
La Sierra Tarahumara es un lugar imponente con una gran biodiversidad, y aunque es difícil llegar, desde hace tiempo hay personas que la han estudiado, entre ellos, Aquiles Gerste quien dijo: “Nada sobrecoge tanto al explorador novato como verse detenido por una de estas infranqueables barrancas que guardan el secreto de su flora y de su fauna”.
Esta aventura comenzó el 2 de julio de 1854 en la ciudad de Ypres, Bélgica, con el nacimiento de Aquiles Gerste. Con 19 años, Aquiles ingresó en la Compañía de Jesús para convertirse en sacerdote jesuita, habiendo trabajado con los bolandistas, un grupo de jesuitas dedicados a recopilar e investigar datos sobre santos católicos. Aun siendo estudiante es enviado a Puebla y luego a Ciudad de México, en donde fue bibliotecario en la iglesia de Santa Brígida.
Con esta formación y experiencia, Gerste adquirió habilidades rigurosas de investigación, por lo que comenzó a colaborar con escritores y científicos mexicanos de la época. En 1892, la Junta Colombina de México planeaba la exhibición que el país enviaría a la Exposición Histórico-Americana, evento internacional que reuniría a naciones hispanoamericanas, en Madrid, España, en el marco de la conmemoración del IV centenario de la llegada de Colón a América.
Francisco del Paso y Troncoso, intelectual y científico mexicano, quien ocupaba el cargo de director del Museo Nacional, propuso a Aquiles Gerste realizar una expedición por la muy poco conocida Sierra Tarahumara en el estado de Chihuahua. Desde aquel entonces, se sabía que la sierra era un ecosistema importante para el estado y para el país, pues aquí se encuentran las elevaciones más altas de la Sierra Madre Occidental (hasta 3,280 msnm) en el Cerro Mohinora e impresionantes barrancas de 1,879 metros; tiene clima templado y hay grandes extensiones de bosques de pino y encino donde habitan alrededor de 72 especies de mamíferos. Es el bioma con mayor cantidad de especies en el estado de Chihuahua. El objetivo de la expedición era reunir materiales que serían exhibidos en Madrid. El sacerdote jesuita aceptó gustoso la encomienda, que consideraba tanto espiritual como científica. En 1967, los jesuitas fueron expulsados “de todos los dominios españoles”, incluyendo a aquellos misioneros que venían trabajando en la región Tarahumara desde inicios del siglo XVII, por lo que esta expedición tenía interés especial para la orden religiosa.
En abril de 1892, Aquiles Gerste con 38 años, emprendió un viaje que se convertiría en una exploración antropológica y científica. Usando su habilidad para describir santos, daría detalle tanto de la geografía, la flora y la fauna de la lejana Sierra Tarahumara, así como del pueblo indígena más numeroso que la ha habitado desde entonces, los tarahumaras o rarámuri.
El padre Gerste estuvo en contacto con grupos de tarahumaras, que vivían y corrían ágilmente entre pronunciadas barrancas de la zona. Durante su travesía, Gerste hizo acompañarse solamente de un indígena quien fue su guía, y en algún momento de un cazador local. Algunas noches tuvo que dormir sin tienda de campaña, cobijado solamente por el cielo estrellado de la gélida serranía. El jesuita hizo anotaciones sobre la orografía de las barrancas, así como de su hidrografía y su clima; pero también hizo descripciones detalladas de la flora y fauna observada durante su viaje, en las que incluye algunos mamíferos.
En sus textos, Gerste comenta “Tanto los animales de la zona equinoccial, como los que pertenecen a las zonas templadas de América el Norte, viven juntos y fraternizan, por así decir, en la zona intermedia. Así el oso, el lobo, el coyote y otras especies septentrionales bajan hasta bien entrada la meseta, mientras el puma y el jaguar remontan a lo largo de las costas y penetran en los Estados Unidos.” Actualmente sabemos que, debido a la ubicación geográfica de nuestro país, se encuentran dos regiones ambientales, la Neártica (al norte) y la Neotropical (al sur). Por lo que en la sierra habitan animales que corresponden a la región neártica. El estado de Chihuahua colinda al norte con los Estados Unidos de América, por lo que no es extraño que las especies que habitan en el país vecino, también lo hagan en México. Las especies de mamíferos que menciona Gerste son las más grandes por lo que el verlas era más fácil.
El explorador jesuita menciona nombres comunes y científicos, así como nombres en náhuatl posiblemente por ser la referencia cultural más conocida en ese momento o en lengua rarámuri, “la cantidad y variedad de fieras que serían el paraíso de los cazadores, como los tigres y leones del viejo continente como el jaguar (Felis onca, ahora Panthera onca) y el puma (Felis concolor, ahora Puma concolor) el miztli de los aztecas.” También da cuenta de los osos, en particular del hoy extinto oso gris (Ursus horribilis, ahora Ursus arctos horribilis), al cual los tarahumaras llamaban boji u hoji y del cual menciona “es el terror de las monturas y las bestias de carga”.
Sobre el coyote (Canis latrans) llamado localmente basachi, comenta “su tamaño es el de un perro grande, su pelaje gris amarillento” y “de las astucias de este curioso animal, en todas partes nos describieron características apenas creíbles”. El coyote es una de las dos especies del Género Canis que habitan en México, la otra especie es el lobo gris mexicano (Canis lupus baileyi). Es un carnívoro con hocico alargado que cuando lo cierra, las puntas de sus dientes caninos superiores, conocidos como colmillos, sobrepasan hacia debajo de la hilera de dientes inferiores. En México habitan diez subespecies de coyote: C. l. cagottis, C. l. goldmani, C. L. impavidus, C. l. jamesi, C. l. mearnsi, C. l. microdon, C. l. peninsualae, C. l. texensis y C. l. vigilis. En todas ellas su pelaje varía de coloración que va desde el gris hasta el rojizo, como bien menciona Gerste, la coloración de la subespecie que habita en la Sierra Tarahumara tiene un color entre gris y amarillo, es decir, no tan rojo. Las especies que habitan en el norte del país son un poco más grandes que las que habitan en el sur, por ello el monje jesuita se refiere a él como “un perro grande”. El jesuita, menciona que este cánido es muy astuto, esto puede ser debido a que tienen muy desarrollados los sentidos de la vista y del olfato, y aunque siempre andan solos (no en manada como los lobos) pueden comunicarse entre ellos no solo por aullidos y otras vocalizaciones, también por olores que van dejando en su camino, advirtiéndoles de posibles peligros, si hay comida cerca o si pueden encontrar una pareja. A través del tiempo el coyote, ha sido personaje principal de muchos mitos, leyendas y supersticiones, algunas de ellas fueron escuchadas por Gerste quien menciona que son “apenas creíbles”.
También menciona en sus descripciones a otros mamíferos característicos de la región: “corzos, antílopes y otros cérvidos, elegantes y ágiles; por ejemplo, el berrendo, similar al ciervo por sus formas esbeltas, su pelaje y cornamenta. La persecución del venado es uno de los deportes favoritos de nuestros indios, ávidos de por sí de la carne de venado que despliegan un vigor, una paciencia y una habilidad extraordinarias”. La mayoría de los antílopes viven en África, pero en México y en la Sierra Tarahumara habita el antílope americano (Antilocapra americana) al cual también se le conoce con el nombre de berrendo. En Chihuahua, otros ungulados (que tienen pezuñas) pertenecen al Orden Cetartiodactyla, como el bisonte (Bison bison), el borrego cimarrón (Ovis canadensis), el venado bura (Odocoileus hemonius), el venado cola blanca (Odocoileus virginianus) y el pecarí de collar (Dicotyles tajacu).
En sus textos describe la caza que hacían los tarahumaras de especies como: el conejo (género Sylvilagaus), la liebre (Lepus californicus), las ardillas de diferentes especies, entre las que cita “el chichimoco (género Tamias), pequeño roedor con piel a rayas, el chicaca y el chipahuiqui”, esta última hace referencia al género Urocitellus. Las observaciones de Gerste más allá de su original importancia antropológica, contribuyen al conocimiento histórico y biológico de los mamíferos de la región.
Durante su expedición, Aquiles Gerste pudo conocer y confirmar una táctica peculiar, realizada para cazar venados en “la Baja Tarahumara”, que describe: “envuelto en una piel similar a la de la presa que acecha, cubierto de una cabeza de venado con sus cuernos, caminando sobre sus pies y manos, el indio se aproxima, se detiene, hace como si se comiera la hierba, salta, reproduce todos los movimientos de estos animales y, mezclado en fin con el rebaño, mata un cierto número de ellos a quemarropa”. En la cosmogonía rarámuri el venado es considerado un animal sagrado y se le asocia con la naturaleza y la fecundidad, además de ser muy apreciado como fuente de alimento. Los venados son animales gregarios (que viven en comunidades o grupos, a diferencia de los coyotes), cuya actividad que más tiempo les ocupa es el de alimentarse de pastos y plantas herbáceas. En la cabeza presentan astas (por su composición si son mutiladas el animal siente dolor) y no cuernos (si se astillan, fracturan o rompen el animal no siente dolor). Cuando los venados se sienten amenazados, pueden emprender la huida por con un galope veloz o dando saltos y no lo hace en línea recta, sino que puede cambiar de dirección y trayectoria muy rápidamente y de manera aleatoria.
Gerste sabía que su expedición estaba precedida por las de otros dos extranjeros. La primera por Friedrich Schwatka, militar estadounidense que recorrió la Sierra Tarahumara entre los años 1889 y 1890, así como la de Carl Sofus Lumholtz, naturalista noruego que realizó cuatro viajes a la zona entre 1890 y 1897. Sin embargo, el jesuita sabía que, gracias a su experiencia científica y perspectiva secular, podría contribuir y mejorar el conocimiento de la zona.
Finalmente, momias, especímenes, textos y fotografías de aquel viaje de Gerste durante dos meses y medio por cuevas y barrancas de la Sierra Tarahumara, fueron mostrados con éxito en la Exposición Histórico-Americana de Madrid en 1892, para beneplácito del presidente mexicano de aquel entonces Porfirio Díaz. El informe y los apuntes de la expedición tuvieron que esperar poco más de dos décadas para ser publicadas por la Tipografía Pontificia Nell’Istituto Pio IX, en un texto de 52 páginas en francés, en el año de 1914. Seis años después el padre jesuita fallecería en Roma, Italia.
Pasó más de un siglo, para que el sacerdote e historiador Dizán Vázquez Loya y su colega María Esther Montanaro Mena, se dieran la tarea de gestionar y editar la primera edición en español del “Informe sobre un viaje de exploración en la Tarahumara por Aquiles Gerste S. I.”. Su publicación contiene citas y referencias, cuatro fotografías y un mapa de la expedición, así como el texto original en francés y su traducción al español. Los editores de este libro describen el contexto histórico del viaje y comentan aspectos interesantes de este explorador jesuita.
La historia natural de la Sierra Tarahumara como muchas regiones de México, fue descrita inicialmente por exploradores naturalistas y estudiosos entusiastas como el jesuita Aquiles Gerste. Gracias a aquellas aventuras solitarias por paisajes inhóspitos, hoy conocemos más sobre la biodiversidad que existe y la que dejó de existir entre barrancas, cuevas y veloces hombres de pies descalzos, perros grandes y cuernos de venado.
1. Independiente. Heredia, Costa Rica. hperdomo@unam.mx
2. Centro de Investigaciones Biológicas del Noroeste, S. C. La Paz, Baja California Sur, México. beu_ribetzin@hotmail.com
*Autor de correspondencia
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