Un nuevo estudio acaba de demostrar que el gigantesco Megalodón, que vivió en los océanos del mundo entre hace 23 millones y 3,6 millones de años y medía unos 15 metros de longitud, era de sangre caliente, según publican los investigadores en la revista 'Proceedings of the National Academy of Sciences'.
El estudio, concebido y dirigido por Michael Griffiths y Martin Becker, ambos profesores de Ciencias Ambientales de la Universidad William Paterson, en Estados Unidos, utilizó dientes fósiles para determinar que la temperatura corporal del Megalodón era mucho más alta de lo que se pensaba.
También participaron en el estudio Kenshu Shimada, paleobiólogo de la Universidad DePaul de Chicago, Robert Eagle, de la Universidad de California en Los Ángeles, y Sora Kim, de la Universidad de California en Merced. Otros coautores del trabajo son investigadores de las universidades de Florida Gulf Coast, Princeton y Goethe Frankfurt (Alemania).
Estudios anteriores habían sugerido que el Megalodón ('Otodus megalodon') era probablemente de sangre caliente, o más exactamente regionalmente endotérmico, como algunos tiburones actuales. Sin embargo, esos hallazgos se basaban en puras inferencias, afirman los investigadores. Su estudio aporta la primera prueba empírica de que el tiburón extinguido era de sangre caliente.
El equipo de investigadores utilizó una novedosa técnica geoquímica, consistente en la termometría de isótopos agrupados y la termometría de isótopos de oxígeno de fosfato, para probar la "hipótesis de la endotermia del Megalodón".
"Los estudios que utilizan estos métodos han demostrado que son especialmente útiles para inferir las termofisiologías de vertebrados fósiles de orígenes metabólicos 'desconocidos' comparando su temperatura corporal con la de fósiles coocurrentes de metabolismos 'conocidos'", explica Griffiths, de la Universidad William Paterson, autor principal del estudio.
La termometría de isótopos agrupados se basa en la preferencia termodinámica de dos o más isótopos "más pesados" de un elemento concreto (debido a neutrones adicionales en el núcleo), como el carbono-13 y el oxígeno-18, por formar enlaces en una red mineral en función de las temperaturas de mineralización.
El grado en que estos isótopos se unen o "agrupan" puede revelar la temperatura a la que se formó el mineral. La termometría de isótopos de oxígeno de los fosfatos se basa en el principio de que la proporción de los isótopos estables de oxígeno, oxígeno-18 y oxígeno-16, en los minerales de fosfato depende de la temperatura del agua corporal a partir de la cual se formaron.
El nuevo estudio descubrió que Megalodón tenía temperaturas corporales significativamente más altas que los tiburones considerados de sangre fría o ectotérmicos, lo que concuerda con el hecho de que el tiburón fósil tuviera cierto grado de producción interna de calor, como los animales modernos de sangre caliente.
Entre los tiburones actuales con endotermia regional hay un grupo que incluye al marrajo y al gran tiburón blanco, cuya temperatura corporal media, según los informes anteriores, oscila entre los 22,0 y los 26,6˚C, lo que puede suponer entre 10 y 21˚C más que la temperatura ambiente del océano. El nuevo estudio sugiere que el Megalodón tenía una temperatura corporal media global de unos 27˚C.
El 'Otodus megalodon' tiene un rico registro fósil, pero su biología sigue siendo poco conocida, como la de la mayoría de los demás tiburones extintos, porque no se conoce ningún esqueleto completo de este pez cartilaginoso en el registro fósil. Por suerte, quedan sus abundantes dientes, que pueden servir de puerta al pasado.
"El 'Otodus megalodon' fue uno de los carnívoros más grandes que jamás existieron y descifrar la biología de este tiburón prehistórico ofrece pistas cruciales sobre el papel ecológico y evolutivo que los grandes carnívoros han desempeñado en los ecosistemas marinos a lo largo del tiempo geológico", afirma Shimada.
Su capacidad para regular la temperatura corporal es evolutivamente profunda, ya que se cree que la evolución de la sangre caliente también fue un factor clave de su gigantismo. Las investigaciones geoquímicas realizadas anteriormente por Griffiths, Becker y sus colegas sugieren que el 'Otodus megalodon' era un importante depredador ápice, situado en lo más alto de la cadena alimentaria marina.
Según los investigadores, las elevadas necesidades metabólicas asociadas al mantenimiento de la sangre caliente pueden haber contribuido a la extinción de la especie.
"Dado que el megalodón se extinguió en la época en que se produjeron cambios extremos en el clima y el nivel del mar, que afectaron a la distribución y el tipo de presas, nuestro nuevo estudio arroja luz sobre la vulnerabilidad de los grandes depredadores marinos, como el gran tiburón blanco, a factores de estrés como el cambio climático", afirma Griffiths, quien subraya la necesidad de realizar esfuerzos de conservación para proteger las especies modernas de tiburones.
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