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El Estándar Global de Biodiversidad busca revertir la idea de que para combatir el cambio climático y recuperar la biodiversidad y la integridad de los ecosistemas, bastan las grandes campañas de reforestación

El Estándar Global de Biodiversidad.

Estudio.
Campo. La restauración es más que sólo reforestación masiva. (Orlik Gómez)

En el mundo existen numerosas certificaciones y etiquetas ecológicas o “verdes” que, en apariencia, son sellos que acreditan que un producto, servicio, proceso o empresa cumple con estándares ambientales. Están pensados como un indicador para garantizar que se han producido o prestado con el menor impacto ambiental y social, o al menos eso es lo que comunican a los consumidores. Se manifiestan como una medida para contribuir a solucionar la crisis dual que representan la pérdida de la biodiversidad y el cambio climático.

Sin embargo, muchas de ellas forman parte de lo que se conoce como greenwashing o lavado verde, que es una estrategia de marketing que busca atraer clientes y mejorar la reputación de la empresa, aprovechando la creciente conciencia ambiental de los consumidores, aunque en realidad carecen de un impacto real y positivo sobre la biodiversidad. Las prácticas del greenwashing resultan, en una palabra, engañosas. Todos hemos visto, por ejemplo, envases de color verde o con imágenes de naturaleza, o que utilizan una terminología vaga como “envase ecoamigable”. Estas etiquetas son abundantes y las podemos encontrar con mucha frecuencia. Pero ¿nos hemos preguntado si realmente cumplen lo que dicen cumplir?

A raíz de esto, ha surgido desde hace unos pocos años una iniciativa de la nada, originalmente por Botanic Gardens Conservation International (BGCI) y organizaciones aliadas llamada Estándar Global de Biodiversidad (TGBS por sus siglas en inglés), que fue concebido como el primer estándar (es decir, modelo de referencia) internacional que reconoce, promueve y garantiza la protección, la restauración y enriquecimiento de la biodiversidad, a través de una certificación que evalúa y fomenta buenas prácticas de restauración de los ecosistemas en sitios que tienen diferentes características, como las tierras productivas agroforestales, las plantaciones de árboles maderables, los agroecosistemas y las áreas naturales protegidas, y cuya característica común es que protegen y fortalecen la diversidad biológica de manera real y eficiente. Es importante mencionar es que se trata de un estándar sustentado en los conocimientos de la academia pero que claramente incorpora los conocimientos y la participación de los pobladores y comunidades (es decir, los actores) locales.

El TGBS surgió por la necesidad de dejar atrás la premisa, común en todo el mundo, de que la solución a la crisis del cambio climático y la pérdida de biodiversidad, es reforestar utilizando cualquier árbol, en cualquier lugar y con un costo mínimo”, para sustituirla por soluciones basadas en la naturaleza, de efectividad a largo plazo y que estén basadas en las mejores prácticas, que combinen el conocimiento académico sobre la biodiversidad, los beneficios a las comunidades locales y la captura de carbono eficiente.

Estudio.
Campo. La restauración es más que sólo reforestación masiva. (Orlik Gómez)

Esto lo vemos año con año en las grandes campañas de reforestación que, a pesar de lo grandes, publicitadas con numerosas fotos y grandilocuentes promesas, no dejan de ser buenas intenciones que generalmente no tienen buenos resultados. En estos casos, claramente su principal indicador es el número de árboles plantados, que por lo general son pocas especies (1 a 3) de árboles no nativos del sitio reforestado, que al final, si logran establecerse, desplazan o dañan aún más a la biodiversidad nativa al no contemplar, por ejemplo, las comunidades arbustivas y menos aún las herbáceas, lo cual acelera la extinción local de las especies, reduce la captura neta de dióxido de carbono y no recupera la integridad de los ecosistemas. Es decir, no se consideran, no se miden ni se da seguimiento a los impactos sobre la biodiversidad local. La mayoría de estas reforestaciones fracasan porque su objetivo es únicamente llenar un terreno de árboles, con una aparente etiqueta de acción contra la crisis ambiental.

La metodología TGBS identifica ocho criterios clave que, cuando se cumplen, logran resultados positivos para la biodiversidad:

  1. Seleccionar lugares adecuados para mejorar la biodiversidad nativa.
  2. 2. Mejorar la protección de los hábitats y su biodiversidad existentes de inicio.
  3. 3. Proteger, restaurar y manejar la biodiversidad en asociación y consulta permanente con las comunidades y actores locales, incorporando sus intereses legítimos.
  4. 4. Maximizar la recuperación de la biodiversidad mediante un enfoque de restauración de los ecosistemas. Esto va más allá de las campañas de reforestación masivas.
  5. 5. Evitar y reducir la presencia de especies invasoras o potencialmente invasoras.
  6. 6. Priorizar el uso de especies nativas, amenazadas y raras.
  7. 7. Promover la biodiversidad y la capacidad adaptativa de los ecosistemas.
  8. 8. Llevar a cabo un sólido monitoreo, evaluación y manejo adaptativo de la biodiversidad.

El Jardín Botánico Francisco Javier Clavijero del Instituto de Ecología A.C. siempre busca estar a la vanguardia del conocimiento práctico sobre la biodiversidad y, al ser una institución acreditada por BGCI como un jardín botánico de clase mundial, ha sido invitado a ser la sede del Hub-México, es decir, el grupo que se encargue de evaluar y eventualmente otorgar esta certificación a auténticos proyectos de restauración de la biodiversidad. Pronto estaremos comunicando los primeros resultados.

  • Jardín Botánico Francisco Javier Clavijero. INECOL

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