Emprender es un proceso complejo; requiere completar varias tareas de manera simultánea como la clarificación del negocio, la apertura del mercado, la obtención del financiamiento, entre otras. Al mismo tiempo influyen las cualidades del emprendedor y las características del contexto.
Las tareas, por tanto, se convierten en retos y a la vez en circunstancias facilitadoras en el camino ¿Cómo desarrollar nuestro capital psicológico para garantizar un resultado exitoso?
Herramienta psicológica
Tradicionalmente, la psicología se dedicó a atender la patología del ser humano, sin embargo, en 1998 Martin Seligman y Milhali Csikszentmihalyi propusieron la psicología positiva, que se centra en el estudio de los rasgos positivos del ser humano, los cuales son vistos como fortalezas y capacidades que nos permiten alcanzar el bienestar y relacionarnos más saludablemente con lo que nos rodea, tanto personas como los elementos del ambiente.
La psicología positiva busca que las personas nos sintamos más fuertes, alegres, con gratitud, que seamos amables, que utilicemos nuestra inteligencia emocional en la vida y en el intercambio que tenemos con los demás. Estas habilidades abonan a que tengamos salud y éxito en todos los ámbitos de la vida.
Esta rama de la psicología, mediante el estudio del comportamiento organizacional positivo, ha buscado mejorar la satisfacción y el desempeño de los trabajadores. De allí deriva un modelo que ayuda a cumplir tal fin: el capital psicológico, una herramienta que ha demostrado eficacia para enfrentar las dificultades que se presenten en nuestras labores.
El capital psicológico es un concepto desarrollado por Fred Luthans, Carolyn Youseff-Morgan y Bruce Avolio en 2004, quienes lo entienden como un estado de desarrollo psicológico positivo individual, compuesto de cuatro componentes, conceptualizados como recursos psicológicos positivos, esto es como fortalezas y capacidades para alcanzar fines específicos de manera exitosa.
1. Tener confianza para asumir los retos y esforzarse para alcanzar el éxito en tareas que son desafiantes o difíciles (autoeficacia).
2. Hacer atribuciones positivas sobre el éxito obtenido en el presente y el que se tendrá en el futuro (optimismo).
3. Perseverar hacia aquellas metas que la persona se ha planteado y modificarlas o redireccionar el camino para el logro, cuando sea necesario (esperanza).
4. Ser capaz de levantarse ante las caídas o adversidades que nos han intentado derrotar o desviar de nuestras metas; dicho de otro modo, es recuperarse de las malas rachas e incluso resurgir con nuevas fuerzas para tener el resultado deseado.
Estos recursos psicológicos son susceptibles de desarrollarse y de modificarse de manera relativamente fácil, porque se conciben como respuestas-estado, es decir, que dependen de que uno mismo las emita, bajo determinadas circunstancias, las podemos aprender e incrementarlas.
Un proceso complejo
¿Sabías que parte del éxito en algo que quieras lograr radica en lo que tú haces?
En muchas ocasiones deseamos tener cierto resultado, pero dejamos todo a la suerte. Vamos a explorar cómo nos ayuda ejercer el capital humano en el emprendimiento humano. Es importante mencionar que estos cuatro aspectos están relacionados entre sí y que los describimos separadamente, únicamente para cumplir con fines explicativos.
Emprender es un proceso complejo que requiere completar varias tareas de manera simultánea, como la clarificación del negocio, la apertura del mercado, la obtención del financiamiento, entre otras. Asimismo, influyen tanto las cualidades del emprendedor, como las características del contexto. Las tareas, por tanto, se convierten en retos que tienen obstáculos qué vencer y circunstancias facilitadoras que allanan el camino.
Para lidiar con todas estas demandas, las personas requieren tener recursos ante la vida que les permitan no sólo sobrevivir en el intento de emprender, sino sobreponerse a las dificultades, a través de pensamientos y acciones que les permitan posicionarse como un agente activo en la resolución de las tareas que se requieran.
En primer lugar, la persona requiere observar lo que sucede a su alrededor, evaluar los recursos internos y externos con los que cuenta, tener claridad de pensamiento y una serie de respuestas conductuales que implican tomar cierta posición que ayude a conseguir lo que nos hemos propuesto. Esto se logra con los cuatro componentes del capital humano: autoeficacia, optimismo, esperanza y resiliencia.
La autoeficacia se entiende como el conjunto de creencias acerca de la confianza que tenemos en nuestras capacidades, talentos y conocimientos para lograr determinado resultado. Gracias a ello, evaluamos la situación que se nos presenta y decidimos si de manera realista, podremos hacerle frente y tener un resultado satisfactorio, a partir de los recursos con que contamos.
