En agosto de 2018, la Colectiva de Alumnas UG en Sororidad, con el apoyo de la asociación civil Las Libres, expuso públicamente los casos y los nombres de profesores de la Universidad de Guanajuato (UG) que habrían ejercido acoso a las estudiantes. Las universitarias, alumnas y profesoras, realizaron una rueda de prensa un día antes del informe del rector Luis Felipe Guerrero Agripino, quien buscaba su reelección –que obtendría para mantener el cargo actualmente–, posteriormente, realizarían las denuncias formales en la institución.
“Este acto fue fundamental porque lograron que la atención no se centrara en ellas, como víctimas, sino en las personas que las habían agredido”, señala Helena Varela, coordinadora del doctorado de Estudios Críticos de Género de la Universidad Iberoamericana.
La académica es autora del artículo “Las universidades frente a la violencia de género. El caso de la Universidad Autónoma de Guanajuato”, publicado en 2020 en la “Revista interdisciplinaria de estudios de género” de El Colegio de México, el cual se ha vuelto un referente para el análisis de la violencia de género en las universidades en el marco de los movimientos estudiantiles como el #MeTooAcadémicos.
“A las universidades les ha costado mucho reconocer el fenómeno, se consideraron como espacios neutrales en términos de género y, por tanto, las autoridades pensaban que la violencia de género no ocurría en sus espacios, sino que se daba fuera y que el nivel educativo era un escudo para proteger los espacios universitarios”.
REACCIÓN REACTIVA.
La especialista tomó como objeto de estudio el movimiento de estudiantes de la UG dada la visibilidad que tuvo y encontró una serie de errores en el proceso de atención de la universidad, los cuales pueden tener hallarse en otras instituciones de educación superior.
En una presentación en video en el marco del Día Internacional de la Mujer, Helena Varela expone que su investigación encontró numerosas fallas:
Tener una comisión encargada de la investigación sin perspectiva de género; la no identificación de grupos de poder en la institución que se entrelazaron para impedir una investigación autónoma independiente; la manera en cómo se dieron a conocer los eventos y la comunicación con las personas agraviadas, entre otros.
Hay una serie de fallas que nos habla de una universidad que actuó muy “reactivamente”, enfatizó, y que son características aplicables a otras instituciones. “Reactivamente porque tomaron decisiones precipitadas sin entender lo que es la violencia de género, lo cual enfrentamos en todas las instituciones de educación superior con una estructura muy vertical de tal manera que, si no había la voluntad desde arriba, difícilmente se podían llegar los cambios hacia abajo; adicionalmente, con grupos de poder que al interior de la universidad están obstaculizando cualquier transformación en materia de género”.
La especialista acotó que no se puede generalizar lo ocurrido en la UG con lo que sucede en otras instituciones, pero en ésta identificó las características y rasgos de cómo pueden actuar las universidades. “Se ha avanzado en las instituciones de educación superior, se tienen protocolos y mecanismos para la atención de género, pero tenemos que aprender más sobre cómo lo estamos implementando y atendiendo a las víctimas”.
Lo que ha quedado claro en la UG y en otros casos que se han visibilizado públicamente, dijo, es que son las estudiantes las que han empujado para que las autoridades hagan algo.
“Cuando hay presión generalizada y se hacemos visible la violencia, a las autoridades no les queda más que actuar, ya no hay manera de jugar a la simulación”, añade. Ese es el papel de este tipo de actos, que no están encaminados a hacer justicia por sí mismos, sino a visibilizar los niveles de violencia y obligar a las universidades a tomar cartas en el asunto.
“Sin las estudiantes, seguiríamos la misma inercia de actuar sólo en ciertos casos, en la mejor de las situaciones. Sus movimientos han logrado que las autoridades universitarias salgan de su zona de confort y no les quede más que actuar”.
Acosadores del #MeTooAcadémicos
En el estudio de la académica de la Ibero, cita los casos denunciados a través del #MeTooAcadémicos en 2019 en un recuento realizado por ella. En el estudio publicado en la revista del Colmex señala que en marzo de ese año, a través del hashtag #MeToo, inició un movimiento donde se denunciaban, anónimamente, casos de acoso y violencia contra las mujeres. “En México se vivió una etapa de convulsión, al extenderse a ámbitos específicos como el del cine, la música, la literatura, el periodismo o la academia. En el caso de #MeTooAcadémicos, en menos de un mes se habían recibido denuncias contra 349 personas (36 pertenecientes al nivel medio superior y 313 a universidades)”.
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