Academia

La estupidez: una reflexión urgente

RobertMusil advertía sobre el peligro de la estupidez que se apodera de las mentes y determina la vanidad, la megalomanía, y se refleja en el monopolio que el ser humano quiere tener

La extracción de la piedra de la locura
"La extracción de la piedra de la locura", de El Bosco. "La extracción de la piedra de la locura", de El Bosco. (La Crónica de Hoy)

“Hay tiempos en los cuales no puedes avanzar,

sino luchando contra la corriente”

(Mircea Eliade)

Aunque un tema marginado -porque la filosofía no se ha ocupado en detalle de este concepto, prefiriendo hablar más sobre la sabiduría- la estupidez ha inquietado a varios pensadores a lo largo de la historia. Pero es hasta 1866 cuando el filósofo Johann Erdmann la definía como estrechez mental, en su conferencia llamada Sobre la estupidez. Esta conferencia de Erdamnn llamó la atención a Robert Musil, el escritor austriaco, quién también impartió una conferencia en Viena en 1937 -cuando se avecinaba con más fuerza el nazismo- titulada, igual, Sobre la estupidez. Musil advertía sobre el peligro de la estupidez que se apodera de las mentes y determina la vanidad, la megalomanía, y se refleja en el monopolio que el ser humano quiere tener sobre las ideas y sobre los demás. Musil temía que hablar sobre la estupidez se puede interpretar como arrogancia.

Sin embargo, desde mi punto de vista, hablar sobre este tema -además de que es urgente hacerlo- no implica una condición especial; todos, por lo menos alguna vez, pasamos por ciertos momentos de estupidez. Es decir, el ser humano va oscilando, durante la vida, entre la sensatez y la estupidez. Pero, una vez que uno reconoce su estupidez ya se posiciona fuera de ella, la identifica y trata de corregirla con humor; el problema es: ¿qué hacer con tantos seres humanos que ni siquiera saben que son estúpidos? Para comprender, vamos a partir de la misma pregunta que Musil hace: “¿Qué es la estupidez?” ya que, el estudio de este problema “es importante en una humanidad atormentada como la nuestra”.

Asimilada más con la racionalidad que con el sentimiento, la estupidez creo que surge cuando el juicio se endurece, y pierde elasticidad para pensar; cuando el ser humano se aferra a unas convicciones y las considera verdades absolutas; cuando se toma demasiado en serio a sí mismo, sin aceptar que es un ser limitado que, en cualquier momento, puede manifestar una tendencia hacia el error.

Es verdad que, durante las épocas, los sabios encontraron la forma de describir la estupidez como incapacidad mental de comprender, cegada por la vanidad, la arrogancia o la resistencia ante otra forma de pensar. La estupidez no debe ser asociada con la falta de conocimiento; es decir, una educación elevada no nos salva de la estupidez; por lo mismo, no importa los títulos adquiridos, uno puede padecer de estupidez. Y, viceversa, una persona que no ha pasado por una educación puede tener mucha sabiduría.

Paul Tabori, autor del escrito La historia de la estupidez humana, considera que la estupidez es algo que se adquiere en la vida, debido al orgullo, a la vanidad, al miedo o al prejuicio y no tanto por la falta de conocimiento. También afirma que unos nacen estúpidos, idea con la cual no concuerdo, ya que la estupidez es una manifestación de la falta de desarrollo espiritual; aunque, con todo el desarrollo, nadie se salva.

Si nos remitimos a la etimología latina de la palabra (stupere/stultus) esta refiere a la necedad, a la terquedad. Lo interesante es que los griegos no tenían una palabra tal cual, para la estupidez, pero la podemos identificar en una variedad de expresiones que los filósofos utilizaron para referir a ella. La falta de Logos (Razón), la falta de Nous (intelecto) o, inclusive, la ignorancia (ámathía) se consideraban formas de estupidez; y también la carencia de educación o falta de carácter moral.

Rob Riemen, en su reciente libro llamado El arte de ser humano -que de hecho me inspiró para profundizar en este concepto- dedica un entero capítulo a la estupidez, considerando que la forma más peligrosa es la estupidez elevada que afecta el intelecto y lleva a la distorsión de la verdad. Y cuando se propaga desde una cátedra, el peligro es inminente ya que esto “prohíbe el pensamiento autónomo, el espíritu crítico y la autocrítica” y Riemen, afirma, con toda razón, que esta estupidez genera un tipo de “fanatismo del saber único y exclusivo”.

Podemos presenciar esto, a veces, en el mundo de la academia, cuando varios académicos toman posiciones radicales y limitadas con respeto a las ideas, considerándose poseedores de un conocimiento verdadero… También podemos identificar la estupidez en las ideas políticas de los lideres de las sociedades que se quieren adaptar a las masas, en lugar buscar soluciones factibles y adaptadas a los tiempos en los cuales vivimos.

Antonio Fernández Vicente en un artículo en el cual también analiza el concepto habla de 1. la estupidez como estrechez mental (que la traduzco como mediocridad) 2. la estupidez como egoísmo intelectual (que la traduzco como arrogancia) 3. El totalitarismo de la estupidez (que la puedo traducir mediante el autoritarismo) 4. la estupidez funcional (la traduzco como obediencia y alineamiento).

Sin duda, podemos hablar de una verdadera “fenomenología de la estupidez”. La pregunta que persiste es ¿Por qué llegamos a ser estúpidos? Muy en breve, desde mi punto de vista, el filósofo danés Søren Kierkegaard tiene la respuesta: la raíz de la estupidez está en el autoengaño que surge cuando el espíritu se enferma; es decir, cuando el ser humano ya es incapaz de vivir desde la verdad de su existencia y empieza a mentirse, creando diferentes barreras mentales e imaginarias a las que se aferra para justificar su incapacidad de asumirse a sí mismo y vivir con valentía. Cuando uno no sabe quién es realmente y tiene miedo, se apega cualquier idea, la hace suya, y se convierte en un fanático de esta.

Es así como nacen todos estos inquisidores del saber y del pensar libre y críticamente. Los intelectuales no se salvan tampoco de esta estupidez, como antes mencionaba. El filósofo rumano Andrei Plesu, uno de los grandes intelectuales de Rumanía, en sus reflexiones sobre la estupidez, resalta que, hoy en día, las causantes de la estupidez son: el exceso de pensamiento positivo, lo politically correct, la obediencia a todo lo que está en internet o en la televisión y la impostura. Afirma: “Al tonto no se le puede contradecir, tiene convicciones concretas. Es un hombre feliz. Es bueno saber que sabes, que tienes razón (…). El tonto habla en serio. Es solemne. No juega. Es digno, inflexible, petrificado. Se toma todo en serio, pero especialmente a sí mismo. Por ser serio, el necio también es sabio. Tiene soluciones para cualquier problema. Tiene ideas fijas. ¡No duda de sí mismo y le gusta!”. A estas características que menciona Plesu, se podría añadir también: la cultura de la cancelación, que es el auge de esta estupidez, la adquisición de “nuevas identidades” que muestran una carencia de total responsabilidad, entre otras.

Concluyendo, aunque el tema se presta a escribir páginas enteras, diría que la estupidez se puede identificar ahí donde no hay humor, ironía y pensamiento crítico; ahí dónde sólo existen radicalismos, arrogancia y limitación.

El panorama general de nuestras sociedades deja entrever que la estupidez es un fenómeno que se multiplica con más velocidad que en los tiempos pasados, precisamente por el acceso fácil a la información (que da la ilusión de un saber absoluto); por el acceso más fácil a una educación formal cuyos títulos dan también la ilusión de conocimiento, y por las redes que divulgan una cantidad de información errónea pero transformada en” verdades intocables”. Esto produce división de opiniones que llegan a la violencia, al odio (hate), a las imposturas, al radicalismo de opiniones y al surgimiento de nuevos micro-fascismos, como lo estamos testimoniando.

“Contra la estupidez, hasta los dioses lucharon en vano” (Goethe)….

*Doctora en filosofía, profesora e investigadora

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