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Igual que dónde y con quién hemos estado marca a las personas, el ‘historial de contactos’ de los objetos los va alterando de una manera que puede ayudar a desvelar uno de los misterios de la ciencia: cómo funciona la electricidad estática, según una investigación publicada este miércoles.
Pese a siglos de investigación y experimentos en los campos de la física y de la química, aún no se sabe cómo sucede un fenómeno conocido como electricidad estática pero que, pese a su nombre, tiene mucho más que ver con el movimiento y el contacto.
“Platón o Tales de Mileto ya hablaron del fenómeno, pero el problema es que todavía no entendemos realmente cómo sucede”, explica a EFE Juan Carlos Sobarzo, coautor junto a Scott Waitukaitis de una investigación -difundida este miércoles en ‘Nature’- del Instituto de Ciencia y Tecnología de Austria (ISTA) que cree haber dado un gran paso para resolver este misterio.
La electricidad estática es la acumulación de carga en la superficie de un objeto.
Chispas en los besos
Su efecto se experimenta a todas horas, desde el chispazo que puede sentirse al besar a otra persona, al pelo que flota tras ser rozado con un globo o el calambrazo al tocar el pomo de una puerta.
En definitiva, cuando se produce una transferencia de carga eléctrica entre dos objetos que se tocan.
Ese enigma se manifiesta en las llamadas series triboeléctricas: una serie de materiales ordenados según su tendencia a acumular carga positiva o negativa.
Por ejemplo, al tocarse, el vidrio se carga en positivo y el papel en negativo. Pero al contactar con el teflón, es el papel el que se carga positivo y el teflón en negativo.
“Debería inferir que como el vidrio se carga positivo contra el papel y el papel se carga positivo contra el teflón, el vidrio se debería cargar positivo contra el teflón”, explica Sobarzo.
Orden dentro del caos
Sin embargo, hasta ahora, las series triboeléctricas eran todo menos predecibles: diferentes investigadores lograban órdenes diferentes e incluso un mismo científico no era capaz de reproducir la misma serie dos veces.
Ahora, el ISTA ha concluido que la clave para entender que hay un orden dentro de ese caos está en el ‘historial de contactos’ de los objetos.
“El número de veces que una muestra ha estado en contacto con otras muestras hace que evolucione y que se comporte de una manera más predecible”, resume Sobarzo.
Investigaciones anteriores habían teorizado ya que las minúsculas protuberancias en la superficie de los materiales se van deformando con el contacto, y que esos cambios afectan a cómo se traspasa la electricidad estática.
Ahora, el equipo del ISTA ha concluido que cuántas más veces una muestra ha tocado a otra, más predecible se vuelve.
Así, un objeto con un historial de cien contactos se va a cargar negativamente al chocar con otra de cero contactos.
Sobarzo y Waitukaitis han usado para sus experimentos polidimetilsiloxano, un tipo de polímero.
Aplicaciones en la industria
Aunque Sobarzo reconoce que su conclusión no puede aplicarse con certeza al resto de materiales, sí que hay una seguridad en que el número de contactos que ha tenido otros polímeros, como plásticos, puede ayudar a predecir si se va a cargar positiva o negativamente.
Este descubrimiento puede tener aplicaciones prácticas en la industria, ya que las cargas electrostáticas pueden provocar que los materiales se queden adheridos a las máquinas o se peguen unos a otros, dificultando la producción.
O, por ejemplo, en el caso de materiales inflamables, cuando la electricidad estática puede provocar chispas que generan explosiones.