Academia

El historiador y arqueólogo Manuel Aguilar-Moreno dictará la conferencia virtual ‘Ulama: continuidad y supervivencia del juego de pelota mesoamericano’

El ulama, entre la permanencia y la extinción

Juego de pelota Originalmente, el ulama se practicó con fines rituales. (Martí)

El ulama, juego de pelota mesoamericano, está a salvo por los próximos 50 años, aunque siempre corre el riesgo de desaparecer, aseguró a Crónica Manuel Aguilar-Moreno (Guadalajara, Jalisco, 1960), profesor de la Universidad Estatal de California y director del Proyecto Ulama entre 2003 y 2018.

Aguilar-Moreno ofrecerá la conferencia “Ulama: continuidad y supervivencia del juego de pelota mesoamericano”. Su charla, que se llevará a cabo este jueves 24 de octubre a las 18 h en las plataformas digitales de El Colegio Nacional, forma parte del ciclo “La arqueología hoy”, coordinado por el arqueólogo y colegiado Leonardo López Luján.

Originalmente, el ulama se practicó con fines rituales. Según Aguilar-Moreno, este juego está lleno de dualidades simbólicas: vida y muerte, día y noche, fertilidad y sequía. Los encuentros terminaban con el sacrificio del equipo perdedor como ofrenda a los dioses. Debido a su importancia religiosa, los evangelizadores prohibieron este deporte.

Actualmente, sobreviven tres tipos de ulama que se juegan únicamente en Sinaloa: ulama de palo, que se juega con un mazo; ulama de antebrazo, que utiliza una pelota de medio kilo; y ulama de cadera, que emplea una pelota de tres a cuatro kilos. Este último ha sido objeto de estudio de Aguilar-Moreno durante 21 años.

Durante sus estudios, el arqueólogo ha visitado las localidades de La Sávila, La Mora Escarbada y Los Llanitos, los únicos lugares donde aún se juega ulama en Sinaloa. Entre las principales causas de la posible desaparición del deporte mesoamericano, está la escasez del árbol de Castilla, del que se extrae la savia para las pelotas, siguiendo un proceso ancestral.

Los pocos ejemplares de Castilla elástica se encuentran en zonas controladas por el crimen organizado. Para obtener una cubeta de savia, los jugadores tendrían que pagar mil dólares. “Estamos hablando de campesinos que no pueden pagar 20 mil pesos por una pelota, además de que no les gusta ir a esas zonas”, explica Aguilar-Moreno.

Otro motivo que amenaza la supervivencia del ulama es que los jóvenes consideran el juego peligroso, ya que: “Una pelota de cuatro kilos, a la velocidad a la que viaja, puede causar una hemorragia interna o incluso la muerte. Los jóvenes prefieren jugar fútbol o béisbol”, añade el arqueólogo.

El pasado y el futuro del ulama

Los pueblos mesoamericanos comenzaron a practicar el ulama hace 3,500 años. Aguilar-Moreno explica que “la cancha más antigua, que data del 1500 a.C., está en Paso de la Amada, Chiapas. Aunque el juego ha cambiado con el tiempo, sus características muestran un origen precolombino, ya que sus reglas tienen una lógica distinta a los deportes occidentales”.

A pesar de las variaciones en la forma de jugar, el arqueólogo afirma que el ulama de cadera actual es un descendiente directo del juego de pelota mesoamericano. “Lo que conocemos como ulama es la supervivencia de uno o varios de los juegos de pelota antiguos”.

Este deporte se juega en un taste (cancha, del náhuatl tlachtli), un rectángulo de aproximadamente 60 metros de largo y 4 metros de ancho, dividido en dos mitades por una línea llamada analco (al otro lado del río). Los extremos más estrechos de la cancha se llaman chichis. El taste es una representación del microcosmos.

Según vestigios arqueológicos, la mayoría de las canchas mesoamericanas estaban flanqueadas por dos paredes en forma de alud, una arquitectura simbólica de origen olmeca. El aro, distintivo de algunas de estas canchas, se introdujo alrededor del año 900 d.C., a principios del periodo Posclásico. Una de las primeras canchas con anillos es la de Xochicalco, Morelos.

