de diverso cuño, tratándose de una ocasión inmejorable para su elaboración.

Una nación, el mundo entero, pendientes de las defensas y las resistencias inmunológicas del candidato Republicano a la reelección. Sus 74 años de edad y sus 110 kilos de peso habrán por lo pronto de reposar en su amplio lecho de estadista. Habrá también de conservar la sana distancia con su esposa y asistentes e, imagino, de ponerse un cubre bocas cuando sea preciso atender una emergencia en la oficina oval.

Tailenol, termómetro digital, aspirinas y tempra en estuche presidencial, más una dieta blanda –no más hamburguesas por ahora – y muchas horas de televisor atendiendo las transmisiones de Fox News.

¿Se habrá repuesto de aquí al segundo debate con su rival demócrata? No lo sabemos. Barrunto en cambio diversas teorías virales de la conspiración y adelanto aquí algunas de ellas.

Escenario 1.

A la vuelta de unos días se agrava la salud del presidente Trump a causa del virus. Como su homólogo británico, Boris Johnson, debe ser hospitalizado y ante las complicaciones para respirar se hace necesario acudir a la 25 enmienda constitucional para traspasarle temporalmente los poderes al vicepresidente, Mike Pence, minutos antes de que deba ser entubado y conectado a un ventilador.

La salud del presidente pende de un hilo, las campañas electorales en su recta final se suspenden por unos días, y el mundo entero se paraliza a la espera de conocer el desenlace.

Trump lucha por su vida, los jefes de Estados del orbe entero -incluido el Papa- hacen votos por su recuperación, mientras que los otros votos –los de sus seguidores en Estados Unidos- ascienden en las encuestas, remontan la desventaja actual con el candidato demócrata, e incluso se colocan a la cabeza de todos los pronósticos a la vuelta de dos semanas.

Trump finalmente da muestras de recuperación. Cuando por fin le retiran el respirador artificial y lo desentuban, se asoma -en bata y desde el balcón de un hospital militar- para saludar con una sonrisa a los miles de seguidores que se han congregado por días enteros, rezando plegarias por su salud.

Ya más repuesto, de regreso a la Casa Blanca, Trump da un mensaje al mundo desde la oficina oval en la que anuncia que está de regreso en la campaña, que ha recuperado el poder como presidente de los Estados Unidos y que está listo para dar la pelea por su reelección. Es un discurso bien escrito y emocional, de un hombre mayor que le ha ganado la batalla al intruso viral. Un renacido Trump que con sus palabras reconquista los afectos de los ciudadanos estadounidenses y lo ponen a los pies de la reelección. La noche del 3 de noviembre se anuncia su holgada victoria en las urnas. A la derrota viral le sigue la victoria electoral.

Escenario 2.

Trump se recupera sin mayores complicaciones ni síntomas tras los primeros días del contagio. A la vuelta de ocho días se anuncia que han resultado negativas las nuevas pruebas y que goza ahora -literalmente- de “inmunidad” (un vocablo muy cercano al de “impunidad”).

La popularidad del presidente se va a los suelos, señalado como el principal responsable de las campañas anti cubre bocas y como el mandatario que desoyó los consejos sanitarios de dentro y fuera de los Estados Unidos, y que permitió concentraciones masivas, sin sana distancia, en su afán electorero, y que, además, puso en riesgo las elecciones de su país y lo llevó al borde de una crisis constitucional sin precedentes.

Trump, el inmune, el nuevo revenant, se ve impedido de asistir al segundo de los debates, pero acude un tanto cínico al tercero, sólo para recibir la peor tunda que se recuerde en los debates presidenciales de los Estados Unidos.

El 3 de noviembre, antes de la medianoche, anuncia sin remedio su derrota en las urnas y felicita a su contrincante.

Escenario 3.

Igual que el escenario primero, pero sin recuperación.