Existe un vínculo entre las autolesiones que se provocan en el cuerpo algunos niños y adolescentes y la sensación de frustración que experimentan ante dificultades o retos que les presenta la vida y para los cuales no tienen habilidades suficientes. Así lo explicó la académica de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), María Santos Becerril Pérez, experta que estudia y reflexiona sobre el creciente problema de las autolesiones, cortadas y marcas que se provocan menores de edad.
A partir de los datos colectados en sus estudios y experiencia clínica, el planteamiento de María Santos a favor de la salud infantil es crear modelos educativos donde se enseñe a los menores a manejar emociones y hacerles conscientes de que esta habilidad es una herramienta muy importante de adaptación y resiliencia frente a los imprevistos de la vida.
Los niños y jóvenes que se autolesionan muestran enojo contenido, una frustración de la que no hablan y es frecuente que lleguen a terapia más tarde que quienes externalizan sus problemas a través de berrinches o de agredir a otros, expuso la académica durante la conferencia UNAMirada desde la Psicología dedicada a la “Regulación emocional infantil y del adolescente”.
Expresión asertiva
De acuerdo con la información expuesta por la especialista universitaria, los infantes con conductas de autolesiones casi no hablan con nadie, porque no pudieron regular sus emociones. Por ello, el abordaje más recomendable es ayudar a que se expresen.
La moderación de las emociones es un proceso que se da de manera paralela al desarrollo. El primer paso es tener conciencia emocional, luego se adquiere la regulación que permite llegar a la autonomía en este ámbito, a fin de adquirir competencias para la vida y el bienestar.
Becerril Pérez dijo que tener conciencia consiste en reconocer las propias emociones, nombrarlas y comprender las de los demás. Es importante poder expresar las conocidas como “de valencia negativa”, es decir, el enojo, la tristeza y el miedo; no son malas, sino que permiten saber que algo no está funcionando y reaccionar.
En tanto, la regulación es gestionar las emociones de manera apropiada, o sea, que haya congruencia entre la emoción, la cognición y el comportamiento. “Cuando alguna de ellas no está, y es una lógica muy sencilla entre lo que pienso, lo que siento, lo que digo y lo que hago, nos habla de que no estamos regulados”.
Las personas pueden optar por acercarse o alejarse de las situaciones dependiendo de los efectos que les generan y al actuar de manera congruente experimentarán otras positivas, se sentirán bien consigo mismas y tendrán autoestima.
“Si aprendo a expresar mis emociones de manera asertiva, voy a tener una mejor autoestima, autoconfianza en diferentes espacios para dialogar sobre lo que pienso y siento; voy a hacerme responsable de mis emociones y, en caso de ser necesario, buscar ayuda y recursos en la solución de la situación que esté viviendo”, aseguró.
Tener autoestima y asertividad permite adquirir competencias para la vida y el bienestar, que son capacidades para adaptar comportamientos ante desafíos diarios de la vida a nivel personal, profesional, familiar, social y del tiempo libre.
Es importante que a partir de edades tempranas se trabaje en la regulación emocional para que haya más niños con autoestima y habilidad de comunicarse y en la adolescencia generen estas habilidades. Una de las más importantes que deben desarrollar los adolescentes es tomar decisiones y hacerse responsable de ellas, fijar objetivos adaptativos, buscar ayuda, tener un concepto de ciudadanía donde los otros están relacionados.
En la regulación participan de manera activa los padres, los docentes y demás cuidadores. Su rol implica enseñar estrategias sustentadas en la verbalización de sus emociones, la escucha empática, la contención y el comportamiento regulado. Afecta negativamente ignorarlos, mentir, la mínima interacción o ceder ante todos sus deseos, lo cual los hace poco tolerantes a la frustración.
No es una enfermedad mental
De acuerdo con la página Medline Plus, de la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos, cuando una persona se hace daño a sí misma a propósito no debe ser evaluado como alguien que padece una enfermedad mental. “Es una conducta, una forma dañina de enfrentar los sentimientos (…) Las personas que se autolesionan en general no buscan suicidarse, pero están en mayor riesgo de atentar contra su vida si no reciben ayuda. Si bien las lesiones pueden ser menores, en ocasiones pueden ser graves”.
El propósito último del también llamado “síndrome de cutting” (de la palabra en inglés “cut”) no es el suicidio, tampoco obtener placer o como ritual para pertenecer a un grupo, refiere la “Revista de Investigación e Información en Salud”. Desde el punto de vista las ciencias biológicas y neuroquímicas, este síndrome se relaciona con niveles bajos de serotonina, añade.
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