Las zonas áridas cubren gran parte del territorio mexicano, se caracterizan por presentar condiciones extremas de temperatura, lluvia muy escasa y humedad casi inexistente. Y aunque podríamos pensar que bajo estas condiciones solo podríamos encontrar ecosistemas pobres y desolados, para nuestra sorpresa, estos ambientes albergan una amplia diversidad de plantas y animales silvestres muy bien adaptados a este ambiente.
Un grupo de animales, que ha resultado “exitoso” en estos ecosistemas, es el de los reptiles. Los reptiles, se caracteriza principalmente por tener una piel cubierta de escamas y por depender de fuentes externas (como el sol o las superficies donde se posa) para mantener su temperatura corporal, estas dos condiciones parecen estar bien relacionadas con sus adaptaciones y para sobrevivir en ambientes inhóspitos como los desiertos.
En nuestras visitas a la Reserva de la Biósfera de Mapimí, ubicada al norte de México en el corazón del Desierto Chihuahuense, entre Durango, Coahuila y Chihuahua, hemos tenido la oportunidad de recorrer sus cerros rocosos, matorrales, pastizales y dunas arenosas. Durante las caminatas, vamos siempre atentos, y es que, si observamos con detenimiento y tenemos un poco de suerte, podríamos encontrar a unos de los más fascinantes reptiles de la zona, el camaleón texano.
Y cómo no emocionarse al ver a esta rara lagartija de no más de 12 cm, de cuerpo redondo y aplanado, repleto de escamas que parecen puntiagudas espinas y con una imponente cabeza triangular coronada por escamas que asemejan cuernos (de ahí el nombre científico de Phrynosoma cornutum, por su distintiva cabeza). Poder observar en su hábitat natural a estos increíbles reptiles es un gran dicha que nos pide a gritos sacar la cámara o el celular y llevarnos un preciado recuerdo del “rey” del camuflaje.
Estos lagartos que produce en promedio 25 huevos a mediados de verano y nacen a mediados de otoño como diminutas réplicas de sus padres midiendo solamente unos 20mm (Figura 1A), desde pequeños están llenos de tácticas y trucos que les han permitido sobrevivir en el Desierto Chihuahuense el más grande de Norteamérica. En primera, es un infalible maestro del camuflaje, su cuerpo plano, su coloración críptica y cubierto de escamas imita la textura y color de la arena y las piedras, lo que le permite fundirse con el entorno desértico, haciéndolo asombrosamente invisible. Al ser descubierto y sentirse amenazado, puede optar por dos cosas, la primera es permanecer inmóvil y volverse a confundir con su entorno o llenarse de aire para aumentar su tamaño y presumir su espinosa armadura que lo recubre (Figura 1B). Finalmente, si esto no logra disuadir a su atacante, tiene una habilidad, que ha hecho popular a este y otros lagartos cornudos, que es echar chorros de sangre por los ojos, la cual parece resultar muy efectiva para hacer desistir el ataque de zorros y coyotes, para quienes resulta un sabor desagradable.
La dieta especializada del lagarto cornudo, centrada en hormigas, lo convierte en un regulador clave de las poblaciones de estos insectos (Figura 1C,D). Al controlar las poblaciones de hormigas, contribuye a mantener el equilibrio de los ecosistemas desérticos, protegiendo la vegetación y a otros invertebrados. Sin la presencia de estos reptiles, podríamos presenciar un aumento descontrolado de hormigas, con consecuencias negativas para la biodiversidad del desierto.
Actualmente, se conocen 16 especies de lagartos cornudos en México, de las cuales al menos seis se encuentran en riesgo de desaparecer según la Norma Oficial Mexicana (NOM-059). Entre las principales amenazas se encuentran el uso de insecticidas para evitar la propagación de hormigas rojas, la introducción de animales domésticos como ganado y gatos en su hábitat, el uso agrícola intensivo de la tierra y su recolecta para la venta ilegal como mascota.
Observar esta especie, sin duda, nos hace reflexionar sobre la resiliencia de la vida. Sin embargo, también nos alerta sobre la fragilidad de los ecosistemas y la importancia de proteger a todas las especies, por más pequeñas, raras o “invisibles” que parezcan.
- Red de Biología y Conservación de Vertebrados, Instituto de Ecología A.C.