La Agencia Espacial Europea (ESA) va a probar en una de sus próximas misiones, bautizada como “Proba-3”, un vuelo en formación de dos satélites situados a unos 150 metros uno del otro con un margen de error que se reduce a milímetros mientras se desplazan a una velocidad de entre 1 y 10 kilómetros por segundo.
Lo va a tratar de hacer con dos naves con las que pretende simular un eclipse solar (uno de los satélites llevará un telescopio y el otro actuará de “ocultador”) y obtener de esa manera más conocimiento científico sobre la corona solar, algo que solo es posible desde la Tierra cuando se producen los eclipses de forma natural, debido a la intensidad del brillo de la estrella.
La misión espacial, con un presupuesto que ronda los 200 millones de euros, está liderada por la empresa española Sener y para su puesta en marcha se formó un amplio consorcio del que forman parte cuarenta compañías (entre ellas Redwire, Airbus, GMV o Spacebel) de 14 países; el lanzamiento está previsto para las próximas semanas desde el Centro Espacial Satish Dhawan, en la India.
Para informar sobre los detalles de la misión, sobre sus complejidades tecnológicas y sus objetivos científicos, comparecieron hoy responsables de la empresa Sener y de la ESA en el Centro Europeo de Astronomía Espacial (ESAC) que la agencia tiene en la localidad de Villanueva de la Cañada (Madrid), en un acto al que se sumaron la ministra española de Ciencia, Innovación y Universidades, Diana Morant, y el director de la Agencia Espacial Española (AEE), Juan Carlos Cortés.
Un hito para la astronomía
Los responsables de la empresa y de la agencia coincidieron al referirse a esta misión como “un hito” para la astronomía y para la ingeniería aeroespacial, ya que los instrumentos y la tecnología que incorporan las dos naves que integran la misión “Proba-3” podría permitir realizar observaciones científicas de la corona solar en unas condiciones que nunca antes se habrían logrado.
Una de las naves llevará un “coronógrafo” para captar imágenes de altísima precisión de la corona del Sol y la otra (la “ocultadora”) se interpondrá entre ella y la estrella para crear eclipses artificiales “a la carta”; se situarán a unos 150 metros una de la otra y se desplazarán en formación, a una velocidad de entre 1 y 10 kilómetros por segundo, con una precisión que debe ser milimétrica.
La ESA, con el consorcio de empresas involucrado en esta misión, quiere demostrar que pequeñas plataformas independientes y más fáciles de lanzar pueden en los próximos años reemplazar estructuras mucho más voluminosas -como los telescopios- y lograr un alto rendimiento.
Además de probar la autonomía de las dos naves, puesto que cada una de ellas funcionará como un robot autónomo e inteligente capaz de calcular su posición y su trayectoria respecto a su “compañero” de forma constante y sin apoyo de operadores humanos desde la Tierra.
La ministra de Ciencia, Diana Morant, valoró que la industria aeroespacial española lidere el desarrollo completo de una misión de la ESA e incidió en la innovación, la transferencia de conocimiento, el desarrollo tecnológico y el elevado valor añadido que tiene el sector espacial.
Tecnología desarrollada y probada en España
“En el espacio no se improvisa nada”, corroboró el director de la Agencia Espacial Española, quien recordó que esta misión se aprobó en 2012 y fue concebida, cuando todavía no había garantías de que pudiera ser viable, hace 16 años.
El director de Espacio de la empresa Sener, Diego Rodríguez, subrayó la complejidad de la misión, pero también que toda la tecnología que ha requerido haya sido desarrollada y probada en España con la implicación de numerosas empresas del sector.
La directora de Ciencia de la ESA y directora del ESAC, Carole Mundell, destacó el conocimiento que va a reportar la exploración de la corona solar más próxima al disco de la estrella y se mostró convencida de que contribuirá a resolver algunos de los interrogantes que todavía persisten en relación con el Sol.
Porque Probe-3, coincidieron todos los intervinientes, va a permitir escudriñar detalles de la zona más inexplorada de la estrella -la corona interna, la más próxima al disco-, y si todo se sucede como ha sido diseñado y programado, permitirá simular eclipses “a demanda” hasta sumar unas 1.500 horas de eclipse durante un año y medio.