Desde culebras inofensivas hasta orugas, que amenazantes, posan como feroces víboras… El mundo del engaño es diverso en la naturaleza y es que, en la eterna lucha por la supervivencia, algunas veces no solo ganan los más rudos, sino también quienes pueden convencer a los demás de que lo son.
Ya en 1862, Henry Walter Bates, un explorador y naturalista inglés, propuso que algunas especies de mariposas, aparentemente carentes de estrategias para defenderse, imitaban en forma y color a otras especies de mariposas poseedoras de toxinas y que eran evitadas por los depredadores. Ahora, más de 150 años después, llamamos mimetismo Batesiano a la adaptación donde una especie, el mimético, que es comestible engaña a los depredadores dando señales que la relacionan con otra especie u objeto, el modelo, que es evitado por estos ya sea porque son de sabor desagradable o incluso peligrosos, presentando espinas o veneno, por ejemplo.
Adoptar la forma y el color de un modelo puede aplicarse inclusive a plantas y a objetos inanimados, donde algunos miméticos en lugar de advertir a sus depredadores optan por ser ignorados. Los ya emblemáticos periquitos o toritos suelen ser grandes imitadores de espinas de plantas, mientras que los insectos palo deben su nombre a su gran actuación (valga la redundancia) como palos, e incluso algunas orugas de mariposas fingen ser heces de ave para evitar convertirse en una de verdad. Por otro lado, los miméticos que imitan a otros animales pueden tenerlo más complicado para engañar a un depredador atento, necesitando hacer uso de variados repertorios de imitación visual, sonora y/o química.
Tal vez el mimetismo visual pueda ser el más familiar para muchos de nosotros. Por ejemplo, en el caso de las falsas corales una especie inofensiva se asemeja a una serpiente venenosa. Pero es en los artrópodos es donde encontramos una mayor variedad de casos: moscas con colores y forma de abejas, escarabajos casi indistinguibles de moscas carroñeras, arañas que copian los movimientos de hormigas, polillas que reproducen los colores de escarabajos tóxicos y hasta chinches que visten los amenazantes rojo y amarillo de algunas avispas. Por otra parte, el mimetismo sonoro y químico no suele ser evidente para nosotros y apenas recientemente hemos podido comenzar a explorarlos, arrojando descubrimientos tan sorprendentes como polillas que logran convencer murciélagos de su peligrosidad solo con el uso del sonido. Aun así, con esta gran variedad, es impactante el que muchos artrópodos como arañas, moscas, polillas e incluso chinches se agolpan en torno a unos modelos por excelencia: las hormigas.
A primera vista resulta casi paradójico como, con la asombrosa diversidad de artrópodos que habitan el planeta (hasta una de cada dos especies de animales es de este grupo), tantos se empeñen en imitar hormigas. Sin embargo, al comenzar a escarbar se hacen claras las razones: las hormigas no solo son unos de los animales más abundantes sobre la tierra, sino que, con sus grandes números, las picaduras de sus aguijones, mordeduras e incluso armas químicas, poseen un repertorio enorme de defensas que obligan a casi cualquier depredador a pensárselo dos veces antes de vérselas con ellas.
Así las cosas, podríamos esperar que la naturaleza estuviera a reventar de especies que no son hormigas, pero que son casi indistinguibles de estas; pero para complicar aún más este acertijo de la evolución, la realidad no es así. Los miméticos perfectos son excepcionales entre multitudes de miméticos imperfectos que, si bien se parecen y pueden engañar en la mayoría de los casos, se pueden reconocer tras un examen más cuidadoso. Este misterio ha perdurado hasta hoy sin resolverse completamente, siendo todavía terreno de fértiles debates científicos. Continuar explorando los secretos del mimetismo puede ayudarnos revelar profundas cuestiones sobre la evolución y la historia de la vida en nuestro planeta.
… Tal vez la próxima vez que encuentres una hormiga valga la pena dedicarle un segundo vistazo.
* Red de Interacciones Multitróficas, Instituto de Ecología A.C.