La pólvora, la brújula magnética, el papel y la impresión fueron inventos que facilitaron la transformación de Occidente de la Edad Media al mundo moderno que se inventaron en China, según el filósofo inglés Francis Bacon, entonces, "¿por qué la ciencia moderna, la matematización de hipótesis sobre la Naturaleza, con todas sus implicaciones para la tecnología avanzada, tomó su meteórico ascenso solo en Occidente en la época de Galileo, pero no se había desarrollado en la civilización china o la civilización india?", se preguntó el bioquímico británico Joseph Needham.
Por su parte, el biólogo evolucionista Julian Huxley, premio Kalinga de la UNESCO por divulgación de la ciencia (1953), fue uno de los impulsores de la creación de la rama de la educación, la ciencia y la cultura de las Naciones Unidas, junto con el escritor, ensayista y poeta mexicano Jaime Torres Bodet, ambos primeros directores generales de el organismo internacional surgido en la postguerra. La crearon científicos y humanistas, no políticos ni generales, científicos que no sólo pensaban en sus disciplinas.
Los tres mencionados coincidieron en que las guerras nacían en las mentes de los humanos y razonaron que, entonces, habría que cambiar las mentes con educación, ciencia y cultura. Volteamos alrededor del mundo y nos percatamos que aún no han logrado su propósito.
No obstante, influyeron para que la Comisión de Ciencias Exactas y Naturales de la UNESCO elaborara una Historia de la Humanidad que tuviera sustento en las aportaciones científicas y tecnológicas de los humanos, más que en las dominaciones, las guerras, gobernantes y generales, como suele ocurrir. El resultado fueron 18 tomos (8, según sean los editores) de las portaciones de la humanidad al conocimiento científico y tecnológico.
La serie de volúmenes inicia con la aportación del Maíz, el Trigo y el Arroz, que en su condición silvestre aportan pocos nutrientes, pero con la intervención del humano en un proceso de selección dieron lugar al alimento básico de las poblaciones del mundo y que, tristemente, son materia de codicia y presiones geopolíticas. Esta introducción viene a cuento por el análisis que se puede hacer sobre cómo se abordó en el mundo y en el país el tema de la ciencia y la tecnología en estos últimos seis años.
Globalmente se puede inferir que el fondo de los conflictos por la hegemonía mundial es la producción y dominio de conocimientos científicos, tecnológicos e innovaciones para la producción industrial, bienes y servicios en la competencia por los mercados.
Según Journal CItation Report, que anualmente calcula los índices para las revistas indexadas (o arbitradas) en su base de datos, Estados Unidos y China lideran la producción de artículos científicos.
En 2021 Estados Unidos pasó a la segunda posición superado por China con 860 mil artículos y publicaciones científicas, según la revista de negocios Ekos, coincidiendo con Science and Engineering Indicators, de la National Science Fundacion, seguidos por la India y Alemania; Rusia en el 7° lugar por encima de Italia y Francia. En los 20 lugares registrados México no pinta.
El caso de México ha sido una comedia de enredos que tiene que ver con esas reflexiones que inquietaban a Needham, Huxley y Torres Bodet, como puede ser la occidentalización de lo que se entiende por ciencia, los conocimientos que aporta y la absurda y necia frontera dogmática, ideológica, entre los saberes ancestrales (maíz, trigo, arroz, por ejemplo) y los de los experimentos de laboratorio.
Piénsese que China, en 1949, cuando Mao Tse Tung derrotó a los nacionalistas que se refugiaron en Taiwán, era uno de los países “rurales” más pobres del mundo, mientras México vivía “el milagro mexicano” del desarrollo estabilizador de Antonio Ortiz Mena, con crecimiento del 6.6 % anual e inflación del 2.2 (algo parecido a lo que hoy hace China).
*Periodista y comunicador de la ciencia, DGDC-UNAM
Colaboración de la Dirección General de Divulgación de la Ciencia de la UNAM
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