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Tu cerebro está lleno de microplásticos: ¿te están haciendo daño? Los plásticos se han infiltrado en todos los rincones del planeta, incluidos los pulmones, los riñones y otros órganos sensibles, escribe Max Kozlov, en su artículo “Your brain is full of microplastics: are they harming you?”, publicado en nature.com.
Los científicos se esfuerzan por comprender sus efectos sobre la salud, uno de ellos es el toxicólogo Matthew Campen ha estado utilizando este método para aislar y rastrear los microplásticos (y sus contrapartes más pequeñas, los nanoplásticos) que se encuentran en los riñones, hígados y, especialmente, cerebros humanos. Campen, que trabaja en la Universidad de Nuevo México en Albuquerque, calcula que puede aislar unos 10 gramos de plástico de un cerebro humano donado; es decir, aproximadamente el peso de un crayón sin usar.
Los microplásticos se han encontrado prácticamente en todas partes donde los científicos han buscado: en islas remotas, en la nieve fresca de la Antártida, en el fondo de la fosa de las Marianas en el Pacífico occidental, en los alimentos, en el agua y en el aire que respiramos. Y científicos como Campen los están encontrando diseminados por todo el cuerpo humano.
Sin embargo, la detección es solo el primer paso. Determinar con precisión qué hacen estos plásticos dentro de las personas y si son dañinos ha sido mucho más difícil. Esto se debe a que no existe un único “microplástico”. Vienen en una amplia variedad de tamaños, formas y composiciones químicas, cada una de las cuales podría afectar a las células y los tejidos de manera diferente.
Aquí es donde entra en juego el lodo beige de Campen. A pesar de la ubicuidad de los microplásticos, es difícil determinar a qué microplásticos están expuestas las personas, cómo están expuestas y qué partículas llegan a los rincones y grietas del cuerpo. Las muestras que Campen recoge de los cadáveres pueden, a su vez, usarse para probar cómo responden los tejidos vivos a los tipos de plástico que las personas llevan consigo.
“Mórbidamente hablando, la mejor fuente que se me ocurre para obtener microplásticos buenos y relevantes es tomar un cerebro humano completo y digerirlo”, dice Campen.
El mundo está ávido de datos: por ejemplo, los consumidores alemanes clasificaron los microplásticos en los alimentos como su principal preocupación en materia de salud ambiental en 2023. Y están en marcha las negociaciones sobre un tratado global que podría limitar la producción de plásticos. Los hallazgos han ido apareciendo lentamente, obstaculizados por métodos analíticos insuficientes, riesgos de contaminación y una falta de colaboración entre científicos de diferentes campos. “No hay un libro de recetas en este momento. No hay un manual de procedimientos operativos estándar”, dice Kathleen Egan, investigadora del cáncer en Moffitt Cancer Center en Tampa, Florida. “Tenemos que inventarlos sobre la marcha, y es un proceso”.
Pero hay señales de que los científicos están resolviendo estos problemas y de que el campo está madurando. Campen forma parte de un grupo de investigadores que desarrollan métodos no convencionales y forman equipos de científicos interdisciplinarios. Están atrapados en una carrera contra el tiempo. La producción de plásticos, que comenzó hace menos de un siglo, alcanza un máximo histórico cada año, y el material tarda cientos, si no miles, de años en degradarse, lo que crea billones de microplásticos en el proceso.
“Hay microplásticos en todas partes”, dice Bart Koelmans, químico ambiental de la Universidad de Wageningen en los Países Bajos. “No podemos escapar de ellos”.
¿CÓMO ESTUDIAR SU DAÑO?
Esta falta de estandarización dificulta la comparación directa de estudios realizados por diferentes grupos, dice Eliseo Castillo, un inmunólogo de las mucosas de la Universidad de Nuevo México en Albuquerque que estudia los efectos de las partículas en los sistemas digestivo e inmunológico.
Por ejemplo, muchos estudios utilizan microplásticos prístinos, como pequeñas esferas, que no son representativos de la diversidad de partículas que se encuentran en el medio ambiente. Algunos investigadores sostienen que son el conjunto de microplásticos más fácilmente disponible y estandarizado que se puede utilizar, mientras que otros dicen que son un desperdicio de dinero porque son muy diferentes de los que la gente está expuesta.
“Defendemos nuestras áreas como locos”, dice Campen, y eso puede, en última instancia, obstaculizar la búsqueda de datos concluyentes. Hay numerosas variables en los propios plásticos, incluidos el tamaño, la forma y la composición. Y muchos están recubiertos con uno de los más de 10.000 aditivos químicos para hacerlos más flexibles, ignífugos o degradables. Además, los plásticos pueden afectar a cada órgano o tipo de célula de forma diferente. Un fragmento microplástico afilado podría ser más dañino en el frágil entorno de los pulmones que en la garganta, por ejemplo.
Según Stephanie Wright, toxicóloga medioambiental del Imperial College de Londres, los plásticos más pequeños que se inhalan y se ingieren son motivo de especial preocupación. Las partículas de menos de un micrómetro de diámetro se han ganado el nombre de nanoplásticos (algunos defienden un límite inferior de alrededor de 0,1 micrómetros). Según la vía de ingestión, algunos datos sugieren que muchas partículas de mayor tamaño pasan por el sistema digestivo y se excretan. Sin embargo, los nanoplásticos podrían llegar a las células, en las que el cuerpo no tiene mecanismos establecidos para digerirlos o expulsarlos.