“El aro representa la boca del jaguar, símbolo de la noche. El juego concluye porque la noche se traga al Sol, y este debe luchar en el inframundo para salir triunfante al día siguiente. Si no lo logra, el mundo se acaba”, explica Aguilar-Moreno.

Los equipos están conformados por tres o cinco jugadores, quienes comienzan con el primer saque. En la cosmovisión mesoamericana, este saque representaba el movimiento del Sol. “Se creía que la pelota, como el Sol, debía estar en movimiento para darle energía al mundo. Los jugadores eran agentes que ayudaban a mantener ese movimiento. Cuando la pelota caía, significaba que el Sol entraba al inframundo”, añade el arqueólogo.

Los jugadores sentían una profunda reciprocidad con los dioses. Aguilar-Moreno explica que la lógica de la civilización mesoamericana era: “si los dioses me dieron la vida, debo agradecerles para que no muramos”. El juego terminaba cuando la pelota cruzaba el anillo, lo cual era extremadamente difícil debido a que la pelota era casi del tamaño del aro. Los ganadores tenían derecho a tomar las joyas del público como recompensa.

Al finalizar el juego, los perdedores eran sacrificados, ofrendados a los dioses. “Se ofrecía sangre como agradecimiento para que los dioses dieran más. Era una relación muy cercana entre el hombre y los dioses, similar a la Eucaristía del cristianismo católico”, señala Aguilar-Moreno.

La pelota también tenía un profundo simbolismo. Estaba hecha de savia del árbol de hule, machacuana y otros materiales orgánicos. “Los mesoamericanos inventaron la vulcanización, lograron convertir el látex líquido en sólido. Charles Goodyear solo industrializó el proceso que ya existía desde los olmecas”, aclara el arqueólogo.

El ulama ha perdido su simbolismo religioso, pero Aguilar-Moreno destaca que en las comunidades de Sinaloa aún se juega durante las festividades locales. “Los jugadores no conocían el significado del ulama; cuando se los explicamos, confirmaron que casualmente lo jugaban en las fiestas patronales, donde, además, había música de banda”.

Para reducir los costos de las pelotas, Aguilar-Moreno y su equipo de investigación las fabricaron con materiales sintéticos, machacuana y látex. “Les enseñamos a hacer las pelotas. Algunos jóvenes aprendieron y uno de ellos comenzó a venderlas (5 mil pesos). Incluso, algunos jugadores han migrado a Estados Unidos, donde se han convertido en entrenadores de ulama. Hoy en México existen seis u ocho equipos y podría organizarse un pequeño campeonato nacional”.

Aguilar-Moreno menciona que en el parque Xcaret, en Cancún, se construyó una cancha de pelota, pero como no había jugadores mayas, contrataron a jugadores de Sinaloa, a quienes vistieron como mayas para impresionar a los turistas. “Primero llegaron jugadores de dos en dos, ahora llegan de cuatro en cuatro, y algunos ya se quedaron para enseñar a los jóvenes de allá. Otros son itinerantes y los contratan los hoteles”.

El ulama está a salvo mientras continúen estos esfuerzos. Como la modernidad es inevitable, para los jugadores es importante una retribución económica, explica el arqueólogo. En el lienzo charro de Mazatlán, también se han iniciado exhibiciones de ulama para el entretenimiento de los turistas, y los jugadores reciben una gratificación.

“El futuro del ulama está garantizado para los próximos 50 años, gracias a la motivación y a las medidas tomadas para minimizar los riesgos. Actualmente se realizan exhibiciones en México, Estados Unidos, Guatemala y España. Nos enorgullece que nuestro esfuerzo académico esté dando frutos y que, además, quede documentado, aunque siempre existe el riesgo de que el juego de pelota eventualmente desaparezca”, concluyó Aguilar-Moreno.

Cartelera de ECN Próximo encuentro en El Colegio Nacional.