Debido a que Rusia y Ucrania producen cerca del 25 por ciento del trigo y el 22 por ciento del maíz que se cultiva en todo el planeta; además de que sus industrias fabrican el 20 por ciento de los fertilizantes o macronutrientes para agricultura que se venden a nivel internacional, actualmente se presenta un aumento de precios de los alimentos. A este fenómeno se le puede describir como una aceleración de la inflación alimentaria, como explicó a los lectores de Crónica el ingeniero agrónomo, especialista en Economía Agrícola Héctor Carlos Salazar Arriaga, profesor e investigador de la Universidad Autónoma Agrícola Antonio Narro (UAAAN).
Fundada en 1923, la Universidad Antonio Narro es una de las más antiguas e importantes instituciones latinoamericanas dedicadas a la educación superior en agricultura. Cuenta con tres Campus instalados en Satillo y Torreón, Coahuila, así como un Campus en Cintalapa, Chiapas.
Salazar Arriaga dijo que la inflación agrícola impacta a México porque somos un país altamente importador y dependiente de granos, al mismo tiempo que se ha estimulado la producción para autoconsumo, pero no para venta en el mercado. "Somos dependientes y vulnerables. Desde hace muchos años, todos los gobiernos prometen autosuficiencia en producción de granos, pero ninguno lo ha conseguido", indicó.
“Si México es el primer importador de maíz en el mundo e importa el 60 por ciento del trigo que consume y más de la mitad del arroz, entonces, estamos en una situación vulnerable y de dependencia de otros países. Por otro lado, ha disminuido la superficie sembrada, en general, y la superficie sembrada con granos, en particular. Esta reducción se hizo más clara a raíz de la pandemia de COVID19 y de la reciente invasión de Rusia a Ucrania. Ambos hechos han tenido efectos colaterales que han aumentado los precios de materiales para trabajar, como fertilizantes, semillas y combustibles para la siembra, cosecha y transporte”, explicó el investigador que labora en Saltillo.
GUERRA Y COVID-19.
Cultivar granos básicos requiere entender que pasarán 200 días desde el momento en que prepara la tierra para sembrar hasta el momento en que se cobra por la venta de la cosecha. Esto implica que es un negocio de riesgo muy alto para recuperar la inversión.
“Y cuando hay problemas como la pandemia o la guerra en Ucrania los precios de los insumos suben y no los alcanzas a cubrir con las ganancias del ciclo anterior. Por ejemplo, un fertilizante que se llama Urea valía 6 mil pesos la tonelada hace dos años y ahora vale 26 mil pesos la tonelada. Algo similar está pasando con otros agroquímicos como el nitrógeno, el fósforo o el potasio que son elementales para nutrir a los cultivos. Esto aumentó los costos en México impresionante pues hace dos o tres años necesitabas 32 mil pesos para cubrir los costos de producción al sembrar una hectárea y ahora necesitas 56 mil pesos para la misma extensión”, dice el profesor e investigador de la UAAAN.
La incertidumbre y falta de dinero o liquidez hacen que muchos abandonen el campo. Como es difícil saber qué ocurrirá en el país o el mundo durante los seis meses que tarda la producción, quienes persisten en la agricultura, prefieren no arriesgarse con productos en los que no hay un precio de garantía o precio mínimo de venta y prefieren rentar sus tierras o sembrar productos de alto valor pero que no son de subsistencia básica, como flores, frutos u hortalizas.
“Si no hay una política agrícola que estimule la producción de granos básicos con créditos, precios de garantía, apoyo para insumos o apoyo técnico, cada quien busca de lo que más le convenga, sin una mirada nacional”, dice el profesor Héctor Carlos Salazar.
CAMPO.
En México se usa la expresión frontera agrícola para referirse a la totalidad de terrenos que se pueden cultivar, sin dañar las reservas naturales. Esa extensión es muy grande, pero ya no crecerá más: son 27 millones de hectáreas. Cada hectárea equivale a un terreno de 100 metros por lado; que es un poco mayor que un campo de futbol. Un problema para competir es que, en México 75 por ciento por ciento de la superficie cultivable está dividida en terrenos menores de 10 hectáreas.
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