Una expedición de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y de la Universidad de Kioto logró rescatar del fondo del mar tres sismómetros que servirán para entender mejor la actividad en la temida Brecha de Guerrero y predecir terremotos de gran magnitud.
Con la lectura de esos sismómetros, los científicos esperan entender mejor la actividad de la Brecha de Guerrero, ubicada en el límite de las placas oceánica de Cocos (América Central) y América del Norte, para averiguar si es posible que se produzca un sismo de gran magnitud que afecte a la capital mexicana, en cuyo valle viven 20 millones de personas.
Con una frenética actividad, los científicos a bordo del buque oceanográfico han logrado recuperar tres de los siete medidores, también conocidos como OBS.
Uno de ellos se da ya por perdido y los otros tres siguen en el fondo del océano Pacifico a la espera de tratar de intentar rescatarlos de nuevo.
El Puma, el barco oceanográfico de la UNAM que lleva a los expedicionarios, navegó 1.400 millas desde el puerto de Mazatlán (Sinaloa, México) hasta la unión de la Placa de Cocos y la de Norteamérica, donde se ubica la Brecha de Guerrero, que hace más de un siglo no registra terremotos considerables y que se extiende unos 200 kilómetros frente a la costa del estado mexicano de Guerrero y del puerto de Acapulco.
RESCATE DE SISMOMETROS
En la oscuridad de un mar totalmente en calma a 40 kilómetros de la costa del estado de Guerrero empezaron las complejas operaciones de rescate de los OBS, sismómetros marinos claves para conocer más sobre la posibilidad de que se produzca un gran terremoto.
Los sismómetros debieron ser recuperados hace más de dos años, pero la pandemia y los consiguientes inconvenientes han retrasado la operación de rescate.
La probabilidad de que sus baterías estuvieran agotadas es motivo de preocupación y tensión no solo para los científicos sino también para los tripulantes de El Puma, muchos de los cuales ayudaron en su instalación en 2019.
Con sofisticados equipos de sonar, los sismólogos, liderados por el mexicano Víctor Cruz Atienza y el japonés Yoshihiro Ito, lanzaron señales a través de una sonda marina al primer OBS por recuperar.
La tensión era máxima y en la cubierta de El Puma se agolpaban todos los miembros del equipo que participan en esta travesía, desde su capitán hasta los timoneles, cocinero del barco, un fotógrafo y un reportero de la agencia de noticias Efe.
La preocupación estaba más que justificada porque se trata de sismómetros marinos cuyas mediciones son claves para entender la actividad sísmica recurrente de la Brecha de Guerrero.
TEMOR A GRAN SISMO
A pesar de los últimos temblores en septiembre de 2021, de magnitud 7 en la escala de Richter y otros en las dos últimas semanas, aún no se ha producido el megaterremoto que todos temen, especialmente por su cercanía a la capital mexicana.
El primer OBS contestó a la señal acústica. La alegría se desbordó entre científicos y marineros, en particular en Cruz Atienza e Ito.
Tras confirmar su operatividad vino la maniobra de recuperación. Desde el barco se envió una comanda al equipo instalado en el fondo del océano.
En medio de la oscuridad del mar, Cándido Arias, operario mecánico de El Puma, localizó flotando el ingenio japonés.
A continuación, mediante poleas fue llevado a la cubierta del barco entre grandes expresiones de alegría.
De inmediato la embarcación puso rumbo a los puntos de la Brecha donde están instalados otros tres sismógrafos.
De la alegría se pasó a la decepción. Los tres siguientes no emitieron respuesta alguna. La madrugada se hizo dura por la falta de resultados y se decidió esperar a la luz del día para tratar de encontrar los aparatos.
Este procedimiento se utilizó con el sexto sin lograr resultado alguno tras tres horas de observación bajo un duro sol.
Afortunadamente para los importantes fines científicos de la expedición y para su ánimo, quinto y séptimo OBS respondieron de manera inmediata.
Los sismólogos continúan las distintas operaciones de la misión, como la lectura de la presión hidrostática sobre el fondo marino, que permitan conocer la deformación en los últimos seis años, mientras se confía todavía en el rescate de los tres sismógrafos.
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