La confianza en las propias capacidades para emprender tendrá una fuerte relación con nuestro desempeño para iniciar un negocio, por ejemplo. Dicha confianza surge de la convicción personal de que somos competentes para obtener determinado resultado.
Dicha convicción deriva de nuestras experiencias previas, especialmente con logros semejantes o con el empleo de habilidades o competencias parecidas. Las personas con autoeficacia no temen enfrentarse a los problemas, confían en ellas mismas y en que los superarán, como ya lo han hecho antes.
El optimismo tiene que ver con esperar un resultado positivo, pero de manera realista, es decir, que partimos de un análisis de las circunstancias internas y externas para determinar que podemos conseguir un resultado específico.
Cuando no fundamentamos nuestras expectativas en la realidad y en nuestras circunstancias, conseguiremos resultados desastrosos y experimentaremos mucha frustración.
Entonces, el optimismo no es esperar pasivamente a que se concrete un escenario ideal, ni tampoco se trata de una consecusión mágica a partir de los pensamientos positivos, sino que ocurre cuando nos motivamos, basándonos en la realidad y en entender que nuestras acciones pueden mejorar el futuro.
Las personas optimistas conciben los eventos positivos y los negativos de manera diferente a como lo hacen los pesimistas, lo cual se puede apreciar a partir de dos atributos: la permanencia (temporal vs. permanente) y la omnipresencia de la causa (específica vs. universal).
Un optimista considera permanente la causa de un resultado positivo. Esto implica que la implementará cuantas veces sea necesario, ya que es una característica que posee y que no desaparecerá, además que es aplicable a cualquier circunstancia, mientras que la causa de un resultado negativo, la percibe como algo temporal y con causas específicas, lo cual supone que puede modificarlas o controlarlas a través de sus acciones.
Contrariamente, un pesimista considera que un resultado positivo se debe a una circunstancia temporal o pasajera y un resultado negativo a algo permanente; además hace atribuciones universales, lo cual impide el cambio y hace patente la imposibilidad de modificar las circunstancias, ya que las percibe como fuera de su control, generalizadas y permanentes.
Alimentar la motivación
En diferentes ocasiones hemos escuchado la palabra esperanza en la vida cotidiana, ya sea en dichos populares o en el famoso mito de la caja de Pandora. En estricto sentido, dentro de la psicología, se entiende como una emoción que nos motiva a lograr algo o como una habilidad para imaginar situaciones próximas y, por ende, desarrollamos alternativas de solución ante los obstáculos.
Al verla como un estado de motivación, que lleva a conseguir una meta, tiene dos componentes: la agencia y la planeación de rutas alternas.
La primera es la motivación para conseguir tu objetivo, mientras que la segunda es la forma de lograrlo mediante la creación de opciones diferentes para conseguirlo.
La resiliencia es la capacidad que tenemos para recuperarnos ante la adversidad; es “levantarnos” después de un problema y continuar sorteando situaciones estresantes o cambiantes, como es la incertidumbre que trae consigo el emprendimiento. Esta capacidad nos ayuda a adaptarnos de forma efectiva al cambiante ambiente empresarial.
En varios estudios se ha encontrado que el capital psicológico tiene varios beneficios para el emprendedor, tales como la ayuda que nos brinda en la toma de decisiones importantes, nos permite tener confianza y optimismo ante la incertidumbre frente al futuro, e incluso, nos da claridad cuando buscamos tener una empresa socialmente responsable.
El desarrollo de estos componentes en las personas puede darse a partir de nuestra experiencia previa, de nuestra motivación para conseguir la meta deseada o bien, por el deseo de conseguir mejores resultados en nuestro proyecto.
Podemos desarrollar y hacer propias cada una de las características del capital psicológico, podemos tenerlas como respuestas recurrentes cada vez que las necesitemos ¿cómo podemos hacerlo?
Observa cómo respondes a los retos que se te presentan. Recuerda qué hiciste en las situaciones en las cuales lograste superar exitosamente los obstáculos y replica dichas acciones en contextos similares.
También puedes escuchar la retroalimentación de otras personas, eso te ayudará a descubrir quién eres, cuáles son tus puntos fuertes y cuáles te falta desarrollar ¡no tengas miedo de darte cuenta quién eres en realidad! Aun cuando no sea muy agradable lo que descubras, eso te permitirá crecer como persona y como emprendedor.
En pocas palabras, aprende de tu experiencia, sé consciente de la meta que deseas conseguir y ve por ella con acciones firmes y fortalece tu fuerza de voluntad. Todo ello garantizará un resultado exitoso en cualquier ámbito de la vida.
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