Se han hallado microplásticos desde el Ártico, hasta la sangre, cerebros, corazones y placentas de los humanos, sin embargo, se trata sólo de “la punta del iceberg plástico”: Por orden de magnitud se puede profundizar más y llegar a los nanoplásticos (una nanopartícula es una mil millonésima parte de un metro). Investigadores han hallado que tan sólo las botellas de agua desechables de un litro, empleadas cotidianamente, desprenden hasta 240 mil partículas de nanoplásticos, hasta 100 veces más de lo que se había estimado en estudios anteriores.
“Esto es mucho más que la abundancia de microplásticos reportada anteriormente en el agua embotellada”, señala el artículo “Imagen química rápida de nanoplásticos de una sola partícula mediante microscopía SRS”, publicado recientemente en la revista “Proceedings of the National Academy of Sciences” (PNAS).
La diferencia respecto a estudios anteriores es la sensibilidad y detalle con la que los investigadores de la Universidad de Columbia (EU) realizaron en análisis, que si bien toma como modelo a las botellas de agua de un litro de diferentes marcas, se esperaría que otros envases y productos plásticos desprendan esta cantidad en orden de magnitud de nanoplásticos.
“Nuestros resultados confirman la fragmentación del plástico más allá del nivel de micras al detectar inequívocamente nanoplásticos en muestras de la vida real”, agrega el estudio.
Los plásticos en el agua embotellada se volvieron foco de atención después de que el estudio “Synthetic Polymer Contamination in Bottled Water” (2018) detectó un promedio de 325 partículas por litro; estudios posteriores multiplicaron ese número muchas veces. Los científicos sospechaban que había incluso más de los que habían contado hasta el momento, pero las buenas estimaciones se limitaban a tamaños inferiores a 1 micrómetro, el límite del nanomundo.
Los microplásticos se definen como fragmentos que van desde 5 milímetros (menos de un cuarto de pulgada) hasta 1 micrómetro, que es una millonésima parte de un metro, o 1/25.000 de pulgada –un cabello humano mide aproximadamente 70 micrómetros de ancho. Por otra parte, los nanoplásticos, que son partículas de menos de 1 micrómetro, se miden en mil millonésimas de metro.
Hasta ahora los científicos no habían logrado ver a mayor profundidad nanométrica hasta el nuevo estudio de la Universidad de Columbia, en el cual se utilizó una técnica llamada “microscopía de dispersión Raman estimulada”, que fue coinventada por el coautor del estudio Wei Min, un biofísico de Columbia. Esto implica sondear muestras con dos láseres simultáneos que están sintonizados para hacer resonar moléculas específicas; centrándose en siete plásticos comunes, los investigadores crearon un algoritmo basado en datos para interpretar los resultados. “Una cosa es detectar, pero otra saber qué estás detectando”, afirmó Min en un comunicado de la universidad.
Los efectos en la salud por la presencia de estos nanoplásticos aún es desconocido por la ciencia, por lo que el nuevo estudio podría abrir esa puerta. “Antes esto era sólo un área oscura, inexplorada. Los estudios de toxicidad simplemente adivinaban lo que había allí”, dijo el coautor del estudio Beizhan Yan. "Esto abre una ventana donde podemos mirar a un mundo que no estuvo expuesto a nosotros antes".
DESPLASTIFICARSE.
Los investigadores ahora van más allá del agua embotellada. "Hay un mundo enorme de nanoplásticos por estudiar", afirmó Min. Señaló que, en masa, los nanoplásticos comprenden mucha menos cantidad que los microplásticos, pero “no es el tamaño lo que importa. Son los números, porque cuanto más pequeñas son las cosas, más fácilmente pueden entrar en nosotros”.
De acuerdo con Carol Perelman, científica y divulgadora mexicana, se sabía que la temperatura, abrir y cerrar la tapa de las botellas, entre otras acciones, provocaban la ruptura del plástico en micropartículas, así como los mismos procesos de fabricación. “Hay que olvidarnos del plástico, pero en todo el que hay en nuestra vida: los empaques, los toppers, lo que usamos para empacar…”, dijo en entrevista radiofónica.
Somos una civilización que depende del plástico, el cual se está exfoliando como si se tratara de células de la piel que no vemos. Por ello, hay que limitar el uso del plástico no sólo en las botellas, sino en todo nuestro consumo, alimentos, ropa, empaques…
Recordó que desplastificar nuestra vida no sólo es en beneficio de nuestra salud, sino la del planeta y el medio ambiente.
En la red X, el investigador Miguel Méndez Rojas, alias @nanoprofe (experto en nanociencias y académico de la UDLAP), re publicó un post que recoge estudios recientes sobre los microplásticos y nanoplásticos en el medio ambiente y los seres humanos.
El hilo termina así:
“Es urgente la evaluación de los riesgos potenciales, ambientales y de salud, por exposición a micro y nanoplásticos. No tiene ningún sentido consumir un bien que puede durar 500 años y lo usamos solamente por 20 minutos. Un cambio cultural debe ocurrir. Cambia ya”.
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