Opinión

Un pequeño detalle en los viajes espaciales

Un pequeño detalle en los viajes espaciales

Un pequeño detalle en los viajes espaciales

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Si las mujeres, en general, no han sido los suficientemente arrojadas, es debido a la consabida estructura patriarcal que ha mermado, a través de los siglos, las acciones que supuestamente no correspondían al mundo femenino. Los grandes adelantos del siglo XX, sin embargo, abrieron brecha en las intenciones de muchas jóvenes. Amelia Mary Earhart, que nació en 1897, en una a pequeña ciudad de Kansas, se convirtió en una extraordinaria aviadora, que en 1937 intentó el primer viaje aéreo alrededor del mundo sobre la línea ecuatorial. Como todos sabemos, ella y su avión desaparecieron ese año, cuando sobrevolaba el Océano Pacífico. El misterio de dónde quedaron sus restos sigue sin resolverse aún ahora. A mí me admira la enorme confianza que tenía en sí misma, su control del aeroplano y que sabía soportar por varias horas el ruido de los motores. Amelia Earhart viajaba sola. Ahora imagínense a los y las astronautas, sometidos al confinamiento de un espacio muy pequeño en el principio de la “era espacial”. La pobre perra Laika murió al regreso de su viaje, porque, estaba previsto, ardió en llamas la pequeña nave en la que orbitó la Tierra en 1957. Los soviéticos ocultaron por mucho tiempo que la habían enviado a una muerte segura, infernal. En 1963, Valentina Tereshkova, a quien escogieron como la primer mujer astronauta por ser una proletaria auténtica, se había desempeñaba como trabajadora textil y, esto es lo importante, era una experta en paracaidismo. A los 26 años logró cubrir la órbita de la Tierra 48 veces durante casi tres días, en los que padeció mareos y vómitos. Pero su habilidad con el paracaídas la llevó a eyectarse a 2000 mil metros de altura y aterrizar sana y salva. Recibió con los años un doctorado en ingeniería y ocupó puestos políticos.

Por veinte largos años, los que acometieron viajes espaciales fueron nada más hombres. En 1982, la cosmonauta soviética Svetlana Savistskaya viajó a la estación espacial Salyut 7 y se convirtió en la primera mujer en dar una caminata espacial. De regreso al planeta estudió en la Academia de la Fuerza Aérea Zhukosky, se graduó como ingeniera cosmonauta y poco más tarde obtuvo el doctorado.

La primera estadounidense en navegar en el espacio exterior se llamó Sally Ride. Concretó dos misiones a bordo del famoso Challenger y usó un brazo robótico para recuperar un satélite. Nadie lo había hecho antes de ella. Corría el año 1983, Sally , de 32 años, era también jugadora profesional de tenis. Trabajó varios años en la NASA e investigó los desastres del Challenger y el Columbia. El Challenger, les recuerdo, transbordador espacial, cumplió nueve misiones fuera de la Tierra hasta que en 2003 se destruyó al entrar en contacto con la Tierra y murieron sus siete tripulantes. Lo mismo ocurrió con el Columbia. La doctora Ride, también escribió libros infantiles, que alientan a las niñas a estudiar ciencias. Por desgracia, murió a los 61 años.

Luego de estas tres arrojadas y brillantes mujeres, ha habido varias astronautas femeninas, todas científicas y valientes como sus compañeros y de diferentes nacionalidades, incluso mexicanas y españolas. Y en todos estos años, desde el primer viaje que realizó la soviética Valentina Tereshkova a nadie se le había ocurrido construir un escusado para mujeres. ¿Se imaginan las piruetas que realizaron las astronautas para hacer pipí o defecar en un extraño retrete diseñado para hombres, apostado en un lugar del cohete espacial y además tenérselas que ver con la falta de gravedad?

Finalmente la NASA ha creado un escusado de 23 millones de dólares para resolver las necesidades femeninas durante los trayectos espaciales. Como apunta la articulista Soo Youn del Washington Post, este ha sido un gran paso para la humanidad conformada por mujeres (womankind).

Pienso en las horas de vuelo de Amelia Earhart y me estremezco. ¿Cómo le haría para ir al baño? ¿Habría inodoro en su pequeño avión? ¿Ya existían a finales de los años 30 los pilotos automáticos que, de haberse incorporado el inodoro, le permitirían alejarse unos minutos de los controles? Igual le habrá ocurrido a Charles Lindberg, el primer piloto en cruzar en océano Atlántico. Pero, olvidemos a Lindberg, el caso de las astronautas resulta una cuestión absoluta de género.

Tan furioso como se encuentra el presidente Donald Trump, seguramente ni se enteró del mínimo boudoir para cosmonautas mujeres. Por otro los temas de género no le importan.

Pensemos ahora, por unos minutos, que en México contáramos con una NASA y que participáramos en las exploraciones del espacio exterior. El señor presidente López Obrador y los congresistas de Morena habrían dado marcha atrás con la propuesta del excusado para mujeres. “Corrupción, científicos corruptos, ¿un inodoro de 23 de millones de dólares?”

* Escritora