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Cada noche podríamos descubrir una nueva supernova: Ian Shelton

En entrevista, el astrónomo canadiense relata cómo realizó el hallazgo de la supernova más estudiada por la humanidad, la 1987A, ocurrido hace 35 años>

Ian Sheltones actualmente profesor de diversas universidades de Toronto. Ian Sheltones actualmente profesor de diversas universidades de Toronto. (Toronto Star)

Ian Shelton estuvo en el momento y lugar adecuados; sin saberlo, había comprado ya su boleto para ganar la lotería. La madrugada del 24 de febrero de 1987, la ganó. Se trató de una lotería galáctica, probabilísticamente más difícil de obtener que el gran premio que sólo ofrece dinero.

Hace 35 años, Shelton aún no se convertía en un astrónomo profesional, pero el graduado de la Universidad de Toronto era miembro del grupo de operación de su observatorio en Las Campanas, Chile. Poco después de las 2:00, el joven académico detectó una luz celeste que no estaba ahí la noche anterior, se trataba de una supernova en nuestro vecindario galáctico, en la Gran Nube de Magallanes, la cual fue llamada “1987A”, la cual se ha convertido en una de las más estudiadas para entender estos fenómenos celestes.

Aunque se encontraba en un observatorio, Ian Shelton se convirtió así en la primera persona en detectar una supernova sin telescopio, como no se había logrado desde antes de la invención de éste, cuando Johannes Kepler lo hizo hace cerca de 400 años.

En entrevista digital desde Toronto, con motivo del aniversario y una charla que ofrecerá hoy al público mexicano –coordinada por Omar López, del INAOE–, el científico relata cómo realizó el descubrimiento que podría repetirse en cualquier momento, o no, por lo que debemos de mantener la vigilancia del cielo.

“En nuestra galaxia, la Vía Láctea, tenemos registro de que pueden ocurrir estas explosiones en intervalos de 100 y 400 años. Son eventos raros y yo tuve la suerte de hacer esta observación, la última vez que sucedió fue hace casi cuatro siglos”.

El astrónomo de la Universidad de Toronto recuerda que las supernovas son explosiones estelares muy violentas y que son “laboratorios” naturales que se evaporan, por lo que los científicos deben aprovechar su observación para comprender mejor su naturaleza.

“Cada año se descubren cerca de dos docenas de supernovas, pero están mucho más lejos, por lo que es difícil estudiarlas. Tener una como 1987A en nuestro propio traspatio galáctico ha sido una gran oportunidad para hacerlo”.

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Y así ha sido, a lo largo de estas tres décadas y media ha sido uno de los objetos más estudiados por los astrónomos y astrónomas del mundo, en observatorios y telescopios espaciales. Shelton, quien entrenaba a otros jóvenes en el uso del observatorio, ni siquiera empleó un telescopio, puesto que se encontraba tomando placas fotográficas para su investigación.

PLACAS FOTOGRÁFICAS.

Durante la captura de las placas notó algo inusual. Lo primero que viene a la mente en estos casos, relata, es si había algún error o un mal funcionamiento del equipo; la otra idea que siguió fue: “si no lo es y se trata de algo real, es espectacular”. Había hecho la misma observación y fotografiado el mismo cielo la noche anterior y no había tan prepotente resplandor. Así que salió a observar el cielo abierto a ojo desnudo y... ahí estaba.

El descubrimiento original fue realizado en una placa fotográfica, añade, que en las siguientes horas tuvo que confirmar mediante telescopios y la opinión de sus colegas. Una vez confirmado, tenían que dar a conocer la noticia, puesto que la luz de la explosión estaba fresca en el cielo terrestre y no había tiempo que perder, no obstante, no fue tan rápido. No había internet entonces y no había una línea telefónica, sólo un teléfono por radio que no funcionó; tuvo que trasladarse a un pueblo cercano a 40 kilómetros para enviar el mensaje por teletipo. Finalmente, pudieron enviar la noticia a la Unión Astronómica Internacional en EU.

Ian Shelton pasó los siguientes cinco meses observando casi a diario su descubrimiento y sentó el camino de su carrera profesional, que continuó con su realización como astrónomo, quizá el más famoso de Canadá.

–¿Sólo se trató de tener buena suerte esa madrugada del 24 de febrero?

–Fue suerte, buena fortuna, pero si no compras el boleto de la lotería nunca la ganarás: pasé muchos años preparándome para algo que no sabía que podía ocurrir, desarrollando mi carrera, teniendo una posición en el observatorio, utilizando adecuadamente los instrumentos de observación –aunque el descubrimiento no fuera con telescopio–, estar en el momento y lugar adecuado, saber qué es lo que estaba viendo, todo vino junto.

Hay miles de millones de personas en el mundo que no tuvieron esa conjunción de factores, sólo tres, relata. En ese sentido, queda claro por qué es como si hubiera ganado la lotería, algo mejor que eso.

–¿Qué sabemos sobre 1987A 35 años después?

–Confirmamos el tipo de estrellas que explotan para formar este tipo de supernovas, teníamos evidencia, pero no pruebas de ello, y 1987A no estaba dentro de esos rangos, entonces mejoraron las propuestas teóricas.

Otro hallazgo relevante, relata, se relaciona con el entendimiento de los neutrinos, partículas abundantes en el Universo, que no interactúan con la materia ordinaria y que se producen en grandes cantidades en explosiones como las de supernovas.

Un día antes de que Ian Shelton hiciera su observación o tal vez esa misma tarde, así como a todos en la Tierra, los neutrinos generados por 1987A nos habrían atravesado después de su viaje intergaláctico. Algunas fueron atrapadas.

“La mayor fuente que tenemos es de neutrinos provenientes del Sol, pero, en un suceso inesperado se registraron partículas que habrían tenido como origen esta supernova. Eso nos reveló mucha información y derivó en el ajuste de muchas de nuestras teorías”.

Un tercer aspecto relevante, añade el también astrónomo de la Ryerson University y el Seneca College, en Toronto, es que proporcionó detalles sobre cómo se originan las estrellas de neutrones tras la explosión de una supernova.

“Sanemos que después de una explosión así se originan estrellas de neutrones o agujeros negros. Debido a la detección de neutrinos, creemos que esta supernova habría generado estrellas de neutrones, que son raras en el Universo. Aunque conocemos muchas no sabemos cómo se generan, por lo que 1987A ha sido un paso para entenderlo”.

–¿Hay posibilidad de hacer un hallazgo como el suyo en nuestros días incluso a ojo desnudo?

–Absolutamente, cada noche, porque la que 1987A no estaba en nuestra galaxia. En toda la historia con registro, en más de dos mil años, sólo seis supernovas se han visto por ojo y estaban lo suficientemente cerca de nuestra galaxia para verlas. Eso significa que ocurren alrededor de cada 300 o 400 años de separación; la última fue hace 400 años, lo que significa que estamos en un periodo en el que podemos esperar una; podría ser en cualquier momento o en unos 100 años, no lo sabemos, no se puede predecir.

Incluso en el centro de la Ciudad de México, con todo y la contaminación lumínica y smog, refiere, es probable ver una nueva supernova aparecer en el cielo nocturno, no se necesita un telescopio, además, es observable de día. "No puede pasar desapercibida, la clave es ser el primero en reportarla". Si se trata de un astrónomo profesional o en proceso de serlo, añade, es momento de comprar los billetes de lotería.

En cualquiera de los dos casos, agrega, les hace una importante recomendación a las astrónomas y los astrónomos, profesionales y aficionados:

“Si conoces el cielo nocturno y sus constelaciones y una noche ves un brillo inusual que no corresponde a lo habitual, toma el teléfono y llámame, seremos famosos”.

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