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Descubren un posible vínculo neuronal entre los traumas de la primera infancia y el trastorno por atracón

La investigación reveló cómo una vía en el cerebro que normalmente proporciona señales para dejar de comer puede ser alterada por el trauma de la vida temprana

Este hallazgo habla de un conjunto de cuestiones de salud más amplias, que es cómo el curso de la salud de la vida se establece sobre la base de ciertas experiencias tempranas, destaca Michael Friedlander. Este hallazgo habla de un conjunto de cuestiones de salud más amplias, que es cómo el curso de la salud de la vida se establece sobre la base de ciertas experiencias tempranas, destaca Michael Friedlander. (La Crónica de Hoy)

Un científico de la Universidad Tecnológica de Virginia (Virginia Tech), en Estados Unidos, ha descubierto que los traumas sufridos en las primeras etapas de la vida pueden alterar el cerebro y aumentar el riesgo de trastorno por atracón más adelante, según publica en la revista 'Nature Neuroscience'.

El estudio dirigido por el investigador principal Sora Shin, profesor asistente en el Instituto de Investigación Biomédica Fralin en VTC, reveló cómo una vía en el cerebro que normalmente proporciona señales para dejar de comer puede ser alterada por el trauma de la vida temprana. El descubrimiento, obtenido a partir de estudios en ratones, añade una nueva perspectiva a comportamientos como los atracones y la obesidad.

"Queríamos conocer el mecanismo subyacente al modo en que los traumas en las primeras etapas de la vida inducen estos trastornos alimentarios –explica Shin, que también es profesora adjunta del Departamento de Nutrición Humana, Alimentación y Ejercicio de la Facultad de Agricultura y Ciencias de la Vida–. Lo que encontramos es un circuito cerebral específico que es vulnerable al estrés, lo que provoca que se vuelva disfuncional".

"Este hallazgo habla de un conjunto de cuestiones de salud más amplias, que es cómo el curso de la salud de la vida se establece sobre la base de ciertas experiencias tempranas", destaca Michael Friedlander, director ejecutivo del Instituto de Investigación Biomédica Fralin en VTC y vicepresidente de Virginia Tech para Ciencias de la Salud y Tecnología.

Según apunta, "cada vez somos más conscientes de que las experiencias y exposiciones tempranas, desde las que se producen incluso antes de la concepción en los futuros padres, pasando por las que experimenta el feto en el útero, hasta las que experimenta el niño a lo largo de la vida posnatal, pueden tener un impacto dramático en el curso de nuestra salud a lo largo de la vida".

Así, subraya que el descubrimiento del doctor Shin en este caso concreto arroja una nueva e importante luz mecanicista sobre este proceso. "Como toda investigación innovadora, el estudio también plantea otras cuestiones importantes, como si estos efectos pueden modificarse y cómo. La investigación puede potenciar esas líneas de investigación, ya que se han identificado un sustrato neural y un mecanismo", asegura.

Los síntomas del estrés pueden afectar a nuestro cuerpo, pensamientos y sentimientos, y comportamiento. Según el hallazgo de Shin, el estrés de los ratones que fueron separados de sus compañeros de camada puede desencadenar cambios en la conducta alimentaria de por vida.

Según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, el trastorno por atracón se caracteriza por episodios recurrentes en los que se come más rápido de lo normal para superar la sensación de saciedad, y por sentimientos de angustia y pérdida de control.

Para identificar la conexión entre el trastorno y los traumas de los primeros años de vida, Shin y su equipo de laboratorio estudiaron el impacto de una hormona del cerebro llamada leptina. Se sabe desde hace tiempo que la leptina suprime el apetito y el aumento de peso al indicar al cerebro que es hora de dejar de comer.

El equipo descubrió que en los ratones que sufrieron estrés en sus primeros años de vida y mostraron un comportamiento similar al de los atracones, la leptina es menos eficaz en una parte del cerebro llamada hipotálamo lateral, donde se regulan muchos comportamientos. Sin estas señales del cerebro, el atracón continúa.

Profundizando más, los investigadores identificaron neuronas en otra parte del cerebro llamada gris periacueductal ventrolateral que responden al mensaje de la leptina y el hipotálamo lateral, regulando así los atracones.

"Queda mucho por investigar –reconoce Shin–, pero al conocer la molécula y los receptores específicos del cerebro a los que hay que dirigirse, ahora podemos aportar información y la base para desarrollar estrategias terapéuticas para el trastorno".

Y el potencial del descubrimiento es significativo, aseguran. "Este trabajo amplía y aporta considerables esperanzas de que los avances en la neurociencia del trastorno por atracón. Las imágenes avanzadas y los circuitos cerebrales pueden permitir a los expertos encontrar factores de riesgo, desencadenantes y causas", afirma Mark S. Gold, catedrático del departamento de psiquiatría de la Universidad de Washington en San Luis y excatedrático distinguido de la Universidad de Florida, Eminent Scholar y presidente del departamento de psiquiatría, que no participó en la investigación.

"Estudiar el papel de las experiencias traumáticas y tempranas en la vida de esta vía puede ayudarnos a afinar los esfuerzos de prevención e intervención temprana para prevenir el trastorno por atracón", concluye.

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