La pandemia por COVID-19 es una de las más catastróficas que se ha tenido en los últimos años y su expansión ha sido a nivel mundial; la misma no solamente impactó directamente en la salud de la humanidad, sino que también es una de las causas del incremento en la inseguridad alimentaria, debido a que se intensificaron las medidas de contención para evitar el contagio por el virus SARS-CoV-2 y con ello la interrupción de muchas actividades económicas que ocasionaron la pérdida de empleos e ingresos de millones de personas en todo el mundo, quienes aún tienen que luchar por satisfacer sus necesidades alimentarias.
Una de las opciones para aminorar esta situación de pobreza alimentaria es el establecimiento de huertos familiares en traspatios.
Sin embargo, los huertos tradicionales han sido manejados por los hogares rurales basándose en la agricultura tradicional y utilizan espacios amplios, así como grandes cantidades de agua y fertilizantes. Esta modalidad de producción familiar ha sido empleada durante mucho tiempo, pero para las condiciones áridas y semiáridas predominantes en el noroeste de México no es la más adecuada; para estas latitudes se requieren sistemas de cultivo de bajo costo, versátiles y que permitan que el uso de agua y fertilizantes por las plantas sea muy eficiente.
El Centro de Investigaciones Biológicas del Noroeste-Unidad Guerrero Negro implementó un sistema semihidropónico que emplea arena de arroyo como sustrato para la producción de alimentos que se adapta tanto a zonas rurales como urbanas con terrenos que presentan limitantes para desarrollar la agricultura convencional. Este sistema de cultivo está siendo utilizado con éxito en la porción central de la península de Baja California por familias empobrecidas y sin conocimientos previos de agronomía.
La metodología básica consiste en: 1) selección de un predio con agua para regar los cultivos y de preferencia que cuente con energía eléctrica; 2) fabricación de las camas de arena para siembra, las cuales van a depender de la disponibilidad de materiales locales y las condiciones del predio; 3) establecimiento del sistema de fertiirrigación para aplicar simultáneamente agua y fertilizantes; 4) elaboración de planteros de distintas hortalizas, hierbas aromáticas o medicinales para su posterior trasplante a las camas de arena; 5) manejo de cultivos apropiado para aprovechar con mayor eficiencia los espacios de los huertos ─por ejemplo, es conveniente manejar cultivos como pepino, tomate y melón en sistemas verticales─, y 6) control de plagas y enfermedades con productos biológicos o extractos naturales.
En el sistema semi-hidropónico con camas de arena se pueden desarrollar exitosamente hortalizas, hierbas aromáticas, ornamentales y forrajes. Los rendimientos que se obtienen son significativamente más elevados a los que arrojan cuando son plantadas directamente en el suelo, y similares a los que se obtienen en otros sustratos como turba, perlita o fibra de coco, utilizados comúnmente en sistemas semihidropónicos.
Por ejemplo, el cultivo de pepino produce 25.6 kg/m2, tomate saladette 38.4 kg/m2, grano de maíz 2 kg/m2 y alfalfa 130 kg/m2, mientras que cuando se cultivan en suelo se obtienen rendimientos de 5 kg/m2, 6 kg/m2, 1 kg/m2 y 9 kg/m2, respectivamente, durante todo el ciclo de producción.
El consumo de las frutas y hortalizas que pueden ser cosechadas en estos huertos contribuyen a mejorar la condición nutricional de los integrantes de las familias, en la medida en que aportan: a) vitaminas A, C, del grupo B (B1, B2, B3, B5, B6, B9), E y K; b) minerales principales como hierro, potasio, calcio, cobre, hierro, magnesio, fósforo, potasio, zinc, sodio, selenio, azufre, así como yodo; c) ácido fólico, carotenos y luteína; d) fibra, y e) antioxidantes.
El cultivo continuo de diversas frutas, verduras y hierbas aromáticas en espacios urbanos vacíos y en los traspatios familiares no solo mejora sustancialmente la condición nutricional y la dieta alimenticia con su consumo, sino que también proporciona plantas para la medicina tradicional ampliamente usada entre la población pobre por su incapacidad de comprar medicamentos.
Por otro lado, se promueve la capacidad organizativa de los miembros de la familia, la interacción con la sociedad al comercializar o intercambiar productos excedentes de cosecha por otras hortalizas o productos de la canasta básica. Adicionalmente, las actividades de este tipo de huertos permiten crear una forma de autonomía y recreación impactando en el control y manejo de estrés por el confinamiento impuesto por la pandemia de COVID-19.
*Unidad Guerrero Negro, Programa de Agricultura en Zonas Áridas. (CIBNOR)
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