Hace unos meses, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) lanzó un llamado a los centros públicos de investigación para potencializar el trabajo que realizamos y diseñar un doctorado nacional en agroecología.
Es un reto grande integrarnos y coordinar a ochenta investigadoras e investigadores que trabajan diferentes disciplinas y líneas de investigación desde Sonora hasta Chiapas y Yucatán, no obstante, en El Colegio de la Frontera Sur (ECOSUR) nos comprometimos a hacerlo porque vemos como una necesidad urgente enfrentar el desafío de revitalizar la agricultura y facilitar la transición agroecológica, debido a que el modelo agrícola y alimentario dominante, que se basa en objetivos productivistas y de corto plazo, ha provocado no solo el deterioro ambiental y la merma económica de la alimentación y la salud, sino también impactos socioculturales negativos como la desarticulación social y la erosión de saberes locales.
Esta semana, en la que conmemoramos el fallecimiento de Efraím Hernández Xolocotzi, ocurrido hace 31 años, nos invita a reflexionar sobre cómo sus enseñanzas son aún vigentes para impulsar la agroecología en México. El “maestro Xolo”, como aún lo llaman sus estudiantes de la Escuela Nacional de Agricultura y el Colegio de Posgraduados, valoró los profundos saberes de los campesinos de México y enseñó a sus estudiantes a conocer el campo mexicano, así como a ver y escuchar los saberes de las familias campesinas. Su legado por la valoración de las semillas nativas de maíz y su metodología para estudiar y apreciar los saberes agrícolas ancestrales se mantienten vivos en sus estudiantes, quienes los siguen transmitiendo a las nuevas generaciones que están formando.
Desafortunadamente, todavía nos falta mucho por hacer para que los sistemas agrícolas tradicionales que defendía el maestro Xolo ocupen nuestros territorios y nuestros platos. No obstante, si queremos promover la agroecología debemos comenzar por analizar cuáles son los problemas de las familias del campo y cómo los están solucionando. Entendemos que el clima y los modos de vida están cambiando y allí la investigación juega un papel importante para encontrar nuevas soluciones, sin embargo, muchas de las respuestas a las dificultades actuales del campo y la alimentación están en la sabiduría campesina.
Por lo antes expuesto, el doctorado nacional en Agroecología que estamos diseñando junto con otros ocho centros públicos de investigación —CIATEJ, IPICYT, CICY, CentroGeo, CIQA, CIAD, INECOL y CIBNOR—, buscará que las personas egresadas reconozcan los saberes campesinos e indígenas como base de la agroecología. Para esto se requieren investigadores e investigadoras capaces de interactuar con los diferentes actores de la sociedad para acompañar los modelos de transición hacia la agroecología, que tengan capacidades y actitudes que permitan la colaboración interdisciplinaria, que conozcan la realidad del campo y no se enfoquen solo en los problemas a atender sino en sus potencialidades, y que tengan una gran sensibilidad de escucha, sin dejar de ser críticos y cuestionadores.
El sueño de este doctorado nacional va germinando con los propósitos de construir una academia comprometida con la sociedad y producir alimentos de una forma saludable, justa y culturalmente apropiada para toda la población. Creo que el maestro Xolo estaría contento.
* Helda Morales (hmorales@ecosur.mx),
investigadora del grupo académico de Agroecología de ECOSUR
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