“El bienestar de un menor es algo que a los padres les preocupa y en ocasiones las acciones que realizan para conseguirlo no son las adecuadas, ya que pueden caer en actitudes que afecta al desarrollo del niño”, explicó David Jiménez Rodríguez, profesor investigador del Área Académica de Psicología del Instituto de Ciencias de la Salud (ICSa), perteneciente a la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH).
Actualmente la sobreprotección en los hijos e hijas se vuelve un problema social el cual tomar en cuenta. Este tipo de crianza tiene un claro efecto limitante y anula al niño, al propiciar una completa dependencia, que, en conjunto con la hiperpaternidad (las madres y los padres que no permiten que sus hijos se equivoquen), son estilos educativos basados en una atención excesiva hacia los más pequeños.
Los padres primerizos tienden a dar esta sobreprotección en los primeros años de vida del infante, pero en su mayoría aprenden con el paso del tiempo a darle un espacio necesario al menor. Quienes no logran desapegarse sobreprotegen a la o el pequeño, lo que impide el desarrollo de habilidades tan importantes como la solución de problemas, la generación de alternativas, la empatía y la autonomía, entre otros.
Barreras para el aprendizaje y la participación social
David Jiménez recalcó que un niño o niña que vive en un núcleo familiar con demasía en sus cuidados presentará conductas como ser demandante, no mostrar iniciativa, manifestarse irritable y con poca tolerancia a la frustración, ser menos autónomo en comparación a otros niños de su misma edad, dificultades para adaptarse a situaciones nuevas, tener un retraso en el desarrollo de su lenguaje, generar inseguridad o temor, así como el desarrollo de ansiedad en edades tempranas.
“Este tipo de infantes generan mucha frustración y enojo a través de rabietas y berrinches, para posteriormente pasar a la rebeldía en etapas de edad más avanzada, como lo es la adolescencia e incluso en la juventud. Trae muchas consecuencias negativas el no dejar que las y los niños se manifiesten adecuadamente, por ejemplo, no darles oportunidad a que desarrollen su propia identidad”, reiteró el especialista de la UAEH.
Una protección excesiva creará barreras en el infante que al llegar a un ambiente social no tendrá la capacidad de enfrentar, esto lo volverá blanco de burlas de compañeros, señalamientos sociales, dificultad para relacionarse con otros y desconocimiento de las normas de comportamiento que al final crearán frustraciones que con el tiempo se convertirán en problemas graves al crecer y llegar a otras etapas de desarrollo.
Características de los padres sobreprotectores
Para los padres sobreprotectores, las y los hijos en todas las etapas de la vida son niños y, aunque sean mayores, les siguen cuidando como si fueran pequeños sin darles la oportunidad de valerse por sí mismos, piensan que sus hijos siempre necesitarán de ellos, se sienten comprometidos con sus vidas, les cuesta mucho trabajo dejarlos libres y permitirles que hagan su propia vida lejos de casa.
El especialista Garza comentó que este tipo de paternidad busca darle todo al hijo o la hija y se preocupa por resolverles los problemas de cualquier tipo que se presenten ante ellos, deciden por ellos y no soportan que se sientan enfadados, tristes, agobiados e insatisfechos. Finalmente, esto crea un aura de temor para los infantes al pensar que todo será un riesgo para ellos.
Lo anterior hace que las y los hijos muestren actitudes egocéntricas, groseras, ensimismados y al final el padre se vuelve un siervo siempre pendiente de lo que quiera el niño, aunque no sea una necesidad como tal. Los padres pierden la posición de autoridad y son relegados a un nivel debajo de los hijos dentro del núcleo familiar.
Se debe evitar la sobreprotección a través de la disciplina
El profesor investigador del Área Académica de Psicología de la UAEH mencionó que la disciplina en el desarrollo integral de todo individuo es necesaria. En las y los niños se da a través de reglas en el hogar, la escuela e incluso en los mismos juegos, mientras que al no acatar estas deben recibir una remienda como lo son regaños o castigos que hagan entender al menor que toda decisión inapropiada que tome tendrá una consecuencia.
“Las madres y los padres tienen la obligación de poner reglas en su casa, pero a la vez de enseñarle a sus hijos a respetar las reglas del lugar donde se encuentren. Además de demostrarle que figuras como los maestros tienen jerarquía en su desarrollo y no restarles autoridad, al confrontarlos por sobreproteger al niño o la niña”, subrayó el psicólogo universitario.
Dado que los padres siempre se han asegurado de que no sufran por nada ni se frustren cuando no consiguen lo que quieren, las y los hijos no han aprendido a tolerar la frustración, por lo que con el tiempo, al enfrentarse a un problema, lo más probable es que reaccionen a las frustraciones con ira, exigencias e incluso agresividad, llevándolos a tener dificultades en las relaciones sociales y en la vida en general.
Finalmente, David Jiménez recomendó algunas claves para fomentar la autonomía en las y los infantes: sustituir el miedo por la confianza, no hacer por ellos lo que pueden hacer, pensar juntos en soluciones, aprender de las consecuencias, motivar a que solucione sus problemas de acuerdo a su edad, ayudar en las labores de la casa e incentivar a que cumpla con sus obligaciones escolares.