
La gran mayoría de las plantas actuales producen semillas, ya sea expuestas, como en los pinos, o protegidas dentro de un fruto, como en las leguminosas (por ejemplo, frijol, ejote, tamarindo). Estas semillas almacenan nutrientes esenciales como grasas, carbohidratos y a veces proteínas que servirán para alimentar al embrión y las primeras etapas de vida de la nueva planta. Gracias a su alto contenido energético, las semillas son un recurso muy atractivo para diversas especies de animales, como mamíferos, aves e insectos. Estos animales pueden depredar las semillas antes o después de que estas sean dispersadas. En el caso de la depredación predispersión, las semillas son atacadas aun en la planta madre, principalmente por insectos, de los cuales se destacan las orugas (larvas de mariposas y polillas) y los escarabajos.
En algunos casos extremos, las semillas pueden ser atacadas por tres o incluso más especies de insectos depredadores. No obstante, para reducir la competencia directa por el mismo recurso alimenticio, estos insectos han desarrollado diversas estrategias, como el evitar coincidir en el tiempo. En una de esas estrategias, dos especies consumen las semillas en distintas etapas de su desarrollo. Es decir, mientras una especie de insecto prefiere semillas inmaduras, otra especie las ataca cuando ya están maduras. En otra estrategia, una de las especies depredadoras ataca las semillas cuando las poblaciones de la otra especie ya se redujeron.
Por otro lado, algunos depredadores de semillas pueden beneficiarse de la presencia de otros insectos que atacan las mismas semillas. Suena paradójico, pero es que ciertas especies son incapaces de excavar a través de las duras cáscaras de algunos frutos indehiscentes —aquellos que no se abren para liberar sus semillas —, aprovechando las cavidades de entrada/emergencias creadas por un depredador previo o primario. De esta forma, estos depredadores secundarios logran acceder a las semillas sin necesidad de perforar el fruto. Al facilitar el acceso al interior de los frutos indehiscentes, los depredadores primarios se clasifican como ingenieros de ecosistemas, ya que regulan la disponibilidad de recursos para otras especies.
Pero los depredadores primarios no sólo facilitan la entrada de otros depredadores de semillas, sino también de una gran diversidad artrópodos en busca de diferentes recursos alimentarios. Por ejemplo, algunas especies de artrópodos pueden acceder a los frutos para alimentarse de la pulpa disponible o de los hongos que comúnmente crecen allí, mientras que otros pueden utilizar estos sitios para buscar sus presas. Por otra parte, los frutos pueden acumular distintos tipos de residuos como excrementos, restos de pupas y artrópodos muertos, que podrían atraer a organismos que comen estos detritos.

Simultáneamente, los frutos también pueden ser utilizados como refugio contra altas temperaturas o la lluvia. Y así mismo, pueden ser un espacio adecuado donde los artrópodos pueden mudar, poner huevos o construir sus nidos. De hecho, varias especies de hormigas arborícolas utilizan frutos indehiscentes perforados por escarabajos depredadores de semillas como sitios para la construcción de sus nidos. En particular, la relevancia de esta facilitación puede ser mayor en árboles cuyos frutos maduros permanecen adheridos a la planta durante largos periodos de tiempo (como el tamarindo), con lo que permiten el establecimiento de grandes colonias de hormigas.
Así, la desgracia de unos se convierte en la dicha de otros. Si bien es cierto que un fruto agujereado es una mala noticia para la planta, muchas especies de artrópodos pueden verse beneficiadas por este, no solo el pequeño ingeniero ecosistémico que se encargó de hacerlo.
*Red de Interacciones Multitróficas, Instituto de Ecología A.C.