Hasta ahora se sabía que el “árbol de la vida” había perdido muchísimas “ramitas” en lo que los científicos han denominado “la sexta extinción masiva” de especies. Hoy, un nuevo estudio advierte de que el árbol ha perdido “ramas” enteras: 73 géneros de vertebrados han desaparecido por completo y, con ellos, el conocimiento que aportan.
Con 44 familias extintas, el de las aves es el grupo de vertebrados terrestres más afectado por la acción humana en los últimos cinco siglos (periodo estudiado), seguido de mamíferos, anfibios y reptiles, según una investigación que publica hoy la revista científica Proceedings of the National Academy of Sciences (PNA).
Los autores principales, Paul Ehrlich, profesor emérito de la Universidad de Stanford y Gerardo Ceballos, investigador principal del Instituto de Ecología de la Universidad Autónoma de México y premio Fundación BBVA de Conservación de la Biodiversidad, sostienen sus conclusiones en el análisis del estado de conservación de 5.400 géneros de vertebrados terrestres (que suman 34.600 especies) entre los años 1500 y 2022.
Los datos usados provienen fundamentalmente de la Lista Roja de especies amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), fruto del esfuerzo colectivo de científicos y organizaciones alrededor del mundo.
De acuerdo con la tasa histórica de extinción de géneros, Ehrlich y Ceballos determinan que el planeta solo habría perdido dos géneros de vertebrados durante los últimos cinco siglos. Sin embargo, la degradación de la naturaleza ha provocado la pérdida de 73 géneros, un ratio de extinción que hubiera tardado 18.000 años en darse de manera natural.
Ceballos incide en que la extinción de géneros enteros de especies posee implicaciones mucho más graves que la de especies.
“Cuando una especie desaparece, otras de su mismo género pueden desempeñar parte de su función en el ecosistema, así como conservar parte del material genético y del potencial evolutivo de la extinta; pero cuando caen géneros enteros la pérdida de biodiversidad es enorme”, comenta el investigador mexicano en declaraciones a EFE.
Para entender la trascendencia que supone la pérdida de toda una familia de especies, los autores hacen la comparativa con un árbol: si se cae una sola "ramita" (una especie) las cercanas pueden ramificarse con relativa rapidez y llenar el vacío, de tal manera que la diversidad de especies del planeta permanece más o menos estable.
Sin embargo, cuando se caen "ramas" enteras (géneros) queda un enorme agujero en la cubierta vegetal, una pérdida de biodiversidad que puede tardar decenas de millones de años en "rebrotar" mediante el proceso evolutivo de especiación.
Perder linajes enteros de especies supone, además de dañar el sistema de vida del planeta, perder conocimientos y posibilidades de avances médicos y tecnológicos, que en la mayoría de los casos provienen del estudio de la naturaleza.
Ceballos y Ehrlich citan en su estudio el caso de la “rana incubadora gástrica del Sur”, último miembro de un género extinto, cuyas hembras se tragaban sus propios huevos fecundados y criaban renacuajos en sus estómagos, mientras "pausaban" el ácido estomacal.
La extinción de todo este género de ranas hará imposible extraer conocimientos que permitan avanzar en soluciones a problemas de salud como el reflujo gástrico, que puede aumentar el riesgo de cáncer de esófago.
Esta "aniquilación biológica masiva" de la que hablan los investigadores, podría ser solo la "punta del iceberg", ya que los científicos consideran que más del 25 % de las especies del planeta están aún por descubrir, y por tanto "se pueden estar produciendo extinciones en especies que ni conocemos ni conoceremos".
Para evitar nuevas extinciones y las consiguientes crisis sociales, Ceballos y Ehrlich reclaman “una acción política, económica y social inmediata sin precedentes”.
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