Opinión

Cuando las instituciones languidecen.

Las instituciones son formas de comportamientos sociales que se asumen para atender una necesidad colectiva, conforme a valores, principios y reglas de conducta compartidos espontáneamente entre los integrantes de una comunidad.

Un ejemplo que utiliza a Neil MacCormick, jurista escocés y parlamentario europeo, de una institución es la línea de espera que se forma para solicitar un bien o servicio sin que haya una norma positiva que la imponga como obligación o una autoridad la supervise. ¿Por qué alguien espera su turno? Por razones jurídicas -primero en tiempo, primero en derecho- por cuestiones éticas -trata a las demás personas como quisieras ser tratado- o por cortesía con el propósito que haya armonía entre quienes están esperando recibir un bien o servicio.

La falta de respeto a esa institución puede generar reacciones, cuando alguien decide anticiparse indebidamente en el turno conforme a los principios compartidos con cierta inconsciencia. La reacción puede ser leve, un gesto de rechazo o más fuerte como un reclamo directo o hasta una agresión física o verbal. No es necesario que haya una norma positiva, dictada por una autoridad, para que las personas esperen en fila su turno, pero esta es útil cuando el número de las personas que esperan aumenta o hay situaciones especiales que atender como el trato preferencial a una persona discapacitada o a una mujer embarazada.

La norma que se emita suele provenir de quien está en la ventanilla o de otra autoridad, que son ajenos al grupo que espera, y si la complejidad es mayor, entonces surge una persona que supervisa la aplicación de la norma distinta a quien está en la ventanilla. La institución es distinta al derecho y a la administración que lo hace cumplir y no es producto de un contrato social, sino de un comportamiento compartido espontáneo, no racional.

Una sociedad consciente de sus derechos con ciudadanos comprometidos con el ideal republicano basado en la libertad, la igualdad, la solidaridad humana y la primacía del derecho, forja y robustece instituciones que son ajenas al Estado o que convierte a las estructuras administrativas en algo más que un mero conjunto normas y recursos a disposición de una atribución del Estado.

En ese sentido, las organizaciones de la sociedad civil son el medio para la institucionalización de la enseñanza, la investigación, la asistencia, el altruismo, las creencias, el comercio, la industria, la ciencia, el deporte, la opinión pública, la defensa del medio ambiente, la democracia, la participación ciudadana, el sindicalismo de los trabajadores y los patrones, las profesiones y un larguísimo etcétera que consolidan el pluralismo político, cultural y jurídico.

Por otro lado, las instituciones estatales como la administración pública, el ministerio público, los organismos autónomos, las empresas productivas del Estado, los legisladores, los jueces, el ejército, la armada, las policías, el servicio exterior, las entidades federativas, los municipios, entre otras estructuras político-jurídicas, con base en la autonomía derivada de la atribución constitucional y legal que desempeñan, son apoyos y contrapesos de los gobiernos para evitar que el poder se concentre en una persona, un partido, una camarilla o una corporación.

Las instituciones languidecen cuando dejan de cumplir con sus fines de representación de intereses, con la organización de su sector, con la transmisión de valores o con su responsabilidad de proveer servicios públicos, contribuir al orden y armonía o desarrollar y fomentar el desarrollo incluyente y sustentable. Esto sucede cuando sus líderes renuncian a su autonomía para someterse a la voluntad de un individuo o grupo, ya sea por temor o conveniencia, y permiten ser humillados en público, deciden acomodarse a las situaciones inaceptables para los valores de la institucionalidad que representan, toleran escándalos callados e indiferentes y aceptan lo inaceptable como personas, defensores de una función económica, social o política que les corresponde llevar a cabo o de una atribución estatal que les fue otorgada o ciudadanos comprometidos con valores republicanos.

Cuando las instituciones languidecen, el crimen se apodera de la tranquilidad social, la pobreza y la incertidumbre se extienden, los capos administran justicia, las leyes no se respetan, los ricos se hacen más ricos y el poderoso finge que gobierna y queda satisfecho con los aplausos y adulaciones de sus fieles.

La institucionalidad se construye lentamente y genera capital social, que es el elemento común de las sociedades desarrolladas, que han alcanzado altos grados de civilidad e igualdad social. La desinstitucionalización es rápida, difícilmente se recupera y hunde a los países en la desesperanza y el hartazgo.

Este 2 de junio las instituciones electorales se pondrán a prueba y sólo el voto ciudadano, libre, consciente y abundante podrá confirmar su autonomía frente al poder político y su utilidad social legitimadora de los gobiernos y la representación política. La falta de compromiso republicano de los líderes de las instituciones pavimentaría el camino de regreso al México autoritario que sólo era institucional en la intención y era gobernado por un hombre y su camarilla.

Profesor de la Universidad Panamericana

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