
En los últimos días ha sido publicado por revistas como TIMES y otros medios digitales, pero en ninguna publicación científica formal, sobre la supuesta “des-extinción” de Aenocyon dirus o lobo terrible o gigante, extinto hace unos 10 mil años y que habitó tierras americanas. Este lobo era muy robusto, pesaba entre 80 y 100 kg, se alimentaba de animales grandes del pleistoceno y su extinción se acompañó de las glaciaciones y la reducción de los herbívoros como mastodontes, mamuts y bisontes, que constituían su alimento.
Esta especie desaparecida ha sido motivo de polémica, ya que el pasado 7 de abril, la empresa estadunidense Colossal Biosciences anunció que en octubre del 2024 nacieron tres cachorros (Rómulo, Remo y Khaleesi), supuestamente producto de la “des-extinción” del lobo terrible. En principio, la des-extinción o el proceso de revivir a una especie extinta no es una realidad todavía. Si bien se han realizado esfuerzos para lograrlo -tal como en Jurasic Park- estos no han dado resultado, aunque se han presentado casos interesantes. Las técnicas incluyen la cría selectiva, la clonación, la inhibición genética y hoy, la edición genética mediante la técnica CRISPR.
Las repeticiones palindrómicas cortas agrupadas y regularmente interespaciadas, conocidas por sus siglas en inglés como “CRISPR” son secuencias de ADN viral integradas en el genoma de bacterias o arqueas. Estos fragmentos son utilizados por estas células como mecanismo de defensa contra virus; fueron descubiertas en 1987 por Yoshizumi Ishino y su equipo de trabajo y posteriormente por Francisco Mojica, quien acuñó el término CRISPR. En 2013, Koonin y sus colaboradores propusieron que los espaciadores podrían servir como plantillas para moléculas de ARN.
En 2012, las científicas Jennifer Doudna y Emmanuelle Charpentier descubrieron que la enzima Cas9, que es parte del mecanismo bacteriano asociado a CRISPR, funcionaba para hacer cortes en ADN y desarrollaron lo que hoy se conoce como CRISPR/Cas9, que con moléculas sintéticas de “ARN guía” pueden editar el material genético. Estos trabajos valieron el Premio Nobel en 2020 a Mojica, Doudna y Charpentier y representan una herramienta poderosa para la modificación genética con aplicaciones diversas que tienen implicaciones éticas importantes, tanto en la medicina como en otros aspectos biológicos.
Es así, que la edición de ADN fue la herramienta utilizada para modificar 20 genes del lobo gris (Canis lupus) para dotarlos de características fenotípicas del lobo terrible (Aenocyon dirus), 15 de los genes se basaron en el conocimiento del genoma de este último para lograr las características de tamaño, musculatura y forma del hocico y orejas. Con la técnica de edición se reescribieron los genes en núcleos de óvulos que se convirtieron en embriones y se insertaron en madres sustitutas.
Así entonces se trata de lobos grises modificados genéticamente y, aun cuando no son verdaderos lobos terribles, la ciencia nos muestra que se avanza pero que las repercusiones pueden ser de enormes consecuencias. La des-extinción no es una realidad (todavía), pero ¿qué sucedería si se reincorpora a la vida actual a especies que ya no cuentan con su sustento natural, en condiciones climáticas que ya no son las adecuadas? Más aun, ya se ha utilizado la técnica para tratar enfermedades en animales de experimentación, de granja y por primera vez, en 2016, en humanos. La técnica permite modificar el material genético a voluntad.
El debate ético es de suma importancia. ¿Ha leído usted “Un mundo feliz” de Aldous Huxley?