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En los últimos 30 años se ha avanzado de forma importante en la producción de alimentos mejorados genéticamente

Legislar con conocimiento: el caso de transgénicos y la Cámara de Senadores

Muestra
Genes. El pasado 5 de marzo se aprobó en la Cámara Alta la prohibición de siembra y cultivo de maíz transgénico en el país, principalmente para proteger las variedades nativas de este grano. Lo desastroso fue el bajo nivel de discusión por parte de los senadores. (Archivo)

Los organismos genéticamente modificados (OGM) son aquellos a lo que se les ha hecho algún cambio en el material genético mediante técnicas de ingeniería genética para dotarlos de ciertas características deseables o que produzcan alguna proteína de interés. El ser humano ha modificado desde hace miles de años a plantas y animales por medio de técnicas de selección y manipulación de cruzas, sin embargo, no es hasta hace unos 50 años que logra transferir información genética de un organismo a otro.

Las modificaciones genéticas no solo se refieren a la adición de genes específicos, también se pueden eliminar genes de forma dirigida o trasponer secuencias determinadas. La generación de OGM ha permitido importantes avances en la ciencia, ya que numerosas enfermedades han sido estudiadas utilizando animales, principalmente ratones genéticamente modificados al eliminar genes específicos (knock out), silenciarlos (knock down) o añadirlos (transgénicos).

Asimismo, la producción de fármacos como la insulina humana recombinante, la eritropoyetina o la hormona de crecimiento se generan mediante técnicas de transgénesis en bacterias, levaduras o cultivos de células de mamífero y; con ello, se ha logrado abastecer las necesidades para el tratamiento de diabetes, insuficiencia renal crónica o enanismo hipofisario, respectivamente. Los anticuerpos monoclonales para el tratamiento de cáncer y las vacunas recombinantes son otros ejemplos de productos que salvan vidas.

También se ha avanzado en la modificación genética de insectos, como el caso del control de malaria o dengue utilizando mosquitos; o en peces y animales de granja para incrementar la producción o en animales de compañía. Sin embargo, el debate del uso de OGM se ha centrado en los alimentos transgénicos. En los últimos 30 años se ha avanzado de forma importante en la producción de alimentos mejorados genéticamente para proporcionarles características deseables, como la resistencia a plagas y herbicidas, la producción de algún nutrimento importante (ahí esta el caso del arroz dorado que sintetiza carotenoides) o el incremento en la producción agrícola.

La controversia en el caso de los alimentos transgénicos, particularmente del maíz, está enfocada en dos aspectos: daños a la salud humana y daños al medio ambiente y a la biodiversidad. Con respecto a posibles afectaciones a la salud humana de forma directa, no se ha comprobado que los alimentos transgénicos provoquen enfermedades como cáncer; sin embargo, si pueden estar relacionados con alergias y, de forma indirecta, a la resistencia a antibióticos por parte de la generación de cepas genéticamente modificadas.

Los daños al medio ambiente y a la biodiversidad representan un riesgo mayor, ya que la resistencia a insecticidas o herbicidas puede modificar el equilibrio ecológico. Más aún, los cultivos con productos transgénicos como el maíz tienen el potencial de reducir la variabilidad genética de las especies nativas.

Resulta indispensable regular la producción y uso de cada producto transgénico en lo individual, ya que cada uno tiene sus particularidades. El pasado 5 de marzo se aprobó en la Cámara Alta la prohibición de siembra y cultivo de maíz transgénico en el país, principalmente para proteger las variedades nativas de este grano. Lo desastroso fue el bajo nivel de discusión por parte de los senadores, incluso argumentando falacias, fruto del desconocimiento en la materia.

Así como es necesario legislar en muchos temas importantes como este, también debería emitirse una ley en la que las y los diputados y senadores estén obligados a acercar al pleno a personas expertas que puedan explicar de forma clara los contextos científicos y técnicos para tomar las mejores decisiones. Las y los legisladores no están obligados a saber de todo, pero sí lo están de informarse adecuadamente a la hora de votar una ley y erradicar de las discusiones las alusiones personales, las ideologías partidistas y los zafarranchos.

Con la colaboración de Sara Escamilla Peña.